Grisel

El pasado viernes, 26 de septiembre, falleció en Castellón Grisel-Sofía Rodríguez Morado, de modo repentino. Nada hacía presagiar el desenlace. Sin dar la lata, como a ella le gustó vivir. Es de esas personas que, sin ocupar titulares de prensa ni reconocimientos públicos, agradecemos haber conocido y tratado, en mi caso desde 2009. El bien no hace ruido, y ella hizo mucho bien.

Era trabajadora social. Nacida en Montevideo (Uruguay), se licenció en Trabajo Social en la Universidad Católica Dámaso Antonio Larrañaga, de Montevideo, tras los cinco cursos académicos previstos. Era una opción profesional que le venía como “anillo al dedo”, para darse a los demás, con su preparación, su generosidad y su disponibilidad.

Siempre quería completar su formación, a la vez que trabajaba. No pactaba con la mediocridad ni la rutina. Tanto en Uruguay como en España a partir de 2003, se formó en la atención de la infancia, víctimas de violencia familiar, dependencia, terapia familiar, abusos sexuales, ayuda a refugiados. Con cursos presenciales o por internet, sabía que muchas cosas ordinarias, poco visibles en apariencia, pueden enfocarse adecuadamente según su competencia como trabajadora social. Pensaba en los demás.

En Uruguay, trabajó 25 años en el Instituto Nacional del Menor, en Adopciones. Quiso el calendario que Grisel tuviera una gran alegría unos días antes de fallecer, pues recibió la noticia de que, en España,  el 27 de septiembre se casaba Joaquín-Fernando, un niño que ella facilitó en adopción a un matrimonio residente en Madrid, que con gran generosidad se presentaron ante ella hace 30 años con deseos de adoptarle. La amistad entre María y Joaquín con Grisel fue, desde la adopción, en aumento.

Los cuatro abuelos de Grisel eran gallegos. Ella se sentía uruguaya y española, gallega, casi a partes iguales. Hasta que se trasladó con su marido a España en 2003, su espíritu viajero le llevó a participar en congresos y viajes en Argentina, Brasil y España: Galicia, Madrid, Sevilla, Barcelona, Mallorca, etc. Cultivó sus raíces gallegas y españolas.

Alegre, tenaz, luchadora. Voluntaria en Cruz Roja, Amics y ACNUR. Mostró su fortaleza asumiendo trabajos en almacenes de naranjas. Tal vez el ictus que sufrió y luego el alzheimer nos pareció demasiado dolor para una persona tan entrañable, pero lo llevó con paz, serenidad, y los últimos años en la Residencia El Pinar, del Grao de Castellón, con unos cuidados y afecto que valoraba: había trabajado como trabajadora social en varias residencias.  Hizo feliz a muchos, y ella fue feliz. ¡Gracias, Grisel!

  • Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
    Escribe, también, en su web personal.