TRATADOS, bancos e inversores

LA VERDAD SOBRE LOS TRATADOS DE “LIBRE COMERCIO” INTERNACIONAL UNA CUESTION BANCARIA LOS DERECHOS DE LOS INVERSORES.

 

Todos recordaremos que hace no demasiados años cuando uno iba a cierta entidad de crédito se le ofrecía su producto estrella: las “preferentes”, solo para los clientes importantes. Hoy nadie nos tiene que explicar de qué iba aquello. Con los TRATADOS DE LIBRE COMERCIO INTERNACIONAL ocurre algo parecido.

A estas alturas, todos sabemos que la competencia ilícita que se sufre a gran escala en Europa está amparada por unos supuestos instrumentos jurídicos que en realidad encubren algo muy distinto de lo que su maravilloso nombre pudiere sugerir a simple vista: los “Tratados de Libre Comercio Internacional”. De entrada, con ese rimbombante nombre mágico, es imposible que nadie pudiera oponerse, porque ¿quién puede estar en desacuerdo con un tratado libre?. ¿De verdad hay alguien que esté en contra de la libertad? ¿O quizás hay alguien que esté en contra del comercio?, evidentemente, nadie, son palabras sagradas, todos queremos libertad y vivimos, de alguna manera, todos del comercio. Sin embargo, como decimos, la realidad a la que nos enfrentamos es muy distinta.

Y también muy sencilla, tanto que no creo que haya nadie capaz de rebatirla: imagine que Ud. es banquero. Y como a tal se le dan dos opciones, bien financiar a un productor potente de, pongamos cítricos, con capacidad para producir en Sudáfrica, Egipto, o Marruecos, donde los gastos de producción salen casi cero euros, con sus oficinas en Holanda, y capacidad suficiente como para transportar su producto y venderlo en Centroeuropa rápidamente, con unos beneficios espectaculares; o al contrario, financiar a un pequeño productor europeo con unos costos salariales y de seguridad social elevadísimos, y limitado por no poder utilizar productos fitosanitarios, y al final, con unos dudosos márgenes de ganancia. Si Ud. fuera ese banquero ¿por cuál se decantaría?. Evidentemente el primero es negocio. El segundo no.

Sin olvidar que dado que la producción entra desde fuera de Europa, los intereses para llevar adelante la explotación pueden ser todo lo altos que el banco quiera imponerle a la corporación, al fin y al cabo, se puede poner el problema de entrar el producto en la UE como razón de peso.

Sin embargo, a esas alturas a las que se mueven los grandes, ¿de verdad que hoy día es un problema el entrar un producto producido por mano de obra semiesclava en Europa?. Más bien no. Ese problema está controlado. Para franquearle la entrada ya están los TRATADOS DE “LIBRE COMERCIO” que disfrazan perfectamente el tema como ayuda al tercer mundo. ¿Qué esto supone la ruina de los pequeños agricultores y productores europeos?. ¿Y qué?. Esos agricultores no cuentan en las alturas. Más bien son una molestia. Se les considera como una especie de “masa sucia”. Sencillamente, de un plumazo se les barre de la escena económica.

Es el problema de siempre, la realidad se impone, puede haber una docena de ciudadanos que acumulen toda la riqueza. Pero no puede haber una docena de ciudadanos que acumulen toda la riqueza y que, además, exista democracia.

Al respecto, existe ya demasiada literatura, por ejemplo, podemos ver la respuesta que a la cuestión da nada menos que NOAM CHOMSKY:

“Algunos lectores preguntan qué piensa usted de los acuerdos de libre comercio.

Cuando la gente me pregunta sobre libre comercio, me acuerdo de un comentario que hizo Gandhi cuando le preguntaron qué pensaba de la civilización occidental. Y su respuesta fue : "sería una idea interesante", y lo mismo sucede con el libre comercio.

Lo que se suele llamar libre comercio en realidad tiene muy poco que ver con libre comercio. De hecho, a veces una gran parte ni siquiera tiene que ver con comercio.”

Es un hecho evidente que esos TRATADOS son opacos. Nadie sabe cuándo se firman. No se conoce su contenido. Ni siquiera, ni siquiera, por los Europarlamentarios, como ocurre con el que recientemente se ha firmado con Mercosur. Se desconoce cuándo se firman, en qué condiciones, las cuestiones a tratar……

En este orden de cosas, ya deberíamos saber que la oligarquía, como sistema de gobierno en la que el poder está en manos de unas pocas personas muy adineradas es, por naturaleza, contrapuesta a la democracia.

Como decimos, ab initio, supuestamente, estos tratados se realizan para tal y como se esfuerzan por definirlos, en: “ampliar el mercado de bienes y servicios entre los diferentes continentes o básicamente en todo el mundo. Eso consiste en la eliminación o rebaja sustancial de los aranceles para los bienes entre las partes, y acuerdos en materia de servicios.

Este acuerdo se rige por las reglas de la OMC o por mutuo acuerdo entre los países.”

La supuesta teoría establece que los Acuerdos de Libre Comercio Internacional tienen como objetivo regular relaciones comerciales “libres”, con el fin de aumentar el flujo comercial y obtener un mayor nivel de desarrollo económico.

Sin embargo, la realidad es que no regulan relaciones libres dado que la gente normal no puede acceder a ellos, y en este sentido, tampoco son “comercio”. Porque, con el ejemplo de los cítricos, ¿qué pequeño productor valenciano, por ejemplo, tiene la capacidad para plantar en Sudáfrica y traer luego su producto a Europa?. Y en ese sentido, si los pequeños no pueden beneficiarse de ninguna forma de esos tratados, quedan excluidos y marginados de la vida económica, con lo cual se evidencia que en realidad, no existe libertad de mercado dado que éste está controlado por los monopolios.

No puede ser de ninguna otra forma si nos fijamos en que tales tratados vienen condicionados, determinados, por la OMC, tal y como se les define, y llegados a estas alturas, quizás no vendría mal hablar un poco de la OMC.

No, la OMC no es una marca de coches, ni de lavadoras, tampoco un sindicato, como todos sabemos, son las siglas de la Organización Mundial de Comercio.

Tratándose de dinero, su sede está, como no podía ser de otra forma, en Suiza. No está en Washington, o Nueva York, o Londres, o Bruselas, o ninguna otra capital política. Está donde está el dinero: está en Suiza, es decir, donde están los bancos. Sólo ese pequeño detalle ya debería de darnos algunas pistas. En un país neutral, siempre respetado e histórico paraíso fiscal.

Un edén de las alturas, donde todos los grandes y privilegiados de este mundo tienen su particular y millonaria caja de caudales a buen recaudo; de tal forma que siempre ha habido consenso en que nunca sufra ningún tipo de agresión, faltaría más.

Podemos comprobar que, actualmente, en Suiza, paraíso fiscal por excelencia, y además, al lado de casa:

  1. Un tercio de todo el dinero foráneo del mundo se encuentra allí, en Suiza. Son los llamados fondos “offshore”. Estamos hablando de unos 400 billones de dólares, aproximadamente.
  2. En Suiza hay nada menos que 327 ENTIDADES BANCARIAS. Se sabe y se comenta que ninguno de estos banco sufre perturbaciones económicas debido a sus grandes negocios, su prudencia en el manejo del dinero y a las GRANDES RESERVAS DE ORO que existen en sus cámaras.
  3. A pesar de lo que se ha dicho, el SECRETO BANCARIO sigue vigente hoy día en la legislación suiza, de forma que, en función de la Ley Bancaria de 1.934, se considera un hecho delictivo el revelar el nombre del titular de la cuenta. Esta confidencialidad es similar a la relación médicos pacientes o abogados clientes. La privacidad, en Suiza, es parte de su patrimonio y no se vulnera sin incurrir en graves consecuencias penales.
  4. En Suiza se encuentra el Banco Internacional de Pagos, con sede en Basilea, sobre el que Ellen Brown escribió un artículo publicado el 17 de abril, 2013 en el sitio web Global Reseach con el nombre de “The Tower of Basel: Secretive Plans to Issue a Global Currency” (La torre de Basilea: planes secreto para lanzar una moneda global)

De forma que, sin ningún tipo de pudor, allí mismo, en Suiza, el paraíso del dinero, los bancos, la opacidad informativa, las reservas de oro, el secreto bancario y la caja de caudales de los millonarios, se encuentra la OMC, que tampoco tiene reparo en presumir de ser la:

la única organización internacional que se ocupa de las normas que rigen el comercio entre los países.”

Nada menos. Podemos preguntarnos: ¿quién le da ese privilegio? ¿quien la constituyó?. ¿Y con qué derecho se atribuye regular el comercio internacional?. ¿Acaso podemos pensar que todo esto es democrático?, o ¿acaso la democracia es, en este aciago siglo XXI, tan solo una ilusión?.

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Para aclarar más las cosas, la sede se encuentra sita en el Centro William Rappard, un palacio (foto de arriba) al que se le ha denominado así, en honor a un profesor suizo, gran precursor del control de masas y del neoliberalismo económico, o capitalismo salvaje, como lo queramos llamar.

Tal y como reza oficialmente la información que se facilita, “el Centro, que ha sido testigo de más de 90 años de cooperación internacional, se concibió como parte de los esfuerzos realizados después de la Primera Guerra Mundial para crear una Sociedad de las Naciones y otras instituciones que promovieran la cooperación multilateral y la solución pacífica de conflictos”.

Se dice por la OMC que todas las decisiones importantes son adoptadas por los gobiernos de los Miembros de la OMC: ya sea por sus Ministros (que suelen reunirse al menos una vez cada dos años), o por sus embajadores y delegados (que se reúnen regularmente en Ginebra).

Si, pero quizá no está demás que nos preguntemos si esto es todo lo representativo que pretende. ¿O es, al contrario, como se oculta, rigurosamente antidemocrático?

Parece obvio que si las decisiones comerciales se toman en Suiza, es evidente que los intereses bancarios priman sobre los nacionales, y, en ese sentido, nos podemos preguntar: ¿qué competencias tiene la OMC para pisotear las soberanías nacionales?

Porque las malas lenguas, hablan de una OMC, que en la realidad, está constituida por una élite bancaria y empresarial, cuyo único objetivo, en realidad, es obtener cada vez más beneficios, pues para eso cobran sus directivos, de tal forma que, si no se cumplen estos objetivos sus ejecutivos son despedidos y su brillante carrera profesional acaba de forma abrupta. Una acumulación de beneficios y ganancias para el banco, cueste lo que cueste, pese a quien pese, perjudique a quien perjudique, al contrario, es su único pasaporte para continuar en el cargo y obtener así más ganancias personales. Nada nuevo, así funciona cualquier banco.

Es demasiado evidente que es imposible que esta necesidad de beneficios a toda costa no se dé de narices con los intereses de las personas en general; y por tanto, que tenga algo que ver con la desaparición del bienestar de los ciudadanos.

En realidad, tenemos la eterna lucha entre los intereses de una élite frente a los de la mayoría. Nada nuevo bajo el sol. De tal forma que, cuando la situación es la que es, y es esta élite la que toma las decisiones, sabemos ya quién es el que va a salir perjudicado de la relación. En realidad, son esas “elites” a las que se ha venido refiriendo Trump en su campaña electoral, o contra las que luchan los “chalecos amarillos” en Francia, las que representa Macrón; los motivos por los cuales Salvini es tan popular en Italia, o las responsables de que se haya votado a favor del Brexit en Inglaterra.

Visto lo visto, los Acuerdos de Libre Comercio Internacional, controlados en Suiza por la banca, son, por su propia esencia, puramente antidemocráticos, esencialmente un teatro para que los grandes hagan negocio a costa de ignorar a los ciudadanos y sus derechos. Atacan y desconocen las soberanías nacionales de todos los países y al final no rinden cuentas más que a los accionistas. De tal forma que, finalmente, ni son comercio, ni son libertad. Más bien son el instrumento jurídico que se utiliza en este aciago siglo XXI para sojuzgar a las masas con un lenguaje pretendidamente sugerente. Una especie de “preferentes” internacionales.

Una opinión interesante al respecto, la del Profesor Carroll Quigley, norteamericano, que escribió lo siguiente:

“El poder del capitalismo financiero tiene un plan a largo plazo, que no es más que crear un sistema global financiero en control de manos privadas que pueda dominar el sistema político de cada país y la economía del mundo entero. Este sistema sería controlado de una manera feudal por los bancos centrales del mundo actuando en concierto y por acuerdos secretos logrados en mítines y conferencias frecuentes. En la cima de este sistema estaría el Banco de Pagos Internacionales en Basilea, Suiza, un banco privado poseído y controlado por los bancos centrales del mundo, que a su vez son corporaciones privadas. Cada banco central trata de dominar su gobierno por su habilidad de controlar los préstamos al gobierno, la manipulación de moneda nacional y extranjera, y la influencia en toda actividad económica en el país y su influencia con los políticos por los regalos o prebendas que le otorgan en el mundo de los negocios.”

 

¿QUE DICE A TODO ESTO EL PRESIDENTE DE LA COMISION EUROPEA?.

Podríamos hacer oídos sordos a todo esto, pensar que estamos defendidos, auxiliados por nuestros representantes políticos europeos. Bien, mucho nos tememos de que no es el caso. Tomemos, por ejemplo el caso de Junker, ya saben, el Presidente, nada menos, de la Comisión Europea, del Eurogrupo.

Su carrera política se dilata en el tiempo hasta más de lo que logramos recordar, “lleva más de dos décadas formando parte del Gobierno de Luxemburgo y consiguiendo puestos de relevancia en Bruselas”, ninguna carrera política ha sido tan prolongada, es como una especie de Fouché moderno, ¿cómo explicar tal proeza de supervivencia política?.

Partamos del hecho curioso, cuando menos, de que estamos hablando de un Presidente de Luxemburgo, un país de seiscientos mil habitantes. ¿Cómo puede ser Presidente de Europa, un continente de 513 millones de personas, un Presidente de un país diminuto, de sólo seiscientos mil?.

Existen sombras en su pasado, por ejemplo, es del dominio público que como presidente de Luxemburgo 1.995 a 2013, tuvo que dimitir tras descubrirse que los servicios secretos del país se dedicaban a actividades delictivas

Pero tal vez es el siguiente comentario nos dé una pista más fiable de por dónde va el tema: al parecer, es un secreto a voces en la Unión que Juncker, siendo primer ministro de Luxemburgo, consiguió convertir su país en un paraíso fiscal para las multinacionales que operan en toda Europa, ofreciendo a éstas domiciliarse en Luxemburgo, pagando sólo un 1 o 2% máximo en materia de impuestos, cuando en el resto de países europeos se tributa por un 20% en adelante.

En realidad, se atribuye a Juncker el “sistema juncker” de evasión fiscal, un sistema basado en artificialidades, como comercio irreal de patentes, cánones, licencias y préstamos entre filiales, de tal forma que se conseguía reducir, de esta forma, los beneficios oficiales y consecuentemente la tributación de las multinacionales.

En algunas entrevistas, él niega esto: “no hay nada en mi pasado que indique que mi ambición era organizar la evasión fiscal en Europa”. Bien, podemos estar de acuerdo que sus ambiciones iban por otro camino, soló que tal vez se desvió un poco. Igualmente, en otras entrevistas se muestra contrario e indignado con una competencia fiscal que él mismo califica de “desleal”.

Es otro hecho conocido por los expertos que la evasión de impuestos, propiciada por Juncker, lleva, normalmente, al blanqueo de capitales y a otros delitos, de forma demasiado rápida; de ahí que nada menos que el FINANCIAL TIMES, pidiera en su momento su cabeza, de la misma forma que lo solicitó BLOMMBERG.

Como resumen, el Presidente que supuestamente nos representa, ha hecho su carrera a costa de las multinacionales, ayudándoles a evadir impuestos y poniéndose a su servicio, consiguiendo articular una red de evasión fiscal a gran escala en toda Europa, tal y como podemos comprobar si tiramos de hemeroteca.

Dejamos a juicio de cada uno el establecer la idoneidad del personaje en orden a la correcta defensa de los intereses de los ciudadanos europeos.

Igualmente, dejo la respuesta sobre si es la persona adecuada, con su historial de favores y servicios para las multinacionales, si es la idónea para tratar y negociar esos tratados de libre comercio que no se publicitan pero que nos imponen. 

Para finalizar, un ejemplo de los problemas que se citan es lo ocurrido recientemente con el tema de los aranceles USA. Este país ha sugerido a Juncker, como parte de la negociación, incluir la agricultura europea, eliminando los aranceles que los medios de difusión se han adelantado a publicitar como desastrosos, encontrándose con la negativa de Juncker, que se ha negado a que esto fuera parte de la negociación. De manera que, ¿si no negocia los productos agrícolas? ¿qué está negociando, y a quien está defendiendo?.

CONCRETAMENTE SOBRE LOS TRATADOS:

Como decimos, la primera característica de los mismos es que esos TRATADOS son opacos. Nadie sabe cuándo se firman. No se conoce su contenido. Tampoco parece que se conozca ningún estudio sobre su impacto en la economía europea, y si se tiene, no se ha divulgado, así está ocurriendo con Mercosur, ocupándose los medios de comunicación únicamente en la crítica constante a Trump.

En realidad, los europarlamentarios, que supuestamente tienen que ratificarlos, van tan perdidos como el público en general, pensemos que un Eurodiputado tiene un sueldo mensual de 9.000 euros, a más de otros 25.000 para gastos y personal…. Esto hace un total mensual de 34.000 euros mensuales; imaginemos el nivel de vida que alguien puede llevar con ese dinero, personal a su servicio, restaurantes de lujo, varios coches, viajes en primera…. Nada menos que medio millón anual.

Me gustaría saber si alguno de nuestros lectores cuenta con un sueldo igual o similar, o parecido o cercano. No se cansen contando, lo más probable es que ni se acerquen.

Recordemos las palabras de Quigley: “su influencia con los políticos por los regalos o prebendas que les otorgan”

Ganando treinta y cuatro mil euros mensuales, no nos extraña que nuestros eurodiputados y eurodiputadas, firmen todo lo que allí en Europa, en Bruselas, se les ponga por delante, por supuesto, y además con fuerza, con ganas, faltaría más; o al menos esto ha sido así hasta el momento.

Esta situación ha quedado perfectamente patente con motivo del ahora tristemente famoso acuerdo con Sudáfrica, firmado el pasado 14 de septiembre de 2018, mayormente por el PP al haber votado A FAVOR; con una mecánica de funcionamiento que consiste en darles a sus Señorías una copia del acuerdo, que consta de unos mil folios (casi nada), a cada uno de ellos, y esperarles al día siguiente para que manifiesten su aceptación. Imagino que cuando cada uno de ellos recibió los mil folios lo hizo con desagrado, disfrutando como debían estar de su envidiable situación, comiendo en algún restaurante de la Guía Michelín o dando unos golpes en cualquier campo de golf cercano a Bruselas; debieron de pensar que no era más que una tonta molestia rutinaria, incluso puede que alguno intentara leerlo, pero lo que sí es seguro es que al día siguiente lo firmaron todos, como buenos chicos, con esa disciplina que conlleva el que a uno le llenen los bolsillos de esa forma.

Bien, la firma de este acuerdo ha supuesto, ya en esta campaña de 2019, el hundimiento de los cítricos valencianos, su desplome. La ruina. Quinientas mil familias afectadas de forma directa. Quinientas mil familias más en situación de precariedad económica. No pasa nada, aún quedan muchos millones de personas más a los que poder arruinar. Y todo es legal porque el acuerdo está firmado.

Es de sobra conocido que Holanda, sus grandes corporaciones empresariales, y sus excolonias, como Sudáfrica, están detrás de este acuerdo, imponiendo su ley en una UE a su servicio, y convirtiendo a este país y a su puerto, Rotterdam, en el principal puerto de entrada de cítricos de Europa y en consecuencia en el principal país exportador de los mismos, a pesar de que no tiene ni un solo árbol plantado en su país.

Pues bien, ahora ha surgido una nueva oportunidad, no hay más que ver a Sanchez, se le ve ansioso, con nervios de principiante y temblores de novicio; y no le faltan motivos, hay a la vista la firma de un nuevo Acuerdo de Libre Comercio Internacional, el correspondiente a MERCOSUR, es decir, con América Latina, y se le ve con ganas de estampar su conformidad en él, en representación ¿de quien?.

 Sólo ha habido una sorpresa, Macron, que todos los sábados recibe la cortés visita de los chalecos amarillos en las inmediaciones de su palacio en París, en las que tratan de explicarle lo bien que les va y lo contentos que están con su gestión presidencial y sábado tras sábado son recibidos, inexplicablemente, por pelotazos de goma que les lanza la policía francesa y que les destrozan ojos, caras, orejas….(así es la democracia en Europa en el siglo XXI), por lo que ha respondido, ya decimos, a la llamada poniendo unos insospechados e inesperados reparos.

¿A quien eliminarán esta vez con esta firma de MERCOSUR?. La duda recorre como una guadaña gélida el rebaño abesugado y ciego que hoy día conforman los sujetos económicos de un continente supuestamente culto como Europa. Nada se sabe. Ni siquiera los propios europarlamentarios, que desconocen tanto su contenido como los efectos que el mismo pueda tener.

Así es, el contenido del Tratado de Libre Comercio Internacional con Mercosur, que, evidentemente, ni es comercio ni es libre, es secreto. Por supuesto que escama tanto secreto, el ciudadano avisado (la mayoría no lo es, desgraciadamente) es ya como ese gato escaldado que huye del agua. Es evidente que, de ser beneficioso nos lo publicitarían y venderían con palmas y alabanzas….pero no es así. Una y otra vez, se comenta, pero no se explica; se cita, pero no se revela su contenido; se le nombra, pero a distancia.

CONCLUSIÓN

Un Tratado de Libre Comercio simplemente está pensado para que el poderoso imponga su ley y sus normas. Eso explica que en el que se firmó entre USA y México (NAFTA), la agricultura norteamericana, a base de subvenciones, consiguiera arruinar en poco tiempo a la Mejicana. Esto es un hecho. En el acuerdo con Sudáfrica, los intereses de grandes corporaciones, establecidos en las antiguas colonias holandesas, impusieron sus exigencias, de la misma forma que las multinacionales francesas han hecho con Marruecos.

Es demasiado evidente que el negocio consiste en producir fuera de la UE a coste cero y vender dentro, a precio de oro y es esto lo que se maneja en las alturas; eso es lo que se tiene en cuenta por la banca, las corporaciones, los grandes, que excluyen así, de la vida económica, a los pequeños productores europeos, incapaces por su escaso poder, de beneficiarse de ningún tratado. En consecuencia, es evidente que todo esto convierte en la realidad, la UE en un instrumento, no en una unión de estados o naciones.

  • José Manuel Millet Frasquet es abogado.