La mayoría de la historiografía valenciana coincide en presentar el Cuatrocientos como un siglo de prosperidad y esplendor del Reino de Valencia en el seno de la Corona de Aragón. Valencia asume la hegemonía en los diversos aspectos demográficos, socioeconómicos, culturales, etc.
El fenómeno del expansionismo del siglo XV valenciano lo podemos sintetizar en los siguientes postulados: Se detecta un incremento demográfíco, preferentemente, la ciudad de Valencia; se observa un aumento de calidad de vida y lujo en la ciudadanía; se da una estabilidad monetaria y equilibro de precios y salarios; se edificaron numerosas construcciones públicas y privadas, y las instituciones valencianas conceden numerosos préstamos a los monarca, especialmente a Alfonso el Magnánimo y Juan II, para llevar a cabo su política mediterránea.
Bien es cierto que, a su vez, estas realidades pudieron originar una serie de problemas específicos al producirse un desequilibrio del campo-ciudad por el desplazamiento poblacional y un endeudamiento de las arcas de la ciudad de Valencia por la necesidad de importar alimentos de primera necesidad para evitar el desabastecimiento, lo que ocasionaría fluctuaciones de los precios y salarios. Asimismo, el dinero prestado a los monarcas causaría una inmovilidad de capital que restaría actividad productiva valenciana.
Fray Francesc de Eiximenis, a finales del siglo XIV, en el tratado Regiment de la cosa pública dedicado als jurats de la ciutat de Valencia, además de señalar “les especials belleses de la ciutat de Valencia”, escribió: “si paradis es en la terra, que en regne de Valencia es” y consideró que “els mercaders son vida de la cosa pública” y deben ser favorecidos.
La situación privilegiada de la ciudad y Reino de Valencia en el Mediterráneo Occidental convirtió Valencia en una plaza importante dentro del comercio mediterráneo, rivalizando con Génova, Nápoles, Marsella y superando a Barcelona a lo largo del siglo XV. Hacia 1430 en los libros del mercader de Venecia, Andrea Barbarigo, apenas se alude a Barcelona y se menciona con profusión y elogios a la ciudad de Valencia a la que considera la “factoría favorita.”
El caballero y escritor Joanot Martorell en su novela Tirant lo Blanch, escrita a mediados del siglo XV, relata que la ciudad de Valencia: (…) fon edificada en prospera fortuna de esser molt pomposa e de molt valentissims cavallers poblada e de tots bens fructifera; exceptat species, de totes les altres coses molt abundosa, de hon se trahen mes mercaderies que de ciutat que en tot lo mon sia. La gent qui es de alli natural, molt bona e pacifica e de bona conservacio.
El viajero alemán Jerónimo Münzer que visitó la ciudad y Reino de Valencia en 1494, después de recorrer Cataluña, plasmó la sorprendente impresión que le causó: Hállase situada en un inmenso llano (…). En esta llanura, a poca distancia del mar, álzase Valencia, ciudad mucho mayor que Barcelona, muy poblada y en donde viven condes, barones, algunos duques, más de quinientos caballeros ricos y otras personas de condición.
Nicolás von Popplau, viajero que visitó las tierras valencianas a finales del siglo XV, también dedicó textos elogiosos a nuestra actividad artesanal. A este cronista de la época le sorprendió la excelente producción ceramista, y resalta que naves enteras se envían cargadas de este producto con destino a Venecia, Florencia, Sevilla, Portugal, Aviñón, Lyon, etc.
El crecimiento demográfico de la ciudad al socaire de la prosperidad económica hizo escribir al humanista italiano Lucio Marineo Sículo que Valencia a finales del siglo XV se había erigido en “la primera entre todas las ciudades de España”.
“Els jurats” de la ciudad de Valencia, en carta dirigida, en 1500, al pontífice valenciano de la familia de los Borja, Alejandro VI, arguyeron para solicitar la autorización papal de la fundación del “Estudi General-Universitat de Valencia” que Valencia era “una de les principals e populosa del mon”.
Después de recoger estas opiniones laudatorias sobre la ciudad y reino de Valencia no tiene nada de sorprendente que durante el reinado del Magnánimo, con la colaboración de su esposa la reina doña María de Castilla, Valencia se convirtiera en el principal emporio cultural peninsular de la Corona de Aragón. En su reinado se consolidará la Generalitat General del Regne, se crearon el Archivo del Reino y el cargo de Maestre Racional, se fundó el Real Colegio de Boticarios de la Ciudad y Reino de Valencia, fue proclamado Papa el valenciano don Alonso de Borja, con el nombre de Calixto III y se canonizó a San Vicente Ferrer. También se fundó el prestigioso monasterio de la Santísima Trinidad, se dignificó el Palacio Real, se remodeló el convento de Santo Domingo y se regaló a la catedral Valentina el Cáliz de la Santa Cena que se conservaba en la Aljafería de Zaragoza, las reliquias de San Luis, obispo de Tolosa y las cadenas del puerto de Marsella que se encuentran actualmente en la Aula Capitular de la “Seu”, como trofeo de guerra.
Los valencianos debemos sentirnos orgullosos de nuestro pasado y de proclamar nuestra personalidad después de repasar algunos acontecimientos en los que fuimos protagonistas de la Historia.
LAS PROVINCIAS. TRIBUNA. Opinión. Publicado el jueves 18 de febrero de 2010, p. 22
José Vicente Gómez Bayarri es Licenciado en Filosofía y Letras, Doctor en Historia,
Catedrático de Geografía e Historia, Académico de número de la RACV y Medalla de
Plata de la Ciudad de Valencia.