Ya en Semana Santa, pueblos y ciudades se vuelcan en la Semana Santa, con una religiosidad popular que es llamativa. Todavía más llamativa en una sociedad como la española en que sigue disminuyendo la práctica religiosa de modo evidente, pero la Semana Santa continúa creciendo en arraigo y participación en las diversas procesiones. Es interesante reflexionar sobre este asunto. Disminuye la práctica religiosa, pero aumenta el fervor popular en estos días centrales para un católico, y me parece que es arriesgado simplificar la respuesta. Hay quienes piensan que es una contradicción no practicar la fe y, a la vez, sumarse con fervor real y visible a procesiones.
En mi opinión, no es una contradicción. Hay católicos que no acuden a los Sacramentos habitualmente –algo más en estos días, en que algunos recuerdan los mandamientos de la Iglesia de confesarse al menos una vez al año y comulgar por Pascua de Resurrección-, pero que se declaran católicos –de lo contrario, no se entendería que en la casilla de la Declaración de Renta la mayoría pongamos la casilla de Iglesia Católica, y no creo que sólo sea por la amplia labor social que hace –que la hace, y mucho, aunque algunos se empeñen en ocultarla, no teniendo que envidiar en nada a otras instituciones que también hacen labor social-, sino porque están bautizados y se declaran católicos sin rodeos. Algunos lo expresan: “tengo fe en Jesucristo, pero no en la Iglesia, en la jerarquía”, como justificando un distanciamiento de la práctica de su fe, cuando todos los católicos creemos por Jesucristo, no por la mayor admiración o ejemplaridad que nos inspiren católicos que conocemos o sacerdotes.
Practicar la fe habitualmente exige constancia, una fidelidad innegable. Mencionar la palabra “fidelidad” ya me sugiere una explicación: no está de moda la fidelidad, ni en el matrimonio ni a la fe, incluso justificando la infidelidad como maduración progresiva y variable como resultado de los sentimientos. Y surge otra palabra mágica, los “sentimientos”. En procesiones, pasos, velas al Santísimo y otras manifestaciones de piedad en estos días, lo emotivo y sensible aflora con facilidad, porque la Pasión, Muerte y Resurrección son hechos sucedidos que es difícil que no conmuevan o interesen. Estamos en la cultura del sentimiento, no de las convicciones arraigadas, y la fe practicada con constancia encuentra frecuentes excusas.
Algo de pena me produce quien sólo se plantea estos días como descanso y ocasión de turismo. Por fe o por el motivo que sea, hasta cultural, animo a participar.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.