Nadia Calviño, vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Economía, parecía un valor sólido cuando Pedro Sánchez nombró su Gobierno. Calviño venía con una prestigiosa trayectoria profesional y nos llegaban referencias de su valía y categoría humana.
Incluso llegábamos a comentar que era la única garantía de poder moderar la radicalidad y la falta de nivel de Pedro Sánchez, así como de algunos de sus socios de gobierno. Contrapeso de Pablo Iglesias, Irene Montero y Alberto Garzón, se llegaba a decir.
Nadia está fracasando estrepitosamente y a muchos nos ha defraudado, aunque mi grado de esperanza en ella era bastante relativo, ya que una sola persona no puede introducir sensatez y previsión en un Gobierno Frankestein, que únicamente tiene arreglo posible con nuevas elecciones. Un Gobierno esperpéntico no se arregla con una tirita, aunque se llame Nadia.
Se lo dijo ayer Cuca Gamarra, portavoz del PP, en el Congreso de los Diputados: “Ha fracasado en la gestión de los fondos europeos porque nadie ha recibido un solo euro”. Y también le echó en cara que tiene el récord de dimisiones de altos cargos en el Ministerio. Cuca Gamarra enseñó la puerta de salida a la ministra y vicepresidenta.
Su fracaso es incuestionable. Su credibilidad ya es nula. El origen de la mentira tiene muchos ingredientes, ya que se nutre de afán de quedar bien, de servilismo hacia un jefe, de incapacidad para reconocer errores. Nos ha mentido una y otra vez sobre la previsión de crecimiento económico de España, situándolo en un 6,5% hasta hace dos días, para reconocer fianalmente que está en el 4,6% tras los tres primeros trimestres de 2021.
Hace tiempo que las proyecciones de organismos internacionales e institutos privados de análisis apuntaban a un crecimiento como el que ahora reconoce, muy lejos de lo que nos decía. Es imposible que una economista como ella, ministra y vicepresidenta primera, se abonara al optimismo de pandereta sin un ejercicio notable de engañar: desde luego a quien quiera dejarse engañar, claro, ante tantos datos en sentido contrario.
Recuerda mucho a José-Luis Rodríguez Zapatero, que negó una y otra vez la crisis de 2007, aludiendo a que era falta de patriotismo afirmar que estábamos ante una grave crisis en 2008, y el ministro de Economía entonces, Pedro Solbes, repitiendo lo mismo, porque España estaba a las puertas de unas elecciones generales.
Ahora Nadia Calviño reiterará sus previsiones optimistas para 2022, al servicio de los intereses electorales de Pedro Sánchez. Siempre podrá aferrarse a la incertidumbre de la volatilidad de los efectos de la pandemia, pero Nadia ya no engaña a nadie.
Nadia Calviño ha perdido los papeles. En esas situaciones lo mejor es reflexionar y, si no se es capaz de enderezar la conducta, dejar el cargo. Insultó a Pablo Casado, llamándole “desequilibrado”, que le daba asco que sacara a colación en el Congreso de los Diputados los casos de abusos sexuales a menores en Baleares y Valencia –como el caso del ex marido de Mónica Oltra y su nefasta gestión posterior-, como si proteger a menores que sufren aobusos sea patrimonio de las izquierdas, muy aficionadas a hablar con frecuencia del sexo, su fomento en la gente joven, el sexo como culminación de la felicidad total, y la insólita elección de sexo que preconiza la igualdad de género.
El martes, en el Senado, Salomé Pradas, le dijo que debería pedir disculpas a Pablo Casado, y después marcharse “si le queda algo de decencia política”, ya que deja un país arruinado económicamente.
Nadia Calviño ha fracasado. Ha defraudado totalmente. Radical y sectaria, no tiene ya crédito.
De todas formas, a todos, también a Nadia Calviño, ¡feliz Navidad! Y que la Navidad le aporte luces, humildad y sensatez.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.