En España hay muchos asuntos que se están enfocando de forma incorrecta, tales son las cuestiones de género que engendraron la insidiosa ley del "Solo si es si"; el trabajo y la productividad que han venido generando los mayores índices de desempleo de Europa; la Educación que ha derivado en que cada vez se hable en nuestro país menos y peor la lengua española; la Política Exterior con tremendos desvaríos en el Mahgreb, en Oriente Medio y en Venezuela y en particular en materia Migratoria a la que voy a referirme.
En este capítulo España oscila erráticamente entre dos extremos igualmente erróneos: o condenamos la entrada en el país de cualquier extranjero -excepto los 95 millones de turistas- como potenciales delincuentes o, en el otro extremo abrimos las puertas cándidamente a todo migrante ya sea legal o ilegal que cruce la frontera por tierra, mar o aire.
Lo cierto es que España, como toda Europa, necesita inmigrantes ya que los bajísimos indices de natalidad no aseguran el relevo generacional ni tampoco la cobertura de muchas actividades laborales tales como la construcción, la agricultura, las labores domésticas entre muchas otras que son desechadas por nuestros compatriotas.
Los índices de 1'2 hijos por mujer alcanzados en España y cifras ligeramente superiores en Europa, están lejos del 2'3 que aseguraría el mantenimiento demográfico. Y es más, está científicamente demostrado que no ha habido civilización ni cultura alguna que haya conseguido sobrevivir más allá de 30 años con índices de natalidad como los presentados hoy en España y Europa.
El problema migratorio en nuestro país no es un fenómeno que estemos en riesgo de que se produzca en el futuro sino que es ya una realidad presente. Nuestra escasa natalidad contrasta con cifras de 5 hijos por mujer de media, entre los recién llegados de África y Asia, de forma que si pasamos décadas intentando alcanzar una población de 40 millones de habitantes y en los últimos años estamos cerca de alcanzar, gracias a los inmigrantes, la cifra de 50 millones.
Es cierto que lo ideal sería apoyar a los países de salida para lograr su desarrollo y la creación de puestos de trabajo que evitara la estampida desordenada que llena Europa de ilegales y a la vez convierte el Mediterráneo en una inmensa tumba de desesperados.
Esta solución es muy difícil de aplicarse adecuadamente por lo que las transferencias de apoyo a los países del Tercer Mundo se pierden en el camino y no consiguen crear un sector laboral que retenga a sus poblaciones. Por añadidura, hay que repetir, que Europa necesita inmigrantes y ellos lo saben con lo que el efecto llamada está servido.
Pero no necesitamos los 350 menores que ayer nadaron rumbo a Ceuta ni los miles de cayucos que abordan las Canarias y luego siembran la polémica en su distribución para la España continental.
Como siempre la solución deberemos encontrarla en un moderado punto medio, en que se combinen sentimientos humanitarios con la necesidad de controlar el número, el estado sanitario, logrando un mínimo de garantías en materias de seguridad combatiendo, en colaboración con los países de origen, la política de cayucos, el tinglado de mafias y el contubernio entre éstas y los barcos salvavidas que no hace sino facilitar un ruin negocio que causa miles de muertos y desbarata cualquier intento racional de ordenar esta complejo y delicado problema.
Imagen: 20Minutos/El Tambor.es
Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga es Master en Ciencias Políticas y Económicas y Derecho.
Diploma de Altos Estudios Internacionales. Embajador de España en Bulgaria en 1993.
Primer Embajador de España en Macedonia en 1995.
Embajador de España en Bruselas WEU en 1997, entre otros cargos.