Carles Puigdemont y Ada Colau se apoyan en la CUP para lo que les interesa, que es el intento alocado del independentismo. A la vez, tienen una actitud permisiva injustificable por sus acciones contra el turismo. Y Puigdemont califica de muy lamentable la decisión de la CUP de no asistir a la manifestación del sábado 26 contra el terrorismo si asiste el Rey.
Del triple juego de Puigdemont sólo es aceptable uno, el de reprocharle que ponga por encima la ideología republicana de la CUP tras los actos terroristas en Barcelona y Cambrils, con 15 muertos. En esta crítica de Puigdemont coincidimos todos, salvo la CUP.
Exigirle coherencia a Puigdemont es complejo, porque el procés independentista no tiene lógica ni jurídica ni política, por mucho que insista. Todo lo supedita a su locura. Y su consellere de Interior, Joaquín Forn, hasta ha distinguido entre muertos catalanes y muertos españoles: Forn es de madre ecuatoriana y sus hermanos viven en Quito, y para parecer catalán de nacimiento se ha quitado la última letra de su segundo apellido, que es Chiairello.
Puigdemont y Colau permiten a la CUP lo intolerable. Han pasado semanas desde el pasado 27 de julio, y los jóvenes de Arran jóvenes de la CUP – que asaltaron un autobús en Barcelona lleno de pasajeros, amenazando al conductor, pinchando una rueda y pintando en la parte delantera El turismo mata a los barrios, a fecha de hoy no han sido identificados y siguen libres. Y encima Arran amenazando con nuevas acciones, cuando y donde lo estimen oportuno. Si alguien entiende semejante insulto a todos los ciudadanos como lo es esta permisividad, agradeceré que me dé motivos y razones. Policía local y Mossos han debido estar muy atareados hasta el 17-A como para consentir tales atropellos indignantes, o simplemente han recibido órdenes de arriba, pero no pueden ni deben tragar con todo lo que les venga de arriba, porque supone una complicidad indignante.
En España ha habido diferentes olas de indignados. Los indignados ahora somos los ciudadanos que reprochamos a Puigdemont este triple juego con la CUP, que incluye una permisividad imperdonable por actos que requieren identificación y sanción, administrativa y/o penal. No tiene la culpa sólo la CUP, sino una complicidad política vergonzosa y una parálisis policial que debería provocar dimisiones policiales.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.