Nos dijeron que era Bin Laden, o sea, el malo, el villano, y que por eso era necesario vengarse invadiendo Afganistán; creo recordar que en esos momentos nadie cayó en la cuenta de preguntar si lo de Afganistán era porque residía allí, que parece que tampoco. Eso fue lo que ocurrió en el atentado del 11 de septiembre en Nueva York.
Fue como una película de Hollywood para adolescentes. Solo que fuera del cine, a las tres de la tarde y en pleno telediario, en directo. Y nos decían que era de verdad. Desgraciadamente esto no cuadró nunca. Luego, lo de Afganistán estuvo amparado por las lógicas ansias de venganza de un pueblo herido, que se posicionó apoyando a su Presidente, ya saben, el que usaba botas de montar tejanas. Pero también sabemos que la masa no piensa, solo siente. De ahí que sea relativamente fácil su manipulación.
Ahora un tal Dimitri Khalezov ingeniero nuclear (hay un video espeluznante en el que se le entrevista en internet) acaba de explicar qué ocurrió realmente. Al parecer, según Khalezov, el protocolo de construcción de rascacielos en Manhattan exige un plan de demolición previo a conseguir la licencia de construcción y como parte de la documentación básica. Oh sorpresa!, el plan de demolición para las Torres, unos edificios que eran unas auténticas fortalezas, era un demolición basada en una explosión nuclear, como suena, la única capaz de hacer puré las miles de toneladas de acero con las que estaban construidas provocando los mínimos daños a las construcciones adyacentes.
Puede que nos parezca inverosímil, pero lo cierto es que únicamente la existencia del elemento nuclear, y con él, la radiación, es capaz de explicar por qué han muerto de cáncer todas las miles de personas que acudieron a socorrer a las víctimas, tanto bomberos, como policías, como personal civil. Está claro que murieron por aspirar algo más que cemento, en este caso sería polvo radioactivo. En realidad han muerto tantos, y siguen muriendo ahora, que el Congreso de los EEUU acaba de aprobar un plan de contingencia médico especial para atender sus gastos.
Que se tratase de una explosión nuclear controlada explica por qué, igualmente, se procedió a denominar, por las propias autoridades, la zona de la misma como “Zona Cero”, que es la forma lingüística que se utiliza habitualmente para determinar el lugar exacto donde se produce cualquier explosión nuclear, tal y como así se definía y constaba en todos los diccionarios antes del año 2000.
Físicamente, por otra parte, es la única explicación para entender cómo unas fortalezas constructivas de acero como aquellas fueron succionadas por el subsuelo, tal y como aparece en las filmaciones, que las devoró como una sartén al rojo devora un helado, convirtiéndolas instantáneamente en polvo; puesto que sólo una explosión nuclear es capaz de producir el calor y la energía necesaria para derretir unos monstruos de acero como aquellos; y no es posible que el queroseno de unos aviones provoquen otra cosa distinta a un incendio, totalmente incapaz de fundir acero.
Una explosión nuclear no se apaga enseguida, tarda tiempo, y esto también explicaría por qué meses después, en el agujero de la zona cero las excavadoras continuaban encontrándose restos incandescentes, tal y como aparece en algunos videos.
Todo esto nos lleva a lo que siempre hemos sospechado. Hollywood produce su verdad y su historia. Es lo que se denomina la posverdad, la gasolina de los prejuicios. Y esta no tiene nada que ver con la realidad. Pero es lo que consume la masa. A partir de aquí se funciona.