Siete presidentes se han sucedido al frente de nuestro gobierno en las quince legislaturas habidas desde 1978. Ninguna de las anteriores catorce fueron tan turbulentas como la que acabamos de estrenar el pasado día 29.
Una vez más las Cortes lucieron sus mejores galas: la puerta de los leones abierta para las grandes ocasiones con el baldaquino desplegado, los Reyes y la princesa presidiendo la sesión, los diputados y senadores apiñados en las gradas. Aparentemente todo en orden.
Pero una vez más, en las gradas faltaban casi todos los aliados que estaban haciendo posible la legislatura y el gobierno de Sánchez. Junts, ERC, Bildu, BNG, así como buena parte de Sumar y del PNV se quedaron en casa. Pocos los echamos de menos, incluso muchos pensamos que todos estos grupos que apenas representan el 10% de nuestros votos pero que condicionan perniciosamente la formación de gobiernos, estarían ausentes de nuestro Parlamento si contáramos con una adecuada ley electoral.
Del solemne acto, solo se salvó el breve discurso del Rey que no dijo más que lo obvio: la necesaria unidad, el respeto a la Constitución, la responsabilidad, la convivencia. Nada que ver con su discurso de hace seis años, nada que pudiera crispar los ánimos del país. El que más crispado se encontraba era el propio Rey y la Princesa Leonor que con sus gestos reflejaban todo lo malo que estaba pasando dentro y fuera del Congreso.
Los ausentes al acto, la falta de entusiasmo de algunos presentes, la presencia de un nuevo gobierno poco tranquilizador, y lo peor de todo, el discurso de la presidenta del Congreso, la tercera autoridad del Reino, con un texto evidentemente preparado por el Ejecutivo y en que se aplaudía las hazañas del último gobierno y del que ahora comenzaba su andadura. Un texto que venía a ser la reafirmación verbal del muro que el presidente había levantado días atrás lo que provocó que la mitad de los asistentes aplaudiera a Armengol y la otra mitad permaneciera silente. Otra vez las dos Españas pero esta vez separadas premeditadamente desde el poder por una barrera cada vez más infranqueable.
Los rostros del Rey y la Princesa iban más allá de la seriedad que requería tan solemne acto para reflejar preocupación, disgusto y enfado; parecían preludiar lo que se les venía -se nos venía- encima. Sinsabores que llegarían muy pronto tanto dentro como fuera de España inaugurando esta XV Legislatura.
Fuera de nuestras fronteras, Sánchez actuó con el desdén y falta de respeto con que lo hace dentro de ellas y de esta forma ofendió a Israel al acusarle de saltarse las normas del derecho humanitario en su lucha contra Hamas lo que le valió el aplauso de los terroristas y la casi ruptura de relaciones diplomáticas con Netanyahu.
Ofendió a Italia y al legítimo gobierno de Meloni al que calificó de ultraderechista. Ofendió al recién estrenado gobierno argentino Javier Milei al que aun no ha cursado la reglamentaria felicitación. Y se subrogó la portavocía de la Unión Europea al decir que sus preocupaciones sobre el Estado de Derecho en España son de nivel cero y ello mientras en el Parlamento europeo se echan pestes sobre Puigdemont, sobre la Amnistía y se cuestiona nuestro sistema judicial.
Hacer un recuento de cómo anda la Legislatura dentro de nuestras fronteras exigiría -paradójicamente- asomarnos a Ginebra donde la Fundación Henry Dunant especializada en arbitrajes internacionales va a dirimir secretamente el futuro de nuestro país valiéndose como verificador del diplomático salvadoreño Galindo Vélez.
Sin duda la Amnistía saldrá a flote desde esa Fundación y entonces tendrá que rebotar desde nuestro Congreso a nuestro Senado, a nuestro Tribunal Constitucional para acabar ante la inevitable firma de nuestro Rey.
Es legítimo preguntarse: ¿cómo hemos llegado hasta aquí?, ¿quién es responsable de esto? Esperemos que algún día lo pague.
Imagen: El Mundo
Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga es Master en Ciencias Políticas y Económicas y Derecho.
Diploma de Altos Estudios Internacionales. Embajador de España en Bulgaria en 1993.
Primer Embajador de España en Macedonia en 1995.
Embajador de España en Bruselas WEU en 1997, entre otros cargos.