CONFIGURACIÓN de LA CORONA DE ARAGÓN

La histórica Corona de Aragón ha sido una configuración monárquica constituida por diversas entidades políticas de distinto rango nobiliario con peculiares jurídicas propias que tenían en común la persona del Soberano de Aragón. Era una monarquía hereditaria que funcionaba como un estado no centralizado. Cada uno de los territorios que la formaban tenía sus propios parlamentos y su legislación foral singular. El rey tenía que acatar los privilegios otorgados y recogidos en sus respectivos fueros.

Hasta finales del siglo XIX y los albores del XX no habían surgido polémicas históricas sobre la denominación de este territorio. Esta nomenclatura de Corona d Aragón era la que prevalecía para llamar a esta entidad monárquica y así aparece en los historiadores y fue la generalizada entre la intelectualidad y gran público, como testimonian la documentación archivística, las crónicas históricas -Jerónimo Zurita, Martí de Viciana- y los anales. Otras expresiones han sido esporádicas y coyunturales, a veces, con la intención de tergiversar la realidad histórica con fines espurios. 

Diversos historiadores han abordado esta cuestión terminológica: mencionamos entre ellos a A. Ubieto Arteta, J. Lalinde Abadía J. A. Sesma Múnoz y J. V. Gómez Bayarri que han constatado expresiones documentadas en fuentes históricas. 

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El concepto de Corona de Aragón como entidad geográfica, según Antonio Ubieto, no aparecerá en la tradición cronística hasta el reinado de Pedro IV (1336-1387). Fue este monarca en su Crónica, al relatar la conquista de Mallorca quien manifestó que “Nos procehim contra ell e lo dit regne, comtats e terres confiscant e applicant-les (sic) a la nostra corona real de Aragon (…)”. Como tal, (…) fue una creación típicamente medieval, fluctuante a lo largo de los siglos, cuyas posesiones serán nombradas según su jerarquía diplomática medieval de valores políticos, que no coincidían con los cronológicos, ni con el poderío económico. Anteriormente, lo habitual era enumerar el nombre de las posesiones o formulas como “Reinos y tierras del rey de Aragón”.  Entre los siglos XIII y XV se documentan las denominaciones: “Corona regni Aragonum”, “Corona Regnum Aragoniae”, “Corona Aragonum”, “Corona Regia”, etc.

La Corona de Aragón se constituyó con la incorporación de territorios por herencia dinástica o por derecho de conquista. El rey era la figura común, y los reinos y condados, etc., podían tener posibilidad de acuñar moneda, instituciones de gobierno y códigos jurídicos propios que regían en cada uno de los dominios que configuraban la Corona.  Ésta tenía un concepto de naturaleza “pactista”, en la que los ciudadanos y súbditos quedaban sometidos al poder real, a cambio de que el rey cumpliera y respetara los códigos jurídicos otorgados y los emanados de las numerosas Cortes que celebraban.

La denominación anti-histórica de la supuesta confederación catalano-aragonesa fue un título acuñado e impulsado por Antonio Bofarull Broca en la segunda mitad del siglo XIX y extendida por autores chovinistas catalanes, como Ferrán Soldevila y Prat de la Riva, entre otros, y utilizada actualmente por numerosos autores.

Su utilización evidencia una manipulación histórica. Es una falacia incongruente el usar esa terminología para aludir a la entidad política que nos referimos.

Joan Reglá sostuvo que “la unión entre los diversos reinos integrantes de la Corona de Aragón fue de tipo personal”. La Corona de Aragón fue una unión real, nunca llegó a ser una confederación, ni una federación, y por supuesto jamás una confederación catalano-aragonesa. 

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Nos preguntamos: ¿Por qué se bautizó esta nomenclatura?

La terminología diplomática de la Corona de Aragón no satisfacía las ansías nacionalistas de Cataluña. Suponía para ellos el reconocer la preeminencia del rey y del reino de Aragón sobre los demás territorios de la Corona, incluido el condado de Barcelona, que no poseía el rango de reino. Para reflejar su delirio, lo mejor es inventarse una nueva como fue el título de “comte-reis” para los reyes de Aragón. Esta nomenclatura no está documentada en la archivística y consecuentemente esta falsa denominación servía para igualar el título de rey de Aragón al de conde de Barcelona y no supeditar así la dependencia del territorio catalán, entidad territorial de menor rango diplomático, a la figura del rey de Aragón.

Y para completar su paranoia se inventaron la figura de rey de Cataluña y sustituir al título nobiliario de conde de Barcelona. Y aún más, han antepuesto el título de Corona de Cataluña a la de Aragón. Nacía así la mal llamada Corona Catalano-aragonesa, eliminando los lazos de dependencia jerárquica del territorio catalán a la potestad del rey de Aragón.  Con esta denominación se otorgaba un rango de superioridad al inexistente y falso título de rey de Cataluña al anteponerlo al verdadero título de rey de Aragón.

Los diplomas reales y las crónicas medievales desmontan esta aspiración terminológica. Basta con acudir, por ejemplo, a la Crónica de Ramón Montaner (1265-1336) donde se refleja “aquest llibre fa honor de Deu e d’alt casal d’Arago”. En las contiendas bélicas, los caballeros de la Corona luchaban a la llamada de “Aragón o Aragó”, por estar supeditados al mandato de las relaciones vasalláticas medievales del monarca aragonés.     

El medievalista Domingo Buesa subrayó: “Cuando se habla de Corona catalano-aragonesa se está mintiendo; esa denominación es un disparate”. 

Y en la misma línea, el catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Zaragoza y académico de la Real Academia de la Historia José Ángel Sesma señaló: “Este tipo de artimañas es muy habitual en cierta historiografía catalana”. 

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El historiador José Luis Corral apuntó: “desde hace mucho tiempo los historiadores catalanistas, que no catalanes, intentan falsificar la Historia. Hay quien habla de “reyes-condes” para referirse a los condes de Barcelona, o incluso emplean la expresión “Confederación catalano-aragonesa” que considero que es una salvajada histórica”.

El hispanista británico John Elliott, catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Oxford, Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 1996 afirmó: “Es terrible que en Cataluña se enseñe una Historia nacionalista y deformada”. 

Lo históricamente correcto es hablar de Corona de Aragón y no de Confederación catalano-aragonesa, ni de Corona catalano-aragonesa, pues la documentación archivística, crónicas y anales medievales no avalan estas denominaciones. 

Ramón Menéndez Pidal rebatía a ciertos historiadores que interpretaban los documentos en función de un maniqueísmo político, redactando historias y artículos partidistas, falsarios y lacrimógenos sin ningún rigor científico.

El historiador catalán Jaime Vicens Vives se propuso desmitificar los tópicos nacionalistas heredados de la Renaixença. Afirmó que la historiografía catalana repetía fábulas sin fundamento, mantenía equívocos y perseveraba en tópicos falsos y peligrosos que no reflejan las fuentes.

Las denominaciones históricas, no son inocentes, constituyen, a veces, la mentalización de una entelequia con el objetivo de potenciar el sentimiento de identidad y tergiversar, manipular e interpretar de manera arbitraria la documentación histórica. 

 

Imagen 1: MeisterDrucke
Imagen 2: www.aragonia.com
Imagen 3: Fons Especials

  • José Vicente Gómez Bayarri es Licenciado en Filosofía y Letras, Doctor en Historia, 
    Catedrático de Geografía e Historia, Académico de número de la RACV y Medalla de 
    Plata de la Ciudad de Valencia.