Todos tenemos el derecho de pensar y sentir por nosotros mismos…
(Artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos)
Pensar o sentir sobre nuestro ser o estar, sobre nuestro espíritu o materia, sobre cómo actúan nuestros órganos vitales… son cuestiones que al ser humano, en algún momento de sus vidas se plantea. Personalmente las reflexiones y dudas sobre ellas nos motivan a dejar opiniones sobre cómo actúa y reacciona nuestro pensamiento, nuestro ser, nuestro espíritu y materia, en concreto nuestros cuerpos, mentes y sentimientos, que nos ayudan a conocer mejor la relación del hombre de todos los tiempos consigo mismo y sus conductas con los demás, es decir sobre la esencia y motivación de nuestras acciones y comportamientos.
En esta ocasión voy a tener el atrevimiento por mi parte -sin ser médico- intentar reflexionar sobre posibles respuestas o sensaciones de nuestro cerebro y corazón a estímulos de nuestro ser, de nuestras conciencias, personalidad y sentimientos. En definitiva intentar encontrar las preguntas de dónde están su origen y ubicación, como también la procedencia de nuestra inteligencia, memoria y voluntad. Todo ello desde la perspectiva de un lego en la materia como yo, eso sí preocupado más que preparado, pero con 82 años observando con interés las conductas y reacciones sociales de personas en las que me incluyo, que conviven en esta sociedad de grandes problemas y dificultades que nos han tocado vivir.
La vida de los seres humanos depende del funcionamiento de una serie de órganos importantes de nuestro cuerpo de todos conocidos (cerebro, corazón, hígado, riñones…) que unidos y coordinados por un potente, complicado y delicado ordenador, llamado cerebro (no superado todavía por los avances de la moderna informática, incluso con los apoyos de la actual inteligencia artificial y la robótica) Cerebro que proporciona a nuestro maravilloso cuerpo los niveles, parámetros y condiciones necesarias previstas por su Creador, que mantiene nuestras vidas materiales y espirituales –como todos sabemos- durante un tiempo limitado en nuestra maravillosa Tierra y en el más allá para toda la eternidad. De todos esos órganos destacan el cerebro y el corazón, que evidentemente me he visto obligado a escuchar y leer opiniones de entendidos en psiquiatría, neurología y cardiología, además de teólogos, filósofos, poetas, enamorados… que me han ayudado a entender limitadamente los enigmas planteados, no exentos de dudas y dificultades que pensadores, filósofos, médicos…actuales, continúan en la lenta y tenaz lucha de la investigación para descifrar todos los misterios de la vida del cuerpo y espíritu del ser humano que quedan todavía por descubrir en lo más profundo y recóndito de nuestras mentes.
A medida que recibimos información de la que los científicos descubren y publican sobre el funcionamiento de ambos órganos, descubren que las diferencias entre ellos (cerebro y corazón) son mayores y determinantes. El cerebro es personal e intransferible (no se puede trasplantar, trasladar, ni cambiar a otra persona. De momento, tampoco es posible la cesión de una parte de inteligencia o memoria almacenada en los cerebros de padres a hijos o viceversa. El corazón de todos conocido sí es trasplantable e impersonal. Otra gran diferencia entre las funciones de ambos órganos es el complejísimo control mental del cerebro mediante neuronas a través del SNC (Sistema Nervioso Central) a solo el control físico del bombeo de la sangre del corazón a través del Sistema Circulatorio. Las grandes diferencias entre ambos están en esa multifuncionalidad del control del cerebro sobre todas las funciones del cuerpo humano, incluido el corazón, del que depende. Finalmente aunque se ha avanzado mucho en la investigación cerebral mediante nuevas ciencias como la neurología y la neuroimagen, quedan muchos misterios por descubrir, mientras que en cardiología parece que no queda tanto camino que recorrer en el campo científico del corazón.
El estudio de las enfermedades del ser humano, sus remedios y soluciones, vienen desde la misma antigüedad del hombre sobre la Tierra. Así, buscando antecedentes sobre el cerebro humano, encuentro en la “milagrosa nube de internet”, que ya Hipócrates (médico, pensador y escritor griego del s.IV aC) decía: “Los hombres deben saber que el cerebro es el responsable exclusivo de las alegrías, placeres, risa y diversión, y la pena, desaliento y las lamentaciones. Y gracias al cerebro, de manera especial, adquirimos sabiduría y conocimientos, y vemos, oímos y sabemos lo que es repugnante y lo que es bello, lo que es malo y lo que es bueno, lo que es dulce y lo que es insípido…Y gracias a este órgano nos volvemos locos y deliramos, y los miedos y terrores nos asaltan…Debemos soportar todo esto cuando el cerebro no está sano… Y en este sentido soy de la opinión de que la víscera ejerce en el ser humano el mayor poder”.
Debo confesar que estas últimas afirmaciones atribuidas a Hipócrates me terminan de romper un poco el esquema que tenía preparado para desarrollar este binomio gandhiano (Cerebro-Corazón) Después de intentar recomponerlo, pienso que el maravilloso órgano cardiaco queda, ante la grandiosidad del cerebro, objetivamente disminuido. Tenía previsto hablar del corazón cómo hablan de él todos los hombres y mujeres enamorados. Cómo hablan los escritores sobre el amor del corazón, en especial los poetas, aunque sea metafóricamente. Cómo los santos que sienten en sus corazones el amor de Dios, en especial los hombres y mujeres que anhelan amarlo con la razón sí, pero también con el “sentimiento”; pues aunque nos deje un poco desorientados, lo objetivamente correcto para muchos creyentes sería que sintiéramos amar a Dios también con el corazón y con nuestro cerebro, con nuestro espíritu y nuestra mente, con nuestro cuerpo y nuestra alma; es decir con todo nuestro ser, puesto que Él es el único creador de ambos. Solo nos queda realzar con la mayor objetividad y brevedad posible la realidad de lo escuchado a los entendidos del predominio del cerebro sobre el corazón. Paso brevemente a señalar las principales funciones del primero.
“Control de funciones vitales”: control de la temperatura, la presión sanguínea, el ritmo cardiaco, la respiración, comer, beber, dormir….”Recibe, procesa, integra e interpreta” toda la información que procede de los sentidos: de la vista, el oído, el gusto, el tacto y el olfato. “Controla los movimientos” que hacemos y la posición postural: caminar, correr, nadar, volar, esquiar, estar de pie, de rodillas, reptar…”Es responsable” de nuestras emociones, acciones, conductas, conciencias, como cantar, reír o llorar, hablar o rezar…”Nos permite pensar, razonar, sentir, ser, comprender, entender, traducir, escribir, componer, soñar…”Controla las funciones cognitivas superiores”: la memoria, la inteligencia, la voluntad, el aprendizaje, la percepción, las funciones ejecutivas…¡Qué maravilla!
Finalizamos, volviendo a Hipócrates, cuando intuía al decir: “El cerebro humano es una de las creaciones más complejas, enigmáticas y, a la vez perfectas del universo”. Lo que nos permite y garantiza que siempre podremos “Pensar y Sentir”, como propone en cabecera el Artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de Naciones Unidas.