“Todos hemos nacido libres e iguales”. (Art. nº 1 Declaración Universal de Derechos Humanos)
Cuando Naciones Unidas en 1948 lanzó la citada Declaración Universal de Derechos Humanos al mundo, muchos debieron pensar que fue más bien una súbita declaración de buenas intenciones que el resultado de un proyecto, de un concienzudo estudio de derechos realizados por hombres sabios, que tras largas jornadas de debates, alcanzaran unos acuerdos con esperanzadores resultados, con nuevas expectativas a las naciones, para que en pocas décadas solucionaran los graves problemas de libertades y desigualdades de los países, que después de 70 años, todavía las padecen. Personalmente, después de mucho tiempo de reflexionar sobre el tema, y solo a la vista del complicado y peligroso panorama mundial actual que nos asusta, y con la situación migratoria africana en Europa, me inclino a considerar que esa Declaración de buenas intenciones de Naciones Unidas fue insuficiente y timorata, difícil de imponer e imposible de cumplir.
En otra ocasión decía, citando a Gandhi, que los Derechos para que se llevaran a cabo tenían que ir acompañados por Deberes que los defendieran. No es posible. No tiene sentido no entender que el mundo tiene unas sociedades tremendamente heterogéneas, complicadas y complejas, con exigencias de muchos derechos y pocos deberes que cumplir. Es inexplicable que Naciones Unidas no aconsejaran, al menos años después, otra Declaración -ésta de Deberes- que complementara y reforzara la anterior. Además, en aquella primera Declaración, en su preámbulo tampoco figuraban programas concretos y líneas de actuación, ni cómo conseguir dotaciones económicas que entre todos se pudieran llevar a cabo los objetivos. Al articulado no le faltaba positiva intencionalidad y buenismo, pues los 30 artículos, eso sí, permiten al ser humano preguntarse muchas dudas sobre ellos. ¿Quiénes, cuándo y cómo van a ayudar a mi familia? ¿Quién me va dar la libertad y la igualdad de derechos ante los demás? Para los creyentes el Creador que se cuida de todo. ¿Y para los que no creen, o pasan hambrunas, miserias, enfermedades… y no disponen de nada suyo para subsistir?
Es evidente que en muchos países se puede nacer libre o esclavo, rico o pobre, sano o enfermo, hombre o mujer, en dictadura o en democracia, con yihadismos o comunismos, con culturas diferentes…En otros no (las mujeres son siempre seres inferiores) ¿Quién debe igualar y liberar las tremendas diferencias reales entre los seres humanos? Entendemos que correspondería claramente y en exclusiva al mismo hombre y a sus organizaciones internacionales. ¿A través de sus libertades y buenas intenciones, dictadas por sus conciencias? ¿A la espera que fraternalmente se despierten y se activen, pensando en los demás? ¿Y si no se activan, como ocurre con frecuencia? ¡Lamentable!
Dice el refrán popular “que no es lo mismo predicar que dar trigo”. Es decir, no es lo mismo anunciar Igualdad de Derechos para todos los seres humanos –como anunciaron Naciones Unidas- que exigir y conseguir para todos Igualdad de oportunidades, no discriminaciones de Género, Raza, Cultura o Religión, respeto al esfuerzo, trabajo y talentos de cada cual, con las ayudas y organizaciones necesarias; pues si importante es el predicamento, más lo es el dar trigo, y si fáciles son las palabras -que se las puede llevar el viento- se entiende que más positivo y decisivo debería ser que todos tuvieran trigo, cosechas, agua, inversiones, riqueza, infraestructuras, puestos de trabajo…en origen, en sus países respectivos. Para empezar a soñar, por ejemplo: Europa con África, América del Norte con América del Sur, Asia del Norte con Asia del Sur, Malasia y Japón con el resto de Oceanía. Como sueño, utopía o ironía personal se lo propongo a quien corresponda de Naciones Unidas, aunque entiendo que “los sueños, sueños son” y no reciben contestación, como diría Don Pedro Calderón de la Barca en su obra “La vida es sueño”, cuando se preguntaba: “¿Qué es la vida? Un frenesí - ¿Qué es la vida? Una ilusión - una sombra una ficción - y el mayor bien es pequeño - que toda la vida es sueño - y los sueños, sueños son”. Aquí está el presente de muchos sueños, para recuerdo en el pasado y añoranza en un futuro que queda por venir, para seguir soñando sueños o realidades.
Decía en otra ocasión al hablar de la pobreza, que no haría falta ir o conectar con el campamento de refugiados y desplazados más grande del mundo de DADAAB (Kenia) con más de 500.000 personas en tiendas de campaña, soportando sus ocupantes temperaturas de más de 40 grados, pues ahora, hoy, en las aceras de las calles de nuestras ciudades –en las puertas de las Iglesias y comedores sociales- los tenemos, que esperan de nosotros ayudas y soluciones concretas, como también palabras de ánimo y de esperanza no retoricas, como en Naciones Unidas, que podrían hacer más de lo que hacen. ¿Dónde están las redes sociales en la solución de estos graves problemas? Existen como en Kenia zonas de África, Asia y Sudamérica (pobreza extrema) que juntas, entre pobreza absoluta (no cubre las necesidades primarias) y pobreza relativa (en comparación con los demás) hacen que en el mundo más del 50 % de la población actual vive con menos de 2 $ al día, y más de 1000 millones de seres humanos lo hacen con menos de 1 $ diario, pasando verdadera hambre y otras miserias humanas, ante la indiferencia del resto, en especial de las potencias.
El maravilloso concepto que expresa la palabra Igualdad en su primera acepción queda claro, al entender que todo ser humano es igual en cuanto a dignidad, derechos, deberes y libertades. Existe otra derivada, también maravillosa de la Igualdad cual es la Diversidad, que al mismo tiempo de iguales, nos hace diferentes y que es la clave de la espectacular evolución, sin pausa, de nuestra Creación. Así, al contemplar un grupo de abetos desde la linde de un bosque observamos que no hay dos árboles iguales. Si nos deleitamos con las flores de un jardín vemos eso, diversidad de colores y flores, es decir colorido y diferentes aromas. Si buscamos la diversidad de animales de la misma especie, la encontramos de inmediato, basta recordar la célebre película de “Ciento y un Dálmatas” en la que todos los perritos son aparentemente iguales, pero no lo son, sus manchas negras les delatan que son distintos. Por último, al fijarnos en la raza humana, observamos que entre millones de seres no hay dos iguales. Existen grandes diferencias, unas físicas, otras superiores, como la inteligencia, la memoria, la voluntad, el carácter… marcando una enorme y necesaria diversidad entre todos los seres humanos. ¿Entenderíamos un mundo solo de hombres o solo de mujeres? ¿Funcionaría una sociedad solo de políticos sin funcionarios? ¿Solo de maestros sin alumnos? ¿Solo de arquitectos sin albañiles y fontaneros? ¿Solo de delincuentes sin policías? Solo de padres sin hijos?
Afortunadamente el Creador lo ha previsto todo y tenemos santos a quien imitar y escépticos a quien convencer. Escritores a quien leer, y compositores a quienes escuchar. Maestros que enseñan, y alumnos que aprenden. Padres que dan, e hijos que reciben. Médicos que curan, y enfermos que sanan… ¡Maravillosa Igualdad y Diversidad! Porque gracias a ellas permiten que nuestras vidas sean un sueño, un frenesí o una ilusión, como se preguntaba Don Pedro Calderón de la Barca, hace más de tres siglos, si eran sueños o una realidad el seguir viviendo o soñando.