ANOTACIONES HISTÓRICAS Y FILOLÓGICAS QUE SE EXTRAEN DEL LIBRE DEL REPARTIMENT DE LA CIUTAT I REGNE DE VALENCIA (III)
Libre del Repartiment de la Ciutat i Regne de Valencia fuente de gran valor filológico
Los índices de antropónimos y topónimos registrados en el Libre del Repartiment del Regne de Valencia constituyen una prueba evidente de la existencia de una “parla romanç valenciana” anterior a la conquista de estas tierras por las huestes de Jaime I en el siglo XIII.
Una muestra testimonial se puede extraer de los índices elaborados por Mª D. Cabanes y R. Ferrer de la transcripción del Libre del Repartiment I. Limitaremos nuestra labor a registrar sólo algunos nombres que empiezan por la letra “A” para evitar ser extraordinariamente prolija la relación.
“Abdalla Abensalbo”, “Abdalla Abnavarro”, “Abdalla Alba”, “Abdalla Almachro”, “Abdalla de Sogorb” (Segorbe), “Abdalla Uarat Ferro”, “Abdalla Xempitani”, “Abdulmelic de Morela” (Morella), “Aben Jacob”, “Aben Vivent”, “Abencostal”, “Abenexalbo”, “Abensalmo” (y variantes lexicográficas), “Abinbedel”, “Abinserraila de Murvedre”, “Abnaglop”, “Abnalgomez”, “Aborrabe Abin Peniscola”, “Abrahim Abenazero”, “Abraim Abisquert”,“Abrahim Huarat Vives”, “Abrahim Huarat Benvives”, “Abrahim Oreylla”, “Abrahim de Paterna”, “Abrim Almorelli” (Morella), “Abulleçin Abinmahore”, “Açach Crespi", “Açan Abinxigara”, “Açan Alpartani” (Paterna), “Haçam Alpatarni” (Paterna), “Açan Amayorchin” (Mallorca), “Açan Avengoçar”, “Açecami Algaçeri” (Alzira) “Acen Axatebi” (Xàtiva), “Açmet Abenavida”, “Açmet Abintauro” “Açmet Abnamavoc”, “Açmet Ambonel”, “Açmet Amizlati” (Mislata), “Açmet Barbacorta”, “Açmet Matmogutç”, “Aladarp Abrahim Alvalenci” (Valencia), “Alboyaban” (Alboraya), “Alcesaraugoci” (Zaragoza), “Alcolobri”, “Alcordivi” (Córdoba) “Alhag Abincinegra”, “Ali Abenavida”, “Ali Abengara”, “Ali Abinvivax”, “Ali Almorelli” (Morella), “Ali Almorveteri” (Morvedre), “Ali Ambonel”, “Ali Ardit”, "Ali “Avenzalamon de Alponte” (Alpuente), “Ali Borrell”, “Ali Corriola”, “Ali Matalcasus”, “Ali Tortoxi", (Tortosa), “Ali Uarat Lopo", “Almentel", “Alpich", “Alponti” (Alpuente), “Amaç Loça”, “Amat Marçe”, “Ambacha”, “Amet Aben Arrap”, “Amet Abnazafra”, “Amet Abulpaniç”, “Amet Aburrieni” (Borriana), “Amet Alcaraç”, “Amet Almenezery de Roçafa” (Ruzafa), “Amet Almorveteri” (Morvedre), “Amet Almurçi" (Murcia), “Amet Altaraçoni” (Tarazona), “Amet Alxest” (Xest), “Amet Axullani” (Chulilla), “Amet de Cebra”, “Amet de Morella” (Morella), “Amet de Paterna” (Paterna), “Amet Sancta Martini”, “Anavarro”, “Arroçafi” (Russafa), “Atech Abinsalamon”, “Aven Bona”, “Avencosta”, “Avendona” o “Avendonna”, “Avenferriz”, “Avenfocon” “Avengaça”, “Avenvives”, “Avencalamon”, “Avenchopar”, “Axogorbi” (Segorbe), etc. etc. etc.
Asimismo, el historiador Roque Chabás cita numerosos apodos geográficos de forma adjetivada arábiga recogidos del Libre de Repartiment que comienzan por “A” y finalizan en “I”. Estos nombres tan genuinos son testimonio de la coexistencia diglósica de dos hablas, una romance y otra arábiga, que dieron lugar a la formación de los mencionados hibridismos lexicográficos. El arabista Asín Palacios subrayó que “la hibridación árabe-romance es un fenómeno perfectamente natural y explicable, que no podía faltar en un léxico usado a la vez por gentes bilingües”.
El estudioso de la fonética hispano-árabe y de los arabismos en el ibero-románico Arnald Steiger afirmó: “en el ámbito de la civilización mixta hispano-árabe no escasean las formas híbridas, compuestas por un elemento árabe y otro hispano”.
La ciencia toponímica, antroponímica y la hagiotoponimia compilan múltiples voces que pertenecen al habla mozárabe, reflejando en ellas los cambios fonéticos del lugar. El erudito valenciano-musulmán Ibn al-Abbar recogió numerosos ejemplos.
También los hibridismos juegan un papel importante para confirmar la pervivencia de multitud de nombres romances; antropónimos formados, en muchos casos, con una partícula o nombre árabe y otro romance, formando nombres mixtos o compuestos. Basta observar los apellidos de origen mozárabe que van precedidos de “Aben”, “Ibn”, “Abdalla”, “Açan”, “Ali”, etc., en el Libre del Repartiment.
F. J. Simonet registró en la antroponimia hispano-musulmana abundantes apodos, designando la fuente y el origen de procedencia del personaje aludido; F. Codera elaboró una larga lista y J. Ribera afirmó que “un indicio probatorio del uso general, en la España musulmana, del romance es la frecuencia que degenera en abuso de aplicar apodos romances a las personas literatas y a grandes dignatarios del imperio”. Se sabe que estos apodos eran pronunciados por los alfaquíes y personas literatas, no según la grafía árabe y en lengua árabe, sino en la forma romance y con la pronunciación romance; lo cual no se concibe si el romance hubiese desparecido o lo ignoraban esos literatos.
En fuentes cristianas los escribanos reflejan el léxico con las grafías más apropiadas al sonido que pretendían representar, en función de su aragonidad, catalanidad o valencianidad, sin ajustarse ortográficamente a ninguna normativa, por inexistente. Donde mejor se observa es en los topónimos y en los antropónimos; un ejemplo de ello se observa al registrar las variantes toponímicas de “Algesira”, “Algezira”, “Aliaçira”, “Aliasira”, “Aliazira”, “Aliesira”, etc. (Alzira), grafías que reproducen con cierta aproximación el sonido o fonética y el vocabulario romance usado por los ocupantes de estas tierras.
La investigación toponímica tiene un considerable valor histórico por el fuerte arraigo de las denominaciones corográficas y por la resistencia a su sustitución. La proyección histórica que encierran los nombres de lugar es indudable. Se ha subrayado que el campo toponímico puede llegar a reflejar una dialectología cristalizada.
A través de los “romancismos” registrados se observa los estadios del cambio evolutivo del “romanç valencià”. Este “corpus” léxico permite enlazar con mayor facilidad los puntos de vista diacrónico y sincrónico, y al mismo tiempo constituyen una serie de voces enraizadas en la tradición léxica de la zona. Los topónimos presentan una gran resistencia a la desemantización. No deben ser considerados reliquias o versiones arcaizantes de antiguas hablas, sino que el proceso lingüístico y su propia diacronía originó las variantes fonéticas y ortográficas, adaptándose al momento sociolingüístico del área de Valencia.
El vocabulario de una lengua es el resultado de la simbiosis de un conglomerado de léxico autóctono y de aportaciones de diversa índole y procedencia que reflejan la evolución histórica, procesos de culturización y aportes científicos y técnicos de cada etapa histórica.
El tiempo de dominio islámico sobre el territorio valenciano duró institucionalmente desde el 718 hasta 1245. Durante estos 527 años - salvo algún paréntesis; conquista de Valencia por el Cid - la superestructura dominante fue islámica; ahora bien, los contingentes autóctonos; muladíes y mozárabes representaron siempre la mayoría poblacional frente al conjunto de árabes, berberiscos y judíos que formaban las minorías.
El grado de asimilación sociocultural y sociolingüística arábiga fue mayor entre los muladíes que entre los mozárabes. Los excelentes estudios de F. J. Simonet, Eguilaz y Yanguas, Roque Chabás, J. Ribera, Asín Palacios, Lévi Provençal, González Palencia, García Gómez, Henri Pérès, I. de las Cagigas, Sánchez Albornoz, Huici Miranda, A. Ubieto, Mª D. Cabanes, L. Peñarroja, J. V. Gómez Bayarri, entre otros, han puesto de manifiesto la importancia que tuvo la población y cultura indígena, como se evidencia, entre otros campos en el lingüístico, por la cantidad de voces de origen romance registradas en “Glosarios” y en manuscritos; asimismo mantienen la pervivencia de vestigios de hablas romances en documentos medievales de Al-Andalus.
J. Ribera y Tarragó afirmó que “en la España musulmana existieron dos lenguas literarias: el árabe clásico y el latín clásico, y dos lenguas vulgares: el árabe vulgar y el latín vulgar o romance” y sostuvo que “el árabe vulgar y el latín vulgar fueron dos lengua usadas indistintamente por las mismas personas, no sólo por los cristianos de las España musulmana, sino también por los musulmanes andaluces” y S. M. Stern, va más allá al distinguir, aparte del bereber, cinco modalidades lingüísticas: a) el árabe vulgar, b) el romance vulgar, c) el árabe clásico, d) el latín clásico y e) el hebreo.
El arabista Emilio García Gómez señaló que en la España musulmana hasta el siglo XIII existió una especie de “triglosia”. Las personas cultas hablaban tres lenguas: el árabe clásico, el árabe dialectal y el romance. Con los españoles neo-musulmanes -muwalladún -, así como con los mozárabes, se fijó y perpetuó en al-Andalus el idioma romance hispano desde la Alta Edad Media.
El arabista y latinista Huici Miranda, especialista y estudioso de fuentes arábigas y latinas medievales, analizó los aspectos sociopolíticos en su obra Historia Musulmana de Valencia y su Región y llegó a la conclusión de la pervivencia del “romanç” entre los mozárabes y muladíes, así como el carácter bilingüe de la sociedad valenciano-musulmana, independientemente de la religión que practicasen, dándose una tendencia al aprendizaje del árabe sin olvidar la lengua ancestral romance, y sostuvo que “aunque el árabe se difundió entre los “muweladas”, éstos nunca olvidaron la lengua romance y la usaron casi exclusivamente en su trato con los mozárabes”.
El medievalista Antonio Ubieto subrayó que la convivencia entre la comunidad musulmana que se quedó en tierras valencianas y los nuevos pobladores fue en general relativamente fácil, como lo fue con la conquista de Zaragoza un siglo antes, aunque con el tiempo se producirán algunas insurrecciones. Dicho historiador sostuvo que “ni siquiera el idioma era una dificultad, ya que estos musulmanes habían tenido como idioma oficial el árabe, mientras que en la conversación ordinaria utilizaban el romance, que era distinto al que hablaba en lo que conoceremos después con las denominaciones de Aragón o resto de España”.
Cabe recordar lo que subrayó A. Ubieto: “la región valenciana no sufrió un cambio en sus estructuras humanas con el cambio de sistema político en el siglo VIII, aunque sí religiosas. Como tampoco ocurrió en el siglo XIII con Jaime I”. La islamización significa una conversión religiosa, no un cambio de raza o de lenguaje.
Reiteramos que el habla “romanç” no existió exclusivamente en función del colectivo mozárabe de Valencia. Los moros de Peñíscola se expresaban en lengua “romanç” cuando dialogaron con el rey Jaime I al entablar negociaciones para entregar el castillo y dicha población, hecho que aconteció en 1235, fecha en la cual se consumó la rendición.
Según M. Mourelle de Lema “el valenciano debió seguir su evolución dentro de la línea diacrónica mozárabe”. L. Peñarroja Torrejón al tratar ciertos problemas fonológicos del mozárabe de Valencia aprecia que “una de las claves de comprensión de los hechos reales estriba en la expresa distinción entre el romance transmitido por conducto árabe y el propiamente mozárabe; es decir, entre el uso vivo, hablado y evolutivo, y el estereotipo arabizado”. Dicho autor sostiene la tesis de la pervivencia del “romanç” durante la dominación musulmana, la existencia de una mozarabía valenciana y de un “parlar romànic Valencià” anterior a la reconquista del reino cristiano de Valencia.
El concurso de los historiadores es determinante para estudiar los orígenes y acontecimientos que condicionan la vitalidad de una lengua y concretamente la valenciana. La lengua es un hecho cultural y, por tanto, histórico. Pretender hacer “tabula rasa” de la historia valenciana y justificar que se habla catalán en Valencia porque hace casi unos ocho siglos se asentaron un número exiguo de colonos catalanes como consecuencia de la conquista de Jaime I es hacer abstracción de su devenir histórico e ignorar el sentimiento sociolingüístico del pueblo valenciano y su rica literatura. André Martinet señaló que “los sucesos históricos y sociales influyen en una lengua”. Una lengua está formada por un conjunto de capas léxicas estratificadas resultado de los aportes lingüísticos de los diversos pueblos que se han asentado en el territorio; aserto que ratifica J. San Valero al subrayar que “nuestro valenciano, es un conjunto lingüístico constituido por elementos derivados básicamente del bajo latín hablado por todo el pueblo hasta el siglo VIII, enriquecido del siglo VIII al XIII con arabismos y desde el siglo XIII hasta el día de hoy por catalanismos, provenzalismos, aragonesismos, castellanismos, etc., con unos cultivos modernos, y nuestras tendencias fonéticas, palabras y expresiones que van desde el ibérico hasta los tecnicismos actuales, pasando por el visigodo, lenguas norteafricanas no arábigas, italiano, francés medievales o modernos, etc.. Es decir un embrollo vital, no tan simple como se hace creer”, hipótesis con la que coincidimos plenamente.
Entendemos que la “parla” valenciana constituye una lengua románica autóctona. “Románica” porque la base lexicográfica y gramatical es el latín y “autóctona” porque se formó y desarrolló esencialmente en el área territorial valenciana. El Libre de Repartiment y los “Glosarios” medievales así lo confirman. Asimismo, consideramos que el tema del estudio del origen y evolución de una lengua no es un tema exclusivo de doctrina filológica.
José Vicente Gómez Bayarri es Licenciado en Filosofía y Letras, Doctor en Historia,
Catedrático de Geografía e Historia, Académico de número de la RACV y Medalla de
Plata de la Ciudad de Valencia.