Acabo de publicar en la revista cultural “Xiloca” un extenso artículo sobre mi hermana Nieves, bajo el título “Nieves Arnal Agustín. Pasión por la educación”. Los surcos que cultivó o trazó, con su permanente espíritu pionero y de superación, son un estímulo para el presente y para el futuro, especialmente en el ámbito de la educación, en el que ella trabajó toda su vida. Algunos que le trataron viven en Castellón. Trabajó primero como maestra en pequeños pueblos de la provincia de Teruel. Quería ser licenciada en Pedagogía, y se trasladó a Zaragoza y Barcelona para cursar esos estudios, y lo logró. En Barcelona fue directora muchos años del colegio Canigó, presidió el sindicato de profesores ANPE y, hasta su jubilación, trabajó los últimos años en un centro escolar público. Cuarenta y un años de vida profesional, repartidos entre la enseñanza pública y la privada, son un cúmulo de lecciones.
Precisamente en una entrevista que le hicieron dos alumnas el año de su jubilación, mi hermana sintetizó su visión de lo que debe ser la enseñanza, aunque ella prefería el término de “educación”, porque es más amplio y no se ciñe a transmitir conocimientos, sino a cultivar en la escuela y desde la escuela cuanto atañe a la personalidad. En esa entrevista, mi hermana afirmó: “Debemos sentirnos a gusto en nuestro segundo hogar, la escuela: sólo así conseguiremos mejorar nuestro entorno”.
En esa expresión de la escuela como segundo hogar, radica la visión que tenía mi hermana de la educación. Es apasionante y exigente, porque incluye la educación personalizada, la implicación real de los padres, el respeto a la libertad de enseñanza que los padres quieran para sus hijos, y el respeto al pluralismo. Lo que está en juego es la mejora de las personas y del entorno, y ello supone esfuerzo, grandeza de corazón y coherencia entre lo que se enseña y lo que se vive.
La familia, el primer hogar, es el germen de la educación. Si falla el primer hogar, es imposible que la escuela sea el segundo hogar, y se pierde de vista que la educación es un derecho y deber de los padres, con todas sus consecuencias, también en la vida cotidiana de los centros escolares. La educación es la mejor inversión para una familia, siempre con el lema de “siempre más”, adaptado a cada persona. Mi hermana tenía unas cualidades excepcionales, pero a la vez supo transmitir que toda persona puede alcanzar unas metas si se acierta con las claves, que intento sintetizar en ese artículo del número 47 de la revista “Xiloca”: los lectores juzgarán.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.