Grandes conflictos se avecinan en nuestro país, desde hace muchos años, en torno a cuestiones sobre laicidad y laicismo. Por eso conviene plantearse preguntas como: En un estado democrático, ¿Pueden los edificios públicos albergar símbolos religiosos? ¿Pueden los colegios públicos tener crucifijos en las aulas? Y dentro del ámbito educativo, ¿Puede impartirse enseñanza religiosa en los colegios de titularidad estatal? ¿Pueden los profesores y los alumnos en esos colegios portar símbolos religiosos? ¿Pueden estos símbolos religiosos ser portados por ciudadanos particulares en las empresas privadas que exigen uniformidad en el vestuario? ¿Puede un crucifijo presidir las reuniones de una corporación municipal? ¿Puede un cuartel de la guardia civil albergar una imagen de la Virgen del Pilar? ¿Puede una reunión militar finalizar con el canto de la Salve marinera? ¿Puede un médico de la seguridad social negarse a practicar abortos? ¿Puede un juez negarse a intervenir en los procedimientos que tengan por objeto la celebración de un matrimonio de personas del mismo sexo?
El laicismo da una respuesta negativa a prácticamente todas las preguntas que se acaban de formular. Por eso importa mucho detenerse y considerar el significado de términos como laicidad, laicismo, secularización y secularismo, ya que en los medios de comunicación se produce una cierta confusión. Los partidarios del laicismo rehúyen ser tildados de tales para situarse más cómodamente dentro del término laico, cuya propiedad reclaman. Friedrich von Hayek advertía sobre la perversión del lenguaje en lo que él llamó ”palabras- comadreja”
Y esta actitud es la que ha llevado a prohibir al obispo de Castellón su visita a los alumnos de religión. Monseñor López Llorente lo ha puesto en conocimiento de Educación.
Lo que está claro es que se pretende un “acceso al poder” de una ideología pseudo-religiosa que actuaría de alguna forma como religión invisible, contra la propia prohibición de la Constitución española que afirma que “ninguna confesión tendrá carácter estatal”. El mal llamado ESTADO LAICO pretende implantar un Estado CONFESIONAL LAICISTA.
Estado laico –vale la pena insistir– es el que deja en paz a los laicos. Es el que asume sin problemas que convivirá en el ámbito de lo público con fenómenos religiosos, como lo hace con los culturales o deportivos, sin ver en ello amenazado su poder (como hace el laicismo) ni considerarse obligado a desvirtuarlos, convirtiéndolos en meros instrumentos de sus superiores designios (como hace el clericalismo)
Como afirma Rhonheimer, “para un Estado laico, la presencia pública de la religión, y con ella la conciencia de la existencia de Dios y de una transcendencia, no deja de tener importancia. No me refiero propiamente a “una religión civil”, sino más bien a “la función civil de la religión”: esa función que existe de hecho en cuanto presencia cultural en un determinado país. La religión o las religiones existentes de hecho en una sociedad, si resultan compatibles con la cultura política laica del Estado constitucional democrático, pueden cumplir un papel importante, sin que por esto impongan a la totalidad de los ciudadanos un credo religioso o unas pretensiones de verdad.
Probablemente, el refuerzo del sentido propio de la democracia y el fortalecimiento del papel de la sociedad civil son antídotos fundamentales para devolver al Estado su sentido y función propios.
EL ESTADO ESPAÑOL ES ACONFESIONAL. Esto debemos tenerlo muy claro todos los ciudadanos, pero especialmente los padres y educadores.
El artículo 9.2 CE, en referencia a la libertad ideológica y religiosa dice que ”corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas”. La libertad ideológica y religiosa está garantizada en España.
Por lo tanto, la comunidad educativa no debe vacilar a la hora de exigir al Gobierno (sea el que sea) y a las Administraciones educativas que garanticen el derecho a la formación religiosa y moral en el ámbito escolar y rechazar la utilización de la laicidad para sacar la religión de la escuela. La presencia de la religión en el currículo escolar, contribuye a la formación integral de los alumnos y garantiza el derecho de los padres.
También debe la comunidad educativa defender el derecho de los alumnos que exigen una formación integral, a que la materia de religión tenga el mismo tratamiento que el resto del currículo. La escuela católica, elegida mayoritariamente por las familias, tiene como objetivo el desarrollo del alumno, de sus capacidades afectivas, intelectuales, morales, religiosas y sociales.
El pleno desarrollo de la personalidad humana, depende de los principios que informan la actividad educativa, de los fines que se pretenden y del tipo de persona que se quiere educar.
A los profesores de esos dos colegios públicos habrá que recordarles que son, por derecho natural, los padres los primeros y principales responsables de la educación de sus hijos. Y me gustaría conocer cuál de los objetivos de una educación integral se contrapone frontalmente con los suyos, pues estos son los objetivos de una educación integral:
Enseñar a pensar, fomentar la racionalidad, ayudar a adquirir hábitos de estudio y de lectura fuertemente arraigados que desarrollen de modo progresivo y constante la inteligencia y la memoria, la capacidad de análisis y de síntesis de crítica y proposición; fomentar el aprecio y el cultivo de las bellas artes.
Enseñar a comportarse con la dignidad propia de la persona humana, enseñar a dar, enseñar a darse, enseñar a amar. Porque la persona humana es un ser trascendente en su ser y en su quehacer, nacida para el diálogo, la relación, la cooperación y la solidaridad, no para el egocentrismo, el individualismo y el egoísmo.
Enseñar y aprender en el orden espiritual –¡Amor!– para dar en el orden material –¡compartir!– respetar la dignidad de la persona.
Enseñar el verdadero sentido de la sexualidad y el respeto a la vida humana. Enseñar a adquirir el sentido del servicio y del sacrificio a y por los demás. Enseñar la búsqueda, el uso y la defensa de la verdad.
Frente a una sociedad laica, la mayoría de ciudadanos queremos una sociedad libre.
Mª Ángeles Bou Escriche es madre de familia, Orientadora Familiar, Lda. en Ciencias Empresariales y profesora