En España no estamos viviendo unos años precisamente de altura política, sino de vergüenza y deseando que pasen pronto. Lo malo es que, de una bajeza y corrupción política más que extendidas, no se suele pasar pronto a una situación “normal”, y me conformaría con que viviésemos en un país normal políticamente.
Con un Pedro Sánchez sin principios –salvo uno, degradante, que es ser presidente del Gobierno a costa de lo que sea– no vale la pena recordar ahora los casos de corrupción, chantajes, compadreo con independentistas y filoetarras. La lista ya la hace cada uno.
Ni por asomo comparto la opinión o los deseos de quienes ven unas elecciones anticipadas. Aguantará todo lo que pueda, hasta el año 2027, salvo que haya alguna circunstancia imposible de prever ahora que le decante por adelantarlas si piensa que le conviene. Y no hay más. ¿Los socios de Gobierno? Saben en Junts, Bildu y compañía que con nadie van a chantajear más que con Pedro Sánchez.
Pedro Sánchez ha ido eliminando a cuantos le molestaban en el PSOE, de un modo o de otro. A Ximo Puig lo colocó en París con un sueldazo, y problema resuelto, para poner en su lugar a Diana Morant al frente de los socialistas valencianos, que está resultando un fiasco integral.
No me lo podía creer. Volví a releer las declaraciones de Diana Morant (Gandía, 1980), ministra de Ciencia e Innovación, secretaria general del PSPV. Mi asombro, perplejidad e indignación fueron máximos, por su sectarismo y crueldad hacia los valencianos ¡y pretende llegar a ser presidenta de la Generalitat!
Aspiraba, porque estas declaraciones son un auténtico suicidio político. Le van a perseguir donde quiera que vaya, hundida por lo que nunca debió omitir ni decir ahora. ¡Por eso quiere elecciones anticipadas ya, está herida de muerte! Una “valenciana” que sacrifica a los valencianos, y encima alardea. Lo nunca visto.
Afirmó que no le cogía el teléfono al vicepresidente Gan Pampols, responsable de la Reconstrucción tras la DANA, ni le contestaba los mensajes, porque “no iba a participar en la estrategia de maquillaje del señor Mazón”.
A cualquiera que tenga dos dedos de frente le indignan esas declaraciones. También han indignado a políticos valencianos de izquierdas, con larga experiencia y habiendo ocupado cargos públicos, como Enric Nomdedeu (Compromís).
Nomdedeu ha sido tajante en Facebook: ha escrito que esas declaraciones de Morant demuestran que “el gobierno central no ha estado al día y a la hora de dedicar todos los recursos a la reconstrucción”, son “una enorme falta de respeto por el autogobierno (que ella querría presidir), y, en definitiva, “no son las mejores credenciales para alguien que quiere dirigir” la Generalitat.
Yo todavía voy más lejos. Diana Morant carece de entidad política, no tiene peso propio, es títere de Pedro Sánchez. Estoy convencido de que no coger el teléfono ni contestar a los mensajes de Gan Pampols no lo decidió ella, sino que se lo impusieron desde Madrid. Y eso todavía me preocupa más.
Los socialistas de la zona afectada por la DANA deberían reaccionar, impidiendo que ella sea la candidata, por el bien del PSPV y por el de los afectados. Quien ha actuado así puede estar cometiendo tropelías, torpezas y crueldades en estos momentos, que podemos descubrir dentro de unos meses.
¿Qué pueden hacer los socialistas valencianos ahora? Que recojan firmas, que vayan con pancartas cada vez que pise Valencia, o incluso que amenacen con crear un partido socialista de la zona de la DANA, articulado con diversos partidos locales de Catarroja, Paiporta, Alfafar, etc., y pueden sacar unos cuantos diputados autonómicos –en perjuicio del PSPV-, provinciales y abundantes concejales, por supuesto logrando alcaldías.
La bajeza de Diana Morant ensalza la categoría humana y profesional de Gan Pampols: él podía haber dicho que la ministra “valenciana” ni le cogía el teléfono, y el teniente general se limitó a lamentar la falta de coordinación con el Gobierno central.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.
