1.- Hechos reales como la vida misma. La ley reconocía a los padres el derecho natural de elegir el tipo de enseñanza para sus hijos -en castellano o en valenciano-. Bastaba con manifestarlo en los boletines de preinscripción de los colegios. Hecha la ley hecha la trampa. Las normas no se colocaban en la cartelera de avisos de aquel centro escolar hasta después de iniciadas las vacaciones de verano. Según las bases, el padre que no pedía la línea en castellano automáticamente el hijo quedaba matriculado en la línea del valenciano. Es un hecho real que sucedía en un colegio de Castellón, controlado herméticamente por una minoría fanática de profesores nacionalistas.
2.- Hechos reales actuales: El Tribunal Supremo confirma algo tan evidente sentenciado tres veces por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña: en los boletines de inscripción en los centros de enseñanza debe constar, en igualdad de condiciones, las casillas que indiquen la preferencia paterna para la elección en lengua castellana o catalana en la educación de sus hijos. Un alto dirigente de la Generalitat, al día siguiente confirma una buena noticia: la administración catalana acata la sentencia. Pero inmediatamente surge la rectificación, adornada de un torpe eufemismo: no es preciso acatar la sentencia, porque la Generalitat ya cumple con la ley. ¿Qué podría haber sucedido en tan corto espacio de tiempo?. Muy sencillo: los esquerritas, los socios de Montilla y de Zapatero, habrían advertido que en el supuesto de aplicar la sentencia romperían el tripartito y el apoyo parlamentario al gobierno de Madrid.
3.- Otra vez la dictadura de los inasimilables del sistema democrático español, de los que acampan en la marginalidad institucional, pero a quienes se les regalan importantes áreas de poder y de decisión; la dictadura fanática e irresponsable de unos pocos sobre el conjunto de la voluntad mayoritaria del pueblo en su conjunto, gracias a la irresponsabilidad de unos gobernantes que no conocen o no tienen principios y gracias a un trasnochado sistema electoral, letal para la supervivencia de la nación española, si no se corrige a tiempo.
4. Lo normal es que sean los padres quienes elijan las lenguas vehiculares para la enseñanza de sus hijos. Es un paso, solamente un paso. Pero algo es algo.
5. El debate se extiende a Valencia. Una diputada del Partido Popular, Beatriz Gascó, está luchando con mucho ardor para desenmascarar las trampas del señor Vicente Marzá, Conseller de Compromís, decidido partidario de la independencia de los fantasmales Paísos Catalanes, y a quién sin muchos escrúpulos de conciencia el presidente Ximo Puig no dudó en entregarle la responsabilidad de la educación de nuestros hijos. Sí, no se equivocan: el señor Marzá es ese conocido separatista, el que no tuvo reparos en afirmar “Sin Valencia no hay independencia de Cataluña. Sin desobediencia tampoco”. El que quiera entender que entienda.