El independentismo catalán ha provocado, entre otras cosas, una convivencia muy tensa y difícil entre los catalanes. Hasta la Sanidad catalana aconseja pausas para sobrellevar el estrés.
El cantautor Joaquín Sabina lo dijo este martes: “No es Cataluña contra España, sino Cataluña contra Cataluña”. La ley del referéndum ha sido declarada nula, por unanimidad en el Tribunal Constitucional, pero no espero que Puigdemont cambie de opinión hoy, que expira el plazo otorgado por Rajoy.
Más de 700 empresas se han marchado de Cataluña, la penúltima de ellas la emblemática Codorníu. La sangría económica para Cataluña no ha hecho más que empezar, si no se endereza pronto la situación. La tensión política es comentario diario en tierras catalanas y en toda España.
La tensión a causa de la independencia entre los catalanes ha ido en aumento. Algunos hablan de que se ha vuelto “insoportable” la vida cotidiana, conversar con amigos, ir por la calle, hacer alguna compra, tomar unos cafés.
Hablo con familiares y amigos que viven allí. Entre los independentistas hay personas respetuosas, que de verdad viven el pluralismo y no crean precipicios ante los amigos, familiares, colegas o vecinos que están en contra de la independencia. Pero un sector de los independentistas quiere imponer su tesis – en absoluto dialogan -, con pintadas, comentarios insultantes y todo tipo de faltas de educación y respeto.
Entre los independentistas violentos parece que abunda ese personaje de un chiste, que resume el autoritarismo y la visión parcial de cuanto sucede. El chiste en cuestión es que un conductor va circulando por una carretera, y oye por la radio: “¡Atención, hay un conductor que circula en dirección contraria!”. Su respuesta es: “¡Uno no, todos!”.
El independentista intransigente se cree investido por la verdad máxima, todos cuantos opinen distinto están equivocados. Y por mucho que haya habido una “votación” el 1-O –ilegal, declarada nula por el Tribunal Constitucional, siendo conscientes de que la mayoría de los catalanes no quiere la independencia, avisando desde el exterior que no reconocerán una Cataluña independiente-, lo que no quieren es escuchar, sino imponer autoritariamente, descalificando a quien no piensa de igual manera.
Irrespirable un clima así, en la convivencia diaria, por encima de banderas o manifestaciones: es el día a día. Me decía una persona: “Todos o casi todos sabemos lo que piensan nuestros amigos y familiares, pero he decidido no hablar del independentismo con los que son partidarios, porque no quiero perder esa amistad o enturbiar un lazo familiar”.
Ha habido, y hay, adoctrinamiento político en centros escolares y asociaciones. Los independentistas trazaron un plan para hacerse con el control de los colegios profesionales, y una buena parte de ellos se manifiestan ahora a favor de la independencia. Tuvieron y tienen una estrategia, un plan, mientras que desde los sucesivos Gobiernos centrales no los ha habido, y tampoco ha habido una movilización ciudadana previendo el auge del independentismo.
Convivir es compartir opiniones distintas con respeto, incluso admitiendo en la pluralidad un modo de enriquecer el diálogo. Ahora, convivir para muchos catalanes no-independentistas es callar ante amigos y familiares, para no escuchar como primer insulto “¡español!” y luego una retahíla de lindezas. Se ha creado la división entre catalanes que Joaquín Sabina ha expresado.
En ese clima no sólo las empresas se están trasladando. Funcionarios y empleados que piensan pedir el traslado a otra comunidad autónoma, veraneantes que ponen a la venta su apartamento en Salou o Comarruga para ir a veranear a otra comunidad autónoma, estudiantes que pedirán el traslado a otras universidades, jubilados que se plantean irse ya, y así un largo etcétera.
La convivencia debe ser posible en Cataluña, y los independentistas intransigentes deben reflexionar. Se dice que han caído en un “precipicio emocional”, en que no es realista exigirles que razonen. Ojalá, pase lo que pase en Cataluña los próximos días, meses y años, al menos puedan convivir en paz todos. Difícil tarea.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.