En 1976, el entonces Ministro de Gobernación Fraga Iribarne afirmó ingenuamente que la calle era suya. El siguiente medio siglo demostró día a día que no tenía razón ya que la calle pasó a ser dominio de la izquierda tanto cuando ostentaba el poder como, especialmente, cuando no lo hacía. Baste recordar a modo de ejemplo la violencia desatada ante la sede del PP en 2004 que cambió el signo del voto y el resultado electoral, como la famosa “alerta antifascista” proclamada por el entonces líder de Podemos.
En realidad la calle debe ser de todos siempre que se utilice civilizadamente. En la calle se puede andar, correr, descansar; se puede expresar la aprobación o descontento de la marcha del pais; podemos manifestarnos o movilizarnos pacíficamente y siempre dentro de las normas legales, sin interrumpir el tráfico ni alterar el orden público.
Hubo un tiempo en que se pensó en instaurar una zona especial para manifestarse, un “manifestódromo”, emplazado en una zona tranquila de la ciudad en las afueras del casco urbano. La idea fue abandonada por absurda ya que de lo que se trata es de dar visibilidad a los manifestantes, leer sus pancartas, escuchar sus consignas, calibrar su número, su determinación, admirar su contención, aterrarnos con su agresividad. De ahí que se busquen siempre lugares centrales como Colón en Madrid, las plazas de Cataluña en Barcelona o San Agustín en Valencia.
Existe la tentación de movilizarse frente a las sedes de los partidos políticos, lugar en que el mensaje resulta particularmente claro y transparente, aunque en esos lugares las masas se vuelven particularmente agresivas por lo que deben excluirse como también cualquier violencia callejera.
En estos días y vista la imposibilidad de frenar las ilegalidades gubernamentales, dispuesto su presidente a pactar con el diablo aceptando cuantas condiciones se le impongan, tales como la Amnistía, el Referéndum, la liberación de presos, la supresión de delitos. En tales condiciones el pueblo soberano apenas tiene más vía para hacerse oír que salir a la calle. Así lo hizo pacíficamente en los últimos días cerca de la sede del PSOE en Ferraz; a la policía se le fue la mano el primer día usando gases lacrimógenos. Y a los provocadores se les fue el segundo con el lanzamiento de adoquines y bengalas. Ambos excesos condenables.
Se da sin embargo la paradoja de que estas manifestaciones se organizan principalmente contra una ley de amnistía que entre otras cosas pide la condonación de los delitos cometidos por quienes se manifestaron en el “tsunami democratic” de forma mucho más violenta en los días del 1-0 de hace seis años.
Las movilizaciones van a seguir produciéndose como una de las escasas vías con que cuenta el país para escenificar el desacuerdo masivo contra un golpe de Estado que inexorablemente se está dando desde La Moncloa, absorbiendo todos los poderes del Estado y destruyendo la democracia.
Para frenar ese proceso solo queda la calle, la actividad de la oposición y la decidida actuación de algunos sectores del poder judicial. Vemos así que el CGPJ, el Tribunal Supremo y la Audiencia Nacional se enfrenta con el Tribunal Constitucional y la Fiscalía General.
El próximo domingo día 12 el PP ha convocado movilizaciones en todas las capitales de España. Pacíficamente, allí nos veremos.
Imagen: El Confidencial
Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga es Master en Ciencias Políticas y Económicas y Derecho.
Diploma de Altos Estudios Internacionales. Embajador de España en Bulgaria en 1993.
Primer Embajador de España en Macedonia en 1995.
Embajador de España en Bruselas WEU en 1997, entre otros cargos.