Señera de dos barras del Tratat d'Almirra, los blaveros y Sentandreu (II)

Heráldica de dos barras en tiempos del Tratat d'Almirra

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Aunque invisibles para los ideólogos del Camp de Mirra, hay imágenes de Jaime I en fechas cercanas al Tratat d'Almirra en 1244 y, lo más interesante, con la heráldica de dos barras que exhibía el monarca en actos solemnes. Al ser códices ejecutados bajo la observación de los reyes, si en el Camp de Mirra existiera voluntad de respetar la realidad documental, las dos barras del siglo XIII debieran reflejarse en la indumentaria de Jaume I; pero las intenciones, lamentablemente, son políticas y no culturales.

En las miniaturas de las Cantigas aparece el retrato de Jaume I, obra coetánea del monarca, realizada por deseo de Alfonso el Sabio, el mismo que firmó el Tratat d'Almirra junto a Jaume I, que acabaría siendo su suegro. El rey castellano supervisó personalmente la realización del manuscrito, datado hacia el 1260, y el autor del códice fue fidedigno en la plasmación heráldica del conquistador: dos barras, aunque en grandes banderolas o vestidos de los escuderos se observen desde tres a veinte barras, efecto del mismo horror vacui que hacía repetir castillos y leones en superficies semejantes.

Otro soporte heráldico donde reyes y reinos mostraban singularismo y poder era la moneda de todo el territorio. Así, al no existir Cataluña, tampoco encontraremos en toda la Edad Media, Renacimiento 2-4y Manierismo ningún ejemplar acuñado con los títulos de imperio, reino, principado, condado, baronía o villorrio de Cataluña. No es el caso de los valencianos, que sí poseíamos monedas de plata y oro acuñadas con el título de Regne de Valencia. La antigua heráldica de dos barras se mantuvo incluso en ejemplares del 1400.

Como arcaísmo icónico perduraron las dos barras cuando el modelo de cuatro ya era usual hacia el 1450. Paradigma de ello fueron las cintas de seda que sujetaban los sellos reales según el protocolo de la Cancillería en los siglos XIII y XIV. El tejido mostraba la urdimbre de dos barras rojas sobre tres amarillas; y así perduró, como fósil heráldico, en tiempos posteriores. El erudito ensayo de Fernández Duro recoge “la ley 1ª, título XX, partida 3ª de las de Aragón”, que trata de la manera de sellar y manda:

«... y esta cuerda de la cual el sello colgare, sea de diversos colores, como amarilla y colorada, ancha y delgada, y esté hecha de manera que represente nuestras armas reales, que son cinco fajas en luengo, para que las tres y las otras dos, que son las que están entre las partes de afuera y la del medio sean coloradas, y cada una de las de la parte de afuera será de siete hilos de seda, no más ni menos(Fernández Duro, C.: Tradiciones, 1888, p.35)

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Hay ejemplares que, por descuido o falta de seda adecuada, alteraron los colores de rigor; de igual modo que encontramos cerámica con escudos reales de dos barras azules o verdes, según el óxido utilizado fuera de cobalto, manganeso, etc. En Biar, a cuatro kilómetros del Camp de Mirra, donde se representa el Tratat d'Almirra, tenemos sellos en los que se cumplió fielmente la heráldica establecido por la Cancillería de la Corona de Aragón (creo que fue en 1986, cuando fotografié las cintas del pergamino 28 del museo de Biar, para ilustrar el tratado sobre la Real Señera).

¿Cuándo se efectuó el cambio de dos a cuatro? Existió un tiempo de confusión a fines del siglo XIV sobre qué número de barras debían pintarse, bordarse o esculpirse. Indicativo de la pervivencia de estas dudas las tenemos en los preparativos de la boda en Zaragoza de Fernando I en 1412. El alto funcionario valenciano Joan Mercader, Bayle de la Ciudad y Reino de Valencia, aparte de prestar al monarca el 'fermall' (joya muy valiosa que los Jurats de Valencia encarecen su pronta devolución), le pide en carta aclaraciones al soberano sobre si debe mantener la antigua señal de dos barras o la nueva de cuatro, y si se podría aumentar su número en pendones y estandartes. La pregunta no tiene desperdicio:

«¿Cuántas barras serán las rojas y cuántas las amarillas, y qué ancho cada una de las barras?» (Archivo Corona de Aragón: Reg.2. 404; f.55v.)

Los ejemplos con dos barras reales podrían llenar extensos volúmenes, desde imágenes de alfardons de Paterna al célebre retablo de San Jorge, pintado por el alemán Marçal de Sax hacia 1407.

Representa la batalla del Puig en 1237 y, lógicamente, se observa claramente la antigua señera de dos barras, no cuatro. Junto a ella está otra de barras apenas visibles y una anacrónica franja intensamente negra, producto de alguna lamentable restauración y que, en su época, pudo ser azul, colorante que también está degradado en toda la tabla (en algunas reproducciones se ha alterado con azul estridente que no hallamos en el original del Victoria and Albert Museum). Huyendo del horror vacui hasta llenar el espacio, las gualdrapas del caballo multiplican arbitrariamente el número de barras, de igual modo que vemos en los heráldicos castillos y leones de las Cantigas de Alfonso X de Castilla.

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Continúa...

  • Ricart Garcia Moya es Llicenciat en Belles Arts, historiador i Catedràtic d'Institut de Bachillerat en Alacant.