“Nosotros, hombres modernos, estamos demasiado extrovertidos, vivimos fuera de nuestra casa, e incluso hemos perdido la llave para volver a entrar en ella”. (Pablo VI)
No cabe duda que las vidas, conductas y posturas del hombre moderno en la sociedad actual no son iguales a las de épocas pasadas, evolucionan continuamente. El hombre –desde los albores de la humanidad- ha pasado de lo primitivo, material y espiritual con todas sus variantes, paganas y cristianas, místicas y ascéticas, agnósticas y creyentes a las formas y posturas actuales de vivencias y convivencias diferentes.
Nos da la impresión que miramos y vivimos hacia lo exterior en exceso. Las fuentes que siempre han manado espíritu, moral y conocimientos en nuestra civilización cristiana: “Fe, Familia y Escuela” presionadas por el mismo hombre “dicen los de siempre” que manan menos que antes. Muchos se lo creen y pasan a beber otras aguas más turbulentas y divertidas, pero menos claras y limpias; son las aguas encharcadas y contaminadas de superficie, las del ruido y vulgaridad, las de lo material e intrascendente, las de lo sensitivo y contable.
“Al hombre moderno, al hombre de hoy, en general, le cuesta saber de esfuerzos y compromisos, de luchas y problemas, de sacrificios y entregas”. Es decir, poco a poco se ve arrastrado por la corriente de los medios, por las nuevas teorías sobre relativismo, materialismo o hedonismo, por las modas y alienaciones o cuando menos por falta de personalidad y confusión interior.
Con referencia a “la Fe” respetando a las personas, a sus creencias y a su libertad, pienso que en las posturas y actitudes de los cristianos de hoy no hay uniformidad: Unos, desde planteamientos elementales y simples dicen, que aunque “creen en Dios, no creen en la Iglesia o en los curas”. Otros, con planteamientos personales, dicen que creen, pero no tienen tiempo; el trabajo y la familia, el estrés o el descanso dominical lo llenan todo; son “cristianos creyentes pero no practicantes”.
Otros, son creyentes “espaciales”, creen en Dios y en la Iglesia, pero dicen que no comparten ni entienden la “cosmología del cristianismo” (decía un célebre modisto) Buscan a Dios en las estrellas, se encuentran cómodos teniéndolo lejos, cuando en realidad la mayoría de creyentes dicen que está muy cerca. Dicen de ellos que son “tibios, que son los peores”. Otros en fin son los cristianos que humilde y llanamente intentan luchar, vivir y conectar con dos mandatos divinos claros, concisos y concretos que nos dieron: “Amar a Dios y servir a los demás”. Así de fácil y difícil.
Fundamentalmente la “Familia” son los padres y los hijos, unidos por evidentes lazos de cohesión de todos conocidos. La familia es la principal fuente de moral y sabiduría, de quien manan gran cantidad de virtudes como el amor, el espíritu de servicio y la solidaridad entre todos sus componentes. El gran peligro que corre la familia en los tiempos actuales es que se debiliten esos lazos de unión, esa fuente de conocimientos y formación y esas fuerzas y virtudes entre sus miembros, quebrando su estabilidad, unidad y control.
Por brevedad y con el respeto que también soy padre y abuelo, me voy a atrever a preguntarme a mí mismo lo siguiente: ¿En la actualidad los padres dedicamos el suficiente tiempo para hablar, ayudar, educar y formar a nuestros hijos? ¿Los hijos disponen del tiempo necesario para ser formados y educados como deseamos? ¿El estrés, la falta de reflexión, el excesivo horario laboral pueden motivar la dejación parcial de derechos y deberes que tenemos para con nuestros hijos? ¿Cuántas horas extra-escolares dedican los niños fuera de casa a clases de idiomas, natación, repaso, deberes, música, o dentro de ella en soledad, a la televisión o video juegos? Por último, ¿Cuánto tiempo padres e hijos compartimos juntos para hablar, cantar, trabajar, jugar o educar? ¿Estamos formando “superhombres” o personas?
Hace unos años escuché a Amancio Prada en un concierto de música sacra en el Monasterio Carmelita del Desierto de las Palmas de Castellón. Este músico gallego-leones, cantautor, interpretó poemas y canciones de Santa Teresa, San Juan de la Cruz y Rosalía de Castro. La sensibilidad humana, mística y musical del artista, y la interpretación fueron sensacionales. Al final nos contaba, que desde pequeño, todo lo aprendió de sus padres “pues oía a su padre cantar, mientras araba en el campo, y a su madre rezar, mientras ponía la mesa”. Me preguntaba a mí mismo, por qué unos interpretaban a Rosalía en la montaña y otros tocaban “bacalao” en el llano de Benicasim en el sonado macro-concierto anual. Era la libertad, la sensibilidad artística y aficiones -respetables por supuesto- de unos y de otros.
Finalmente la “Escuela” representa la continuación natural de la tarea formativa de la familia, y como tal debería estar libre de todo tipo de “interferencias”. Lamentablemente no es así y la Escuela sufre el mismo asedio, los mismos ataques que la Familia y la Iglesia en el cumplimiento de sus misiones. En la actualidad en la Escuela –al menos da la sensación- con frecuencia solo se enseñan conocimientos. Antes, los maestros eran una prolongación de los padres. No solo enseñaban materias sino también educaban.Ahora, todo el “mundo quiere meter mano” en la educación de nuestros hijos y nietos. Aparece la figura del Maestro-Estado que es una forma clara de manipulación de valores morales o de adoctrinamiento político, con unos Planes de Estudios dirigidos que deberían serlo exclusivamente de los padres, y por delegación contrastada a la Comunidad Educativa. Creo, con gran convicción que la figura del Maestro-Estado es propia y exclusiva de regímenes totalitarios.
En esa manipulación, los padres por razones obvias y conocidas, tienen dificultades en detectar elementos de superficialidad en la enseñanza, la educación y la formación de sus hijos; ¡no solo en la Escuela!, sino también en la calle, en los programas basura de televisión que se emiten en las cadenas, y en las corrientes y costumbres sociales, en los que se ven impotentes para controlar y hacerse obedecer respecto a horarios, fines de semana, discotecas, botellones, compañías… Realmente los padres de hoy lo tienen mucho más difícil que sus antecesores para educar a sus hijos. (Estadísticas recientes afirman que en los últimos 5 años ha aumentado la violencia física de “hijos a padres” en un 17%)
En una excursión de fin de curso de un Colegio público con niños de doce años a los Pirineos, una de las importantes actividades programadas fue, después de cenar, una sesión de discoteca en el Hotel. Pensamos que lo más adecuado a esa edad hubiese sido un paseo por el bosque con linternas y una clase práctica sobre el firmamento mirando las estrellas. Por supuesto la televisión en las habitaciones eran cadenas libres, incluidas las eróticas y violentas (Sin comentarios)
Nos preguntamos finalmente si de las tres fuentes citadas: Fe, Familia y Escuela siguen fluyendo buenas aguas en cantidad y calidad. Creemos en general que sí. Pensamos que siguen siendo las tres grandes fuentes más antiguas y benefactoras de la Humanidad y permanecerán, pues en ellas están Dios, Padres y Maestros; figuras evidentemente fiables y bondadosas en el cumplimiento de sus deberes. Otra cuestión es que nuestra superficialidad nos separe ocasionalmente de ellas o el Maestro Estado nos lo impida. Lo peor sería que “no encontráramos la llave para entrar en nuestra casa y nos quedásemos fuera de ella”.