4. FRAY VICENTE FERRER Y LOS JUDÍOS
En las primeras décadas del Cuatrocientos la sociedad de la Corona de Aragón era un verdadero mosaico sociodemográfico, formado por las distintas clases sociales y por diversas etnias. La fusión biológica no era plena. Existía diferenciación racial y sociopolítica. El estrato cristiano de la sociedad dominaba a sarracenos y judíos, que se veían discriminados por su religión, bases socioeconómicas, pautas de comportamiento y su propia voluntad de segregación -por su endogamia o por la práctica de costumbres en la indumentaria, fiestas, comidas, actividades laborales, etc.-. Esta estratificación étnica, social y religiosa impedía el mestizaje y la aculturación plena.
La documentación recoge numerosas disposiciones, provisiones, mandatos y actuaciones que emanaron de la Cancillería de la Corona de Aragón, de las “Corts de Justicia” y de los “Consells municipals” de ciudades y villas del Reino que nos proporcionan noticias sobre las relaciones entre cristianos, sarracenos y judíos.
Los “conversos” solicitaron el 29 de octubre de 1395 que se proceda a dar lectura en Consejo a una carta del Rey en la que se recuerda a los “jurats” y prohombres del Consell municipal de Valencia que los “convers, olim juheus” fueron robados y destruidos y una gran parte de ellos muertos. Y la carta indica que a pesar de tanta destrucción y desgracias tienen que responder a las deudas que tenían contraídas, motivo que justifica que se debe tener comprensión con ellos (1).
Algunos estudiosos de los sermones de Vicente Ferrer han querido resaltar que sus predicaciones exaltaban los ánimos de los oyentes y éstos reaccionaban contra los judíos. Existen fuentes históricas que aluden a este asunto. Una carta de Fernando I de Aragón a los hombres buenos, de fecha 2 de septiembre de 1401, recoge que el Monarca les ordena que continúen tratando favorablemente y de forma benigna a los judíos, pues parece ser que después de las predicaciones algunos han intentado vedarles la compra de vituallas. Y otra misiva de 25 de mayo de 1414 de Fernando I dirigida al Baile, Justicia y otros oficiales de la población de Tamarite de Litera registra que los judíos temen correr peligro de muerte, pues el pueblo se halla excitado por los sermones del maestro Vicente Ferrer. El Rey manifiesta una vez más en su misiva que la religión no debe imponerse con la espada, que es lo mismo que predica el Santo en algunos de sus sermones.
El dominico Vicente Ferrer llegó a ser difamado, e incluso a atribuirle que fue el causante de matanzas de judíos. Aserto que consideramos gratuito y sin fundamento. De sus sermones se extrae consideraciones que demuestran cuán contrario era el Santo a que se forzara la voluntad de los infieles para su conversión y cómo anatemiza a los que les hicieron violencia.
En uno de ellos se constata que “Los apostols qui conqueriren lo mon no portaven lança ne coltell, e per ço done materia (…) que los christians no deuen matar los juheus ab coltell mas ab paraules, e per ço lo avalot que fon contra los juheus fo fet contra Deu que no’s devie fer, mas per si mateix deuen venir al babtisme”. Este pasaje y afirmación prueba que fray Vicente Ferrer no impulsó el odio a los judíos y, por supuesto, no tomó parte en la matanza de ellos, hecho que censuró y desaprobó contundentemente.
En otro de sus sermones (IV, 190v) alude a la manera de convertir a los judíos y reprobó la matanza del pueblo israelita. “Los senyors temporals deuen convertir los infels de sa terra (…) axi se deuen minvar de rendes per convertir los seus infels moros e juheus, pero sens força injuriosa, be jurídica”.
Vicente Ferrer también manifestó que “(…) es necessari al preycador de publicar les veritats a fels e infels (…) e per ço (…) yo cumplint aquell manament (…) axi lo fare (IV. IIv.), y se quejó amargamente de la conducta de los cristianos con los conversos (V. 5), y les pregunta “¿Vosaltres havets consolacio quant hun juheu se converteix? Molts christians folls son que non han consolacio quels deurien abraçar e honrar los e amar los, lo contrari que’ls menyspreau perque son stats juheus e no-u deveu fer, car Jesuchrist juheu fo e la Verge Maria, abans fo juhia que christiana” (2).
Sin embargo, no era partidario de que fieles e infieles vivan mezclados y critica que “Moros, Jueus e Christians tots están mesclats” (IV. 36v) e incide en esta cuestión al señalar que “Ells juheus e moros estiguen en apartat, no entre los christians” (VI. 257) (3).
Los judíos viendo que las nuevas leyes ordenadas en 1412 y 1414 tenían como objetivo inducir a la separación de la población cristiana de los que profesaban otras religiones, poniendo a los judíos y musulmanes fuera de la ley, estas minorías abrazaron sin convicción sincera la fe cristiana, por verdadera conveniencia, viendo que sus correligionarios gozaban de mayor consideración social e incluso algunos de prestigio dentro del ámbito cristiano (4).
Las predicaciones del dominico fueron el instrumento para la conversión de judíos por la palabra. En ocasiones, Vicente Ferrer defiende a los judíos y sarracenos, reprimiendo a los cristianos que les atacan y ofenden de palabra o de obra, y critica también el antisemitismo que llevaba a algunos cristianos a derramar la sangre de infieles.
Este principio de libertad para tomar la decisión de convertirse al cristianismo fue defendido por Vicente Ferrer en sus predicaciones y era tenido en consideración por los oficiales de la Corona de Aragón, comenzando por el rey Fernando I quien escribió en 1414 al infante Alfonso -futuro Alfonso el Magnánimo- instándole a facilitar el apostolado del dominico. Actitud que puede parecer contradictoria cuando en ocasiones se imponían multas a los hebreos que no asistieran a los sermones del Santo. Lo que parece ser se pretendía era dar a los infieles la oportunidad de escuchar la doctrina cristiana; puesto que la convicción de asumirla y convertirse al cristianismo era una decisión libre y personal. En esa línea va encaminada la recomendación de Fernando I, en diciembre de 1414, cuando escribe a su hijo Alfonso y le pide que levante el castigo por faltar a aquella obligación (5).
El mismo monarca Fernando I se refiere en algunas misivas a ciertos hebreos descontentos que se niegan a asistir a los sermones del dominico y ordena se le comunique si se produce alguna ofensa o ataque contra los judíos, a fin de tomar las medidas pertinentes (6).
Vicente Ferrer participaría en las famosas “Disputas teológicas de Tortosa-Sant Mateu”, celebradas durante casi dos años, desde febrero de 1413 a noviembre de 1414. Éstas fueron un verdadero congreso rabínico-cristiano precedente de los actuales diálogos ecuménicos. Este hecho suscitó gran expectación entre judíos y cristianos. En ellas intervendrían los mejores rabinos por parte de la creencia hebrea, y Benedicto XIII, Vicente Ferrer, Juan de Puy-de-Noix y el converso Jerónimo de Santa Fe, bautizado pocos años antes por el dominico valenciano, por parte de creencia cristiana. Con estas “controversias judeo-cristianas” sobre teología no se clausuró el período de las discrepancias, sino que éstas pasan a un segundo plano. A partir de entonces, se procedió a profundizar en el estudio de una teología dirigida hacia los mismos cristianos.
El 7 de febrero de 1413 comenzaron una serie de sesiones con el objetivo de debatir, persuadir y convencer a los judíos a que renunciaran de su fe, abrazaran el cristianismo y reconocieran que el antiguo Testamento avalaba que Jesús de Nazaret había sido el Mesías.
Estas disquisiciones teológicas trajo consigo la firma de un documento que obligaba a los exégetas judíos a reconocer sus errores de fe. El papa Luna otorgó dos bulas: Contra judaeos, documento que incentivaba los bautizos forzosos, y Etsi Doctoris Gentium que instigaba a la quema de libros que contenían los principios del judaísmo, esencialmente el Talmud. Además se propugnó segregar en barrios a cristianos y judíos e incluso judíos conversos, generando dramas familiares. La finalidad era convertir a los hebreos de la Corona de Aragón a la ortodoxia cristiana.
El monarca Fernando I de la Corona de Aragón favoreció la asistencia de mudéjares y judíos a las predicaciones del “pare Vicent Ferrer” para impulsar su conversión. Incluso se dictaron disposiciones que ordenaban la presencia de los musulmanes a sus sermones; y se decretaron otras provisiones que recomendaban que cesara la actitud hostil contra los que profesaban las confesiones religiosas islámica y judaica (7).
El 1 de noviembre de 1414 en misiva de Fernando I a su hijo Alfonso el Magnánimo le ordena que reciba bien a fray Vicente Ferrer y le trasmite: “(…) havem entes que mestre Vicent deu esser aqui prestament o es ya; per ço us manam que acullint lo be e honorablement, segons a sa religio pertany, li façats bon aculliment, fahent li venir los juheus a sa predicacio e totes altres coses que li seran plasents segons se pertany” (8).
Unos días después, el Príncipe heredero le contesta al Rey y le trasmite la conciencia de haber cumplido con el deseo del Monarca, pero asumiendo la responsabilidad, ya que los judíos que asistieron al sermón, siguieron su recomendación.
El 7 de noviembre de 1414 el primogénito Alfonso le envía carta a su padre, el rey Fernando I de la Corona de Aragón, comentándole la acogida dispensada a Vicente Ferrer. En ella le dice: “(…) En les altres coses a mi manades per la dita letra, concernets lo dit mestre Vincent, axi en rebre’l e acullir lo com es continuar les seus sermons e complaure li en les coses a ell plasents i com encara en fer li venir los juheus (…) a oyr les seues santes predicacions, ja, senyor molt alt, despuix que açi es vengut, ho he fet e entench per obeir vostres manaments e per sguart de sa religio e conversacio molt digna molt mes continuar ho d’açi avant. E ja com la dita vostra letra reebi, foren ajustats los juheus (…) a oyr lo seu sermo per manament meu” (9).
El reinado de Fernando I, independientemente de que se dictaran ciertas medidas que impulsaban a los judíos a asistir a las predicaciones y de medidas protectoras, será un período de prohibiciones religiosas: obligación de llevar los signos distintivos de identificación de su religión, prohibición de construir nuevas sinagogas, reducción del perímetro de las juderías, incautación de los libros sagrados hebreos, recomendación de asistir a sermones de adoctrinamiento cristiano, etc.
La llegada al trono del rey Alfonso III de Valencia -V de Aragón-, el Magnánimo, en 1416, significó un cambio en la política antijudaica. Mostró más interés en mantener las aljamas que en desarrollar el celo proselitista. Derogó en 1419 las antiguas pragmáticas y llevó a cabo una política de protección y defensa de las comunidades hebreas. El Magnánimo logró que la minoría hebrea viviera años de tranquilidad y convivencia con los cristianos, hecho que no se daba desde finales del siglo XIV, después de la destrucción y robos de las aljamas (10). Corrigió los errores de su padre, intentó dinamizar la economía de las aljamas, abolió disposiciones reales que se habían decretado contra los adelantados y secretarios, clavarios y oficiales, flexibilizó, incluso llegó a abolir, signos externos de la indumentaria hebrea. A pesar de todas estas medidas encaminadas a congraciarse con los judíos, el desafecto que suscitaron los antiguos preceptos anti-judaicos impidió que las aljamas recobraran la vitalidad que habían tenido. No obstante, cristianos, mudéjares y judíos coexistieron durante su largo reinado de manera relativamente pacífica hasta que en 1455 se desencadenó la irrupción y asalto a la morería de Valencia (11).
CONCLUSIONES
1. Fray Vicente Ferrer fue una personalidad comprometida y llamado a intervenir en los grandes problemas de su época. Fue uno de los predicadores más eminentes de la Europa bajomedieval. Eficaz pacificador y conciliador en los conflictos de su tiempo. Fue requerido para poner paz y tregua en los enfrentamientos de los bandos de Valencia. Tomó parte activa en el Cisma de Occidente y en las deliberaciones del Compromiso de Caspe para elegir rey de la Corona de Aragón. Participó en las famosas “Disputas teológicas de Tortosa-Sant Mateu” para atenuar las “controversias judeo-cristianas”. Sus predicaciones y consejos tuvieron como objetivo esencial conseguir la paz y la concordia. Fue consejero de reyes y papas. Desarrolló una gran labor evangelizadora para convertir judíos e inducir a los fieles a la piedad e indulgencia.
2. En el seno del Reino de Valencia, así como en toda la Corona de Aragón, los enfrentamientos de los bandos sociales era una constante. Las ansias de ocupar cargos representativos en la gobernabilidad local y regnícola y el deseo de influencia de poder sobre la Corona impulsaron a enfrentamientos entre diversas familias nobiliarias. En Valencia, los “jurats” diligenciaron muchas órdenes e hicieron propuestas a los reyes para que propiciaran la extinción de las “bandositats”-bandos-, pero unas veces por negligencia de los oficiales que tenían la obligación de hacerlas cumplir y otras porque lo mandado por el rey iba en contra de los “furs i privilegis”; lo cierto es que no encontraban la fórmula adecuada para solucionar los conflictos. Vicente Ferrer, dado su prestigio y poder de convicción, fue requerido por los “jurats” de la ciudad de Valencia, en diversas ocasiones, para que viniera a Valencia a predicar y mediar en las luchas de los bandos constituidos de la ciudad, con el objetivo de frenar los enfrentamientos y lograr la pacificación.
3. A la muerte sin descendencia de Martín I el Humano, rey de la Corona de Aragón, se plantea la cuestión sucesoria. Después de establecer en la Concordia de Alcañiz las condiciones de la elección, se reunirán en la villa de Caspe nueve representantes; tres designados por Aragón, tres por Cataluña y tres por Valencia para proclamar rey a quien en justicia le correspondiera. El protagonismo del dominico valenciano Vicente Ferrer fue determinante para acabar con el problema planteado. En el castillo de Caspe, hizo una defensa clara de los derechos sucesorios del infante Fernando de Castilla, que por ser nieto del rey don Pedro el Ceremonioso, padre del fallecido Martín I el Humano, era el pariente más próximo de legítimo matrimonio. Fernando de Antequera obtuvo en Caspe, la unanimidad aragonesa, la mayoría valenciana y la minoría catalana.
4. El Cisma de Occidente y el Concilio de Constanza fueron consecuencia del cambio de mentalidades y de la crisis de los estados de fe en la Europa cristiana en el tránsito del siglo XIV al XV. Estos acontecimientos se produjeron en un entorno de divisiones políticas y de obediencias religiosas. Varios intentos cardenalicios por resolver los problemas fracasaron. Finalmente, después de la frustración del Sínodo de Pisa, el Concilio de Constanza eligió Papa a Martín V (1417-1431) lo que significará el final del Cisma y la unidad de la Iglesia. Tuvieron un papel relevante en estos hechos la Corona de Aragón, el Papa de la sede de Aviñón, el aragonés Benedicto XIII, y el dominico Vicente Ferrer.
La confusión entre el poder temporal y espiritual, la presión de las monarquías por tener un Papa de su obediencia y la necesidad de reformas de la Iglesia condujo al Cisma de Occidente (1378-1417). El traslado del papado a Aviñón creó recelos, complicó la situación y dividió al seno de la iglesia.
Después de años de diatribas y de reproches recíprocos entre los purpurados y entre los monarcas se propuso una entente cordial mediante cesiones y compromisos y un grupo de cardenales de obediencia a Roma y a Aviñón decidieron celebrar el Concilio de Pisa (1409) para acabar con el Cisma. Este concilio depuso a los dos papas que ocupaban el solio pontificio y eligió a Alejandro V. El problema se agravó. El resultado fue que en vez de dos, existieron tres pontífices, ya que los anteriores no aceptaron la abdicación.
Persistía la idea imperiosa de convocar un verdadero concilio ecuménico. La solución conciliar contó con el apoyo del emperador Segismundo de Hungría, quien convenció al papa Juan XXIII para que convocara el Concilio de Constanza (1414-1418). Los reunidos en esta ciudad germánica promulgaron el decreto Sacrosanta, el año 1415, en el que se proclamaba la idea “conciliarista” que preconizaba que el conclave representaba la institución superior de la Iglesia a la que se sometían todos los poderes, incluso el Papa. El decreto se debe enmarcar dentro del contexto histórico de una crisis de la Iglesia que duraba casi cuarenta años. Hubo disparidad de criterios acerca de la potestad del Pontífice.
El Concilio de Constanza eligió Papa a Martín V (1417-1431), hecho que significará el final del Cisma y la unidad de la Iglesia, después de la abdicación de Gregorio XII, que fuera depuesto Juan XXIII y que falleciera Benedicto XIII en 1422. Martín V será reconocido por toda la Cristiandad.
Diversos decretos del concilio despertaron división de opiniones entre las autoridades eclesiásticas, lo que indujo al nuevo Pontífice a no confirmarlos.
5. La documentación archivística recoge numerosas disposiciones, provisiones, mandatos y actuaciones que emanaron de la Cancillería de la Corona de Aragón, de las “Corts de Justicia” y de los “Consells municipals” de ciudades y villas del Reino que nos proporcionan noticias sobre las relaciones entre cristianos, sarracenos y judíos.
Fray Vicente Ferrer participaría en las famosas “Disputas teológicas de Tortosa-Sant Mateu”, celebradas durante casi dos años, desde febrero de 1413 a noviembre de 1414. Éstas fueron un verdadero congreso rabínico-cristiano precedente de los actuales diálogos ecuménicos. Las predicaciones del dominico fueron el instrumento para la conversión de judíos por la palabra. El principio de libertad para abrazar el cristianismo fue defendido por Vicente Ferrer en sus predicaciones y fue tenido en consideración por el rey Fernando I y los oficiales de la Corona de Aragón. Sin embargo, ha llegado a ser difamado, e incluso a atribuirle que fue el causante de matanzas de judíos. Afirmación que no se extrae de sus predicas y carece de fundamento.
NOTAS Y BIBLIOGRAFÍA
1 ROCA TRAVER, F. A., Los judíos valencianos en la Baja Edad Media. Valencia, 1998, p.123. AMV. Manual de Consells, A-19, f. 256, doc. 46.
2 CHABÁS Roque. “Estudio sobre los Sermones Valencianos de San Vicente Ferrer”. Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. Madrid, 1903, p. 85.
3 CHABÁS Roque. Op. cit., p. 85. O bien, ROCA TRAVER, F.A., “San Vicent Ferrer i Valencia: la qüestio dels jueus” Revista de Filología Valenciana, núm. 7. Accio Bibliografica Valenciana. Valencia, 2000, p. 76, nota 10.
4 Del análisis de los Sermones de Vicente Ferrer se deduce que el Santo era partidario de la separación de los que profesaban religiones diferentes y de que vivieran en barrios aislados, cuestión sobre la que versarían las conversaciones de 1411 y 1412 en la población de Ayllón con la reina Catalina y con Juan I de Castilla, en donde se pudo razonar y determinar lo que recogieron las denominadas “Ordenaciones de Doña Catalina”, regente de Castilla, que contienen la primera disposición de carácter general por parte de la Corona para reglamentar esta situación. Este principio es el que asumirá posteriormente el papa Benedicto XIII en la Bula de 11 de mayo de 1415 e impulsará a Fernando I a favorecer la predicación cristiana en las juderías.
5 “(…) vos mandamos, como mas expressament podemos, que tales periudicios, ne otros, a la dita aliama e iudios, no fagades, ni fazer permitades, antes tractedes aquellos en todas cosas favorablement e benigna, como aquellos que son vuestras regalias e costumbres” ACA., Reg. 2350. VENDRELL. F., “La actividad proselitista de San Vicente Ferrer durante el reinado de Fernando I de Aragón”. Sefarad, XIII, 1953, doc. I p. 97.
6 “(…) e si el dicho maestre Vicent, en sus predicaciones, vos a dicho o amonestado algunas cosas sobre esto, embiad-las nos a decir, car nos hi provediremos, segunt conviene”. VENDRELL. F., “La actividad proselitista…”, Op. cit., doc. I, p. 97.
7 GÓMEZ BAYARRI, J. V., Disposiciones forales sobre cristianos, sarracenos y judíos en el Reino de Valencia (S. XIII-XV). Monografías. Anejos de Anales. Núm. 12. RACV. Valencia, 2015, p. 259.
8 SIMÓ SANTONJA, V.L., La ciencia jurídica en San Vicente Ferrer. Valencia, 2004, p 183.
9 SIMÓ SANTONJA, V.L., La ciencia jurídica. Op. cit., pp. 183-184.
10 Para hacerse una idea de los avatares por los que atravesó la minoría judía en estos años hay que tener en consideración tres hechos: el asalto a las aljamas judías en 1391, el proselitismo de Vicente Ferrer y las recomendaciones de los monarcas, y las disputas y controversias de Tortosa-Sant Mateu. A finales del siglo XIV la aljama de Valencia era seguramente la más rica y populosa del Reino. Contaba con alrededor de 600 casas y una población que oscilaría entre los 2.500 y los 3.000 habitantes que representarían un 10% de los 5.000 “fochs”, o sea, unos 30.000 vecinos con los que contaba la ciudad. Cfr. ROCA TRAVER, F.A., Los judíos valencianos y el proselitismo de San Vicente Ferrer: La Disputa de Tortosa. Valencia, 2010.
11 GÓMEZ BAYARRI. J V., “Cambio de actitud de Alfonso el Magnánimo con respecto a Fernando de Antequera en lo concerniente a las minorías religiosas”. Homenaje a Vicente Simó Santonja. RACV. Valencia, 2016, p. 125.
José Vicente Gómez Bayarri es Licenciado en Filosofía y Letras, Doctor en Historia,
Catedrático de Geografía e Historia, Académico de número de la RACV y Medalla de
Plata de la Ciudad de Valencia.