Recientemente, por motivos personales y familiares, he tenido la ocasión de desplazarme en automóvil desde Castellón de la Plana hasta las provincias de Málaga y Granada. Hacía varias décadas que no había visitado Andalucía.
Ciertamente la evolución es evidente, magnífica diría yo. Unas ciudades y pueblos limpios, bien cuidados, con la gente en sus trabajos y, curiosamente, sin apariencia de esa mendicidad que tan frecuentemente se ve en nuestra ciudad. Edificios de bastante reciente construcción y gran proliferación de viviendas nuevas de buena apariencia. En fin, no vi ese paro que tanto se pregona a todos los niveles, ni una economía inferior en ningún caso a la que disfrutamos en nuestra provincia.
Vi también una preciosa y casi perfecta red de comunicaciones viarias. Unas en funcionamiento y otras, complementándolas, en avanzado estado de construcción. Las autovías se sucedían en mi recorrido. Uno puede ir desde Castellón de la Plana a cualquier lugar del Sur español por unas carreteras amplías, cómodas y seguras. ¡Y rápidas!
Ahí es cuando se produce la comparación. ¿Qué pecado habremos cometido los habitantes de la provincia de Castellón, particularmente los que viven al norte de Castellón de la Plana, desde Benicásim hasta Vinaroz, para disfrutar de nuestra querida N-340?
Cierto es que el peso demográfico de nuestra provincia es escaso, insignificante casi. Pero nuestros impuestos tienen, como mínimo, la misma entidad que los de otras autonomías. Nuestros expertos en seguridad vial y en comunicaciones viarias no dan con la solución a la penosa situación de una N-340, la más larga de España, que desde que yo la conozco –y soy jubilado- solo ha ido empeorando. Cierto es que su trazado se ha sacado del paso por algunas poblaciones, pero no de todas.
A una carretera de denso tráfico no se la ha dotado de nuevas infraestructuras, en los últimos 55 años, que mejoren su seguridad y rapidez. La única solución ha sido disminuir el máximo permitido de velocidad, progresivamente, y con perjuicio de la atención en la conducción.
No es admisible que, además de la limitación de circular a más de 90 Km/h, el paso por determinados pueblos o ciudades: Ribera de Cabanes, Torreblanca, Benicarló y Vinaroz, se haga a 50 Km/h.
La solución no es una AP-7, carísima y en lamentable estado. Los trazados alternativos que se aprobaron en su día (allá por el 2002), caso del desdoblamiento de la N-340 en los términos de Vinaroz, Benicarló y Peñíscola, que preveían una vía de dos carriles en cada sentido, se han quedado reducidos al traslado de la vía de su trazado original a otro exactamente igual de estrecho y que no resuelve la situación.
¿Es que nuestros representantes políticos, locales y autonómicos, se trasladan por vía marítima y no lo ven? ¿Es que los políticos nacionales no les atienden? Y si siguen sin hacer nada, ¿para qué sirven?
¿El Ministerio de Fomento no tiene estudios sobre desplazamientos, densidad y tipo de tráfico, siniestrabilidad y optimización de recursos? ¿A qué se dedica su responsable en Castellón?
Alegre como estaba de ver el estado general de nuestras carretas españolas, me crecía la indignación al pensar en la vergonzosa situación de nuestra N-340, que no tiene quién la defienda, proteja o rescate de tanto responsable que no ejerce.
Aprendí a conducir en esta carretera. He pasado cientos de horas en ella, la conozco en todos sus tramos y le tengo el cariño que se tiene a algo que ha envejecido con uno. No merece el lamentable estado y situación que presenta.