Entramos en la UE en 1986, a toda prisa, pensando que esos grandes países europeos, “los grandes”, nos dejarían, por fin, ser europeos de primera, entrar en la fiesta, participar de la feria y subir a las atracciones. Sin embargo, treinta años después, nos encontramos con que no hemos subido a ninguna atracción, al parecer desde Europa se nos ve solo como camareros (una profesión tan digna como cualquiera, pero insuficiente para la economía de un país), y que por el camino, nos han robado la cartera, arruinándonos, y manteniendo la estúpida pretensión, además, de intentar convencernos de que se vive mejor sin dinero, insultándonos y humillándonos, para más inri, con aquella denominación de “pigs”.
Bien, si alguien pensó alguna vez que la UE se conformaba para mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos, es momento ya para que abra los ojos a la realidad. Si alguien pensó que la UE iba a velar por sus habitantes, es momento para que se pellizque y sea consciente de la situación. Más bien, las elites globalistas que controlan Europa en estos momentos, ven a la UE como una enorme vaca a la que ir ordeñando, hasta que no le quede leche, sin más.
La realidad es demasiado evidente, la actual UE está diseñada a la medida de estas elites, empezando por una moneda que ha tenido el efecto mágico de arruinar a todo el mundo, el euro, duplicando el precio de todo al día siguiente de su entrada en vigor. Unas elites compuestas por los grandes, los bancos, empresas multinacionales, corporaciones, trusts, holdings… Y siendo éste un hecho que lo condiciona todo. Por ejemplo, el puesto de Presidente de la Comisión Europea ha sido desempeñado de toda la vida por el Sr. Junker un hombre especializado en conseguir que las grandes multinacionales no pagaran impuestos, y que además ha empeñado su carrera en conseguir que la UE se convirtiera en el juguete de éstas.
De manera que las políticas de la UE no están erradas, en realidad, nadie se confunde, nadie se equivoca, sencillamente van dirigidas, traicionando a sus ciudadanos, a constituir la Unión Europea en un instrumento al servicio de los intereses de esas elites, alejándonos cada vez más de la civilización, y adentrándonos en el pantanoso terreno de la barbarie y la esclavitud, imponiendo a toda costa del principio de eficiencia económica, como principio máximo, en derredor del cual, al parecer, deben de girar las personas, y no al revés, sometiéndolas; un principio llevado a su aplicación extrema, y tan exacto como inhumano y cruel, que implica que las posibilidades de participar en la vida económica por parte de los ciudadanos de a pie se esfumen o desaparezcan por completo, y convirtiendo, de facto, al 99% de la población en innecesaria dentro del proceso productivo.
Este escenario funesto es el que contemplamos hoy día en la UE y especialmente en España.
Tenemos datos que corroboran esta dirección. En nuestra historia reciente, podemos encontrar muestras de todo esto. No es algo que venga de nuevo, todos sabemos que no hace tanto tiempo, en 1974, España era la décima potencia mundial a nivel industrial, sin embargo, a raíz de la entrada en la UE, en 1.986, se procedió a cerrar la industria en Asturias (Hunosa, Ensidesa), en Bilbao (Altos Hornos de Vizcaya), en Sagunto (Altos Hornos del Mediterráneo), en El Ferrol, en Cartagena o en Cadiz. Por si todo esto no fuera poco, se limitó drásticamente, nuestra capacidad productiva de sectores clave como la pesca, el lácteo, vid, olivo, entre otros.
Y el proceso no acaba aquí; en estos momentos, se está en actuando en la misma orientación, si no lo impedimos, de acabar con todo el otrora potente sector primario español, entre el que se encuentran los cítricos, el arroz, el aceite de oliva, todo tipo de verdura de huerta…, para tal labor se utiliza la figura jurídica del TRATADO DE LIBRE COMERCIO INTERNACIONAL, que ni es libre ni es comercio, efectivamente, consiguiendo que España, un país mediterráneo, tradicionalmente abundante en todo tipo de productos, pueda llegar a convertirse, como les ha ocurrido a otros países, en dependiente en temas alimentarios. Consiguiendo así que su población se encuentre en situación permanente de emergencia alimentaria y económica.
Es evidente que no sólo nos jugamos aquí el dinero. Nos jugamos el principio de soberanía alimentaria. Nos jugamos nuestra propia dignidad como personas, en definitiva, nos jugamos, a la larga, ser libres o convertirnos en esclavos.
Europa si, sus políticas no.