León XIV y el miedo a lo diferente

La cobertura mediática, la trascendencia de los hechos y el afecto al Papa de millones de católicos del mundo se han puesto de manifiesto ante la muerte del Papa Francisco y la elección de León XIV.

El Papa, sea quien sea, suscita una generalizada reacción, un interés enorme. Tiene su explicación, aunque es polifacética, pues a algunos les atrae el fondo, a otros la belleza del Vaticano, a otros la curiosidad.

Sin lugar a dudas, la figura del Papa en el panorama cultural mundial se tiene muy en cuenta e influye mucho. Su prestigio moral le avala. Basta ver estos días cómo se abre la posibilidad de que el Vaticano sea sede de las conversaciones de paz entre Rusia y Ucrania, que ojalá se produzcan pronto, y sean justas y estables.

Si Juan Pablo II logró que cayera el telón de acero –no es momento de recordar ese hito de su pontificado –ojalá León XIV pueda ayudar a conseguir la paz en la Europa del Este ahora. Difícil, pero tal vez era más complejo e impensable que el muro cayera como derretido, sin violencia, tras décadas de dictaduras y violencia.

Me ha llamado la atención una expresión de León XIV en la homilía de inauguración de su pontificado, el pasado domingo, 18 de mayo. Aludió a las “heridas causadas por el odio, la violencia, los prejuicios, el miedo a lo diferente…”.

Ese “miedo a lo diferente” me ha hecho pensar. Como causa actual de heridas, temer lo diferente.

En absoluto pretendo –sería temerario– desmenuzar a qué se refiere. Sin embargo, a mí me sugiere que hay un silencio y una pasividad entre muchos católicos a mostrarse y ser “diferentes”, razonar y defender sus convicciones y argumentos, que constituye un auténtico temor. Y el temor lleva al encogimiento, a retirarse, a auto-anularse en la vida personal, familiar y social. Algunos producen temor a los católicos de diverso modo, y los católicos tienen miedo ante presiones físicas o de variopintas marginaciones.

Por ejemplo, León XIV afirmó, un par de días antes de esa Misa, que hay que cuidar la familia, el matrimonio, y lo calificó como “unión estable entre un hombre y una mujer”. Poco tardaron ciertos colectivos LGTBI en “exigirle” que rectificara. El Papa lo dijo muy claro, con gran brevedad, y no va a rectificar. Basta conocer un mínimo de la doctrina de la Iglesia, de la moral, para darse cuenta que habla con propiedad y sin matices. 

¿Cuántos católicos hay que digan eso mismo, en conversaciones, conferencias, tribunas, parlamentos, congresos o publicaciones, sin caer en silencios o expresiones envolventes que evitan tratar el matrimonio así? No digamos entre los políticos, que tienen auténtico pánico a dar su opinión, y entre quienes aspiran a no ser ninguneados en los debates públicos por no aceptar lo políticamente correcto, en este caso sobre el matrimonio. Y que conste que no es elaboración moral de la Iglesia Católica, sino un reconocimiento de los rasgos básicos de una institución tan importante como es el matrimonio.

“Miedo a lo diferente” como causa actual de heridas. Algunas religiones y regímenes políticos maltratan, encarcelan, silencian, a los católicos y a sus sacerdotes y obispos. Son dictaduras sin complejos. Ante todo ello, ante esas heridas hacia lo diferente por la religión, se calla más de lo debido, no se exigen derechos, no se denuncian con constancia esos abusos, esas heridas. Ni en la opinión pública ni en los organismos internacionales. Se defiende con frecuencia la sostenibilidad y el medio ambiente, casi con rasgos de una nueva religión, y se sostienen auténticas persecuciones por motivos religiosos. Y gran parte del mundo calla. 

“Miedo a lo diferente” es, entre los católicos, un expreso o vago temor a la variedad entre los católicos. Unidad –reclamada por León XIV en esa homilía– no es uniformidad, pero algunos la identifican. 

La diversidad, el sano pluralismo en la Iglesia, es una riqueza, pero si se ve como un mal o riesgo lo que provoca es auténticas heridas, abusos de autoridad, no respetar iniciativas libres y buenas, y un auténtico cáncer en la caridad, máxima virtud en la Iglesia. 

Un afán desmedido en la Iglesia de controlar, dirigir, confundiendo la autoridad con la intromisión ilegítima, también causa heridas de temor a lo diferente. 

Como se ve, una sola expresión de León XIV me ha sugerido todo esto. No pretendo poner en su boca ni en su intencionalidad nada. Son meras reflexiones mías. 

 

Foto: Hora Cero Nuevo León

  • Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
    Escribe, también, en su web personal.