El pasado 16 de abril publiqué el artículo “Tragedia en las residencias de ancianos”, invitando a los lectores a aportar datos y comentarios sobre esta cuestión, por desgracia de tanta actualidad a raíz de la pandemia. Indicaba mi correo electrónico –javierarnal2002@yahoo.es– por si los lectores querían enviarme sus opiniones, aparte de los comentarios que en este diario se pueden aportar, y de hecho se han aportado, pero pensando que hay informaciones que los lectores preferirían proporcionarlas a una persona, no exponiendo en público sus datos personales, por razones diversas.
La reacción de los lectores ha sido numerosa y variada, desde toda España, y a todos les he contestado, y lo seguiré haciendo.
Hay residencias públicas que están trabajando muy bien esta situación, poniendo en marcha medidas en cuanto se supo del evidente riesgo que corrían los ancianos en residencias. Y me cuentan que no han tenido ningún caso de contagio ni ningún fallecido por esta causa.
Me han proporcionado datos de otras residencias públicas en que, pese a que tienen –o suele pensarse que tienen– más medios, más personal y mejor remuneración que las privadas, han tenido una elevada cifra de contagios y, por desgracia, muchos fallecimientos. Muchas de estas residencias están siendo investigadas por diversos gobiernos autonómicos.
Hay residencias privadas –o concertadas, a veces sólo con un número de plazas, con la administración autonómica– que están trabajando con excelente resultado, sin contagios ni fallecimientos, a base de una previsión razonable y con jornadas agotadoras. En una de ellas me cuentan que los trabajadores decidieron vivir en la residencia con los ancianos, sin salir ni para dormir a sus casas, en dos turnos de una semana completa cada uno: será casual o no pero en esta residencia no han tenido ni un caso de contagio por el virus.
Y también hay residencias privadas, de las que me han facilitado una incipiente información, en que se denuncia una plantilla escasa, con remuneración mínima, con una atención nocturna muy escasa. Sea casual o no el dato, han tenido muchos contagios y algunos fallecimientos.
Varios lectores han expresado su indignación porque se permita a grupos empresariales promover o gestionar residencias con el único afán de lucro, simplemente a juzgar por su plantilla, servicios y costes. ¿Para qué existen las autoridades sino para exigir un servicio de calidad, con las inspecciones pertinentes? Todo apunta a dejadez de las autoridades autonómicas.
Algunos abogan porque las residencias sean públicas. ¿Hay dinero para ello? O tal vez lo podría haber si las residencias figuraran en las prioridades de la administración, que ahora no lo son. Las personas más vulnerables no son una prioridad, por cruel que resulte esta afirmación. “Muchos ancianos no votan”, dice un lector. Y otro afirma: “El Gobierno se está ahorrando millones de euros con las pensiones que dejará de pagar tras los miles de fallecimientos”.
No pocos lectores aportan su opinión de que las residencias que mejor funcionan son las que llevan las religiosas. Así es en casos que conozco. Son personas que, por vocación sobrenatural, se vuelcan sin afán de sueldos ni pluses, dan su vida sin horario, su afecto constante sin que lo exija ningún convenio. La clave cristiana en estas residencias, a veces abandonadas del todo por alguna administración autonómica, explica cómo funcionan. Al hablar de ellas, hay que ser objetivos, sin prejuicios de si lo hacen mejor o peor, sino obteniendo datos, que es lo que estoy pretendiendo.
Un caso doloroso de una residencia que llevan una monjas, y que me relata un lector. No admiten a ancianos que, previsiblemente, requieran estar algún tiempo en un hospital, porque han comprobado que los familiares no están pendientes durante esos ingreos hospitalarios y las monjas no tienen personal para una mínima atención en el hospital. ¿No pueden completar su caritativa labor con voluntarios, o acordando con alguna ONG ese servicio? Se quedan a medias en su labor caritativa, aunque admiten a ancianos con exiguos ingresos económicos.
Varios lectores destacan la importancia del director de la residencia, que marca el estilo de toda la residencia. No “traga” con retrasos de las administraciones, forma al personal para que desarrolle su tarea con cercanía humana y no sólo técnica.
Y del coste de las residencias podría escribir un capítulo entero. El precio medio oscila entre 1.700-2.000 euros mensuales. Prohibitivo para la mayoría. Y la mayoría de las residencias –dos tercios– en España son privadas. Residencias privadas que dan poca información, anunciando precio mensual de “a partir de 1.200 euros”, pero que en la práctica vienen a costar 1.800 o 2.000 euros, por no mencionar precios de residencias en Madrid o Barcelona.
En el debate de las residencias, para mejorarlas entre todos, están implicados ayuntamientos, gobiernos autonómicos, familias, iniciativas empresariales o sociales. Una residencia, que funciona muy bien, es una cooperativa de particulares que han aportado patrimonio y tiempo. Tal vez se requiere, también, que pensemos soluciones que impliquen a la sociedad, y no fiemos todo al Estado, que ya vemos que no llega, no puede o no quiere. O todo a la vez. Quejarnos se nos da muy bien: arrimar el hombro, algo peor.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.