Estos días son los más veraniegos, con las ciudades medio vacías y las playas a rebosar. En las zonas del interior y en la montaña, crece el número de visitantes, o al menos eso parece por los comentarios de amigos y vecinos. España se para, salvo en el turismo, que está alcanzando cifras de ensueño, pese a las protestas de la CUP y de algunos otros que piensan poco en los demás. En todo caso, aflora el modo de ser de cada uno, sus preferencias o las de su familia, porque no pocas veces la familia marca la agenda y planes, y es una buena noticia ante el creciente individualismo que se detecta en nuestra sociedad. Me conmueve, por ejemplo, el caso de quienes sacrifica las vacaciones por cuidar a algún familiar.
Desde hace unos años bastantes profesionales ya no saben lo que es un mes de vacaciones: una semana o dos, porque la vida manda. El grueso de las vacaciones suele ser hasta el 20 de agosto, festejando en multitud de ciudades y pueblos la fiesta de la Virgen y San Roque. Y no hay que olvidar a los que no tienen vacaciones, por diversos motivos. Agosto ofrece muchas estampas variadas, reflejo de nuestra sociedad.
Las terrazas veraniegas son un espejo social. Castellón se ha vaciado, se oye hablar rumano como nunca en todo el año, muchos extranjeros trabajan en bares y restaurantes, y surge la pregunta de dónde están los jóvenes españoles ni-nis, que ni trabajan ni estudian. Son trabajos exigentes los relacionados con el turismo y los servicios en agosto, pero da la impresión de que muchos jóvenes españoles los descartan, y es un comentario relativamente frecuente en las terrazas de heladerías, cafeterías, bares y restaurantes. ¿La causa? Puede ser que sus padres les mantengan sin grandes agobios, o que estimen que son trabajos poco adecuados para sus hijos, lo cual me parece un error considerable.
Me hablan de una familia venezolana que, huyendo de la dictadura de Maduro, se ha instalado en una ciudad de La Plana, y han encontrado trabajos con relativa rapidez. Algo falla en nuestra sociedad, en medio de un duro paro.
Una escena repetida en las terrazas: el excesivo protagonismo del teléfono móvil. Puede haber tres o cuatro amigos, o miembros de una familia, tomando unas cervezas o unos helados, y apenas conversan, porque no paran de enviar y mirar mensajes o internet. Dejar a un lado el móvil también descansa y facilita el descanso de los demás, pero los adictos parecen seguir aumentando.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.