“Las montañas siempre han hecho la guerra a las llanuras” (Víctor Hugo)
El andar por las llanuras de un huerto de naranjos –sobre todo en primavera- es siempre un placer. Normalmente también paseamos más cómodamente por las llanuras que por las pendientes y repechos, sobre todo si somos de edad avanzada. Las llanuras, a veces, son impracticables, nos encontramos con vallas, setos y acequias que dificultan nuestro movimiento al caminar; otras son peligrosas como las grandes llanuras de bosques y huertos naturales o urbanas, éstas últimas las “peores”, en las que el tráfico rodado atentan contra nuestra integridad o “libertad” de movimientos.
Muchos que viven en ellas las prefieren por aquello del confort y eligen lo fácil y cómodo, sin esfuerzo a lo difícil y complicado con él. A veces vivimos en las llanuras “indiferentes” ante situaciones y acontecimientos que limitan nuestro pensamiento y decisiones, sin considerar y ponderar ese placer que supone la montaña ante la “selva de la ciudad” con sus ruidos y semáforos que nos dificultan el necesario silencio para reflexionar, como también la espesura del bosque que nos tapa la profundidad necesaria para contemplar la lejanía. Todo ello dicho sea, por supuesto, con mucha ironía y subjetividad.
Las “montañas”, alegóricamente, pueden representar la altura de miras y el esfuerzo para alcanzarlas. Desde sus cimas se percibe mejor la visión de conjunto; desde sus picos se está más cerca del cielo y solo los mejores los más fuertes “hacen cima”. Las montañas son buenas escuelas de humildad, perseverancia y esfuerzo. Allí se siente con más intensidad la grandiosidad de la creación y la pequeñez de nuestra naturaleza humana; en ellas están inmersas en definitiva la claridad, la luz y el silencio que nos van a permitir confirmar y reforzar los principios y valores. “Las llanuras” en cambio pueden representar también alegóricamente lo fácil, cómodo y ruidoso, lo divertido y superficial, lo material e intrascendente, la dejación de deberes y la exigencia de derechos a los que la gente se apunta masivamente. En el llano, acampa la muchedumbre indiferente, a las alturas solo llegan los luchadores diferentes.
En la actualidad hay bastante gente que se pregunta si la “indiferencia” es la solución, el gran “escudo” que el hombre se da a sí mismo para “pasar” y protegerse de los problemas de su tiempo, para no complicarse la vida ni comprometerse con nadie ni con nada, para disfrutar plenamente de su libertad “como le venga en gana”. Muchos piensan, que es anacrónico sentir las ideas, principios y valores que han sostenido a nuestra civilización cristiana durante siglos; dicen de ideas pasadas de moda, trasnochadas que ya no nos sirven, y lo peor piensan que deben ser silenciadas o sustituidas por otras más laicas y relativas, más materiales y populistas que exigen menos esfuerzos y compromisos; también más superficiales que profundas, menos comprometidas y tolerantes, más oscuras y confusas, como más fáciles, en las que todo vale y olvida, atenúa y exime de responsabilidades, es el libertinaje de la libertad, es la indiferencia de la diferencia que nos hace diferentes.
Como decía en otra ocasión –al hablar del intercambio generacional- nos encontramos pasivos y silenciosos, confortados y cómodos ante situaciones y actitudes inadmisibles para una sociedad seria y solidaria. Así, adulteramos la ley natural y no pasa nada; somos creyentes, legislamos leyes contra la vida y nos las “tragamos” con los abortos sin pestañear; se vicia el amor, se adultera la familia y tampoco pasa nada; politizamos la educación y la justicia durante cincuenta años y la gran masa social de votantes sigue impasible en las cómodas llanuras del pasotismo nacional ante el grave populismo comunista radical que nos viene. Se abronca al Jefe del Estado y se pita masivamente al Himno Nacional en los estadios de fútbol y tampoco pasa nada, nadie lo condena, pocos lo critican abiertamente, nadie se manifiesta en la calle. Los medios, los intelectuales, los gobernantes, la oposición hablan poco. No pasa nada…porque somos indiferentes. Solo disimulación, silencio y “buenismo” recibimos por respuesta.
Diré más adelante “que las principales fuentes importantes que siempre han manado vida y enriquecimiento como los Principios y Valores, como los Padres, los Maestros y el Creador ven en la actualidad menguados sus caudales y obstaculizados sus planes”. Así, la Familia, la Educación y la Fe son manipuladas por muchos en aras de su provecho relativista, de un laicismo trasnochado y material o de ese populismo radical ya fracasado, cuando no demagógico, en el que se olvidan esos principios y valores citados que nos han hecho importantes como pueblo y, seguimos en silencio e indiferentes. Somos los grandes “mudos” de nuestro tiempo.
Ahora, en la actualidad -también alegóricamente- nos enfrentamos ante un grave peligro: son las citadas “llanuras” que disponen de una verdadera arma “silenciosa y ruidosa” que está poniendo en jaque mate a “las montañas”: es un arma también “pacífista y belicosa”, es la citada Indiferencia y Populista. De no evitarlo, “Las llanuras harán, por primera vez, la guerra a las montañas, y nos vencerán ganando las alturas”, con resultados y consecuencias imprevisibles. Impedirlo solo depende de los que tenemos que vivir en las “llanuras” pero que soñamos como los montañeros vivir en las “montañas” y desde allí defender y vencer, de momento, a los citados Indiferentes y Populistas de nuestro tiempo, como termina de ocurrir -hace unas horas en las últimas Elecciones Generales hoy 26 de Junio de 2016- para que no se apoderen de la “montañosa” España los aprovechados de siempre. La gozosa realidad ha comenzado. “Fin de la ironía”.