1.- No me han sorprendido las últimas declaraciones del ministro de Justicia del Reino de España, señor Caamaño, sobre la sentencia del Tribunal Constitucional acerca del ajuste a la legalidad del Estatuto de Cataluña. Y no me sorprenden, porque de ciertos socialistas tan desnortados como él ya me lo espero todo. Con la caída del muro de Berlín, perdieron su referencia ideológica y se quedaron con las posaderas al aire. Desde entonces no han levantado cabeza en casi nada. En consecuencia, un ministro que tenía que ser en esta materia tan delicada y sensible el paradigma de la imparcialidad, sin ningún tipo de rubor se permite presionar públicamente a los magistrados del TC aconsejando con todo descaro institucional: Señores magistrados, el Estatut tiene tres años de rodaje, realmente caminamos sobre vías federales; han visto Uds que España no se rompe (sic). Tranquilos. Respeten al máximo el acuerdo entre Zapatero y Más y no retoquen demasiado el acuerdo entre estos dos grandes estadistas.
2.- No sé que habrán pensado mis alumnos de la UNED, cuando hayan leído las confusas teorías del señor Caamaño sobre el federalismo. Que yo sepa, y para que los lectores nos entiendan, soberanía es tanto como afirmar donde reside la legitimación del poder político. En el antiguo régimen la soberanía residía en el monarca y por eso se le llamaba el soberano. Todavía algunos periodistas al hablar del Rey emplean esta palabra en términos residuales. Desde nuestra Constitución de 1812, la soberanía reside esencialmente en la Nación. ¿Y qué es la nación?. La nación –término equivalente a pueblo- es el conjunto de los españoles. Y la constitución de 1978, reafirmó este concepto al hablar de la indisoluble unidad de la nación española. En esta línea argumental, España no es un estado federal señor Caamaño y además –esto es lo peor- Vd lo sabe muy bien. Un estado federal esta asentado sobre la unión voluntaria de soberanías originarias que ceden parte de su soberanía a un ente superior. Y aquí la única soberanía originaria es la del pueblo español en su conjunto. A él y solamente a él le corresponde decidir sobre su destino.
3.- Nunca le perdonaremos a Zapatero su frivolidad e irresponsabilidad en temas tan esenciales y substantivos para nuestra propia supervivencia como nación. Y espero que antes de que las urnas lo echen sean sus propios compañeros de partido los que se desprendan de tan penoso lastre. Si Zapatero quiere modificar o reformar la Constitución está en su derecho. Que dé la cara y que se ajuste a los procedimientos regulados en nuestra ley fundamental. Los españoles ya decidiremos lo que más nos convenga. Pero, mientras tanto, somos muchos los que pensamos que reformar la constitución con nocturnidad –nunca mejor dicho- y por la puerta trasera es una ligereza que habrá que pagar con la dimisión si el TC –como esperamos- reafirma la unidad de España como nación y no admite otras naciones o soberanías originarias . Y en segundo lugar, si queda de una vez muy claro la igualdad de los españoles ante la ley, y en especial la coexistencia pacífica de todas las lenguas de España en igualdad de condiciones. Después de casi treinta años eso de la normalización lingüistica ya suena a muy rancio.