Un médico, un hospital: calidad sanitaria

Me gusta concebir el periodismo como contar historias. A partir de personas y hechos, podemos proyectar o elaborar teorías u opiniones, pero la realidad es el mejor punto de partida.

Contar historias tiene su pequeño riesgo, pero que todo lector sabe solventar: no se puede generalizar, extrapolar, sino que una historia es un botón de muestra. A veces, muy aleccionador. Porque entre algunos colegas se asocia “noticia” a algo negativo, escandaloso, morboso. 

También es noticia la calidad contrastada, el buen hacer destacado de un médico, un político, un periodista, porque algunos niegan categóricamente que sea posible que un periodista trabaje bien, un político sirva a la sociedad de verdad, o un médico sea bueno en su especialidad y con calidad humana.

En unos momentos en que parece que las tensiones, los miedos, las guerras –en tierra europea, que es lo que nos ha asustado de verdad– o el individualismo egoísta parecen triunfar a nuestro alrededor, soy optimista y me gusta destacar noticias o hechos positivos, aleccionadores, animantes, constructivos, porque hay otros que parecen dedicarse todo el día a cavar fosas… para otros, e incluso para ellos mismos.

Estas líneas preliminares son, o pretendo que lo sean, lo que explican que quiera destacar el trabajo de un médico, Juan-José Torrent Correa, y un hospital, Hospital El Pilar. Médico y hospital, en Barcelona.

El Doctor Torrent es ginecólogo, discípulo del profesor Chapron, del Hospital Cochin, de París. Fundador y director del Quénet Torrent Institute-Comprehensive Cancer Center, en el Hospital El Pilar Quirónsalud.

Este prestigioso ginecólogo lleva tiempo tratando a una hermana mía, y hace poco le ha operado. Me hizo sonreír mi hermana cuando el Doctor Torrent le dijo, hace un tiempo: “Usted no se va a morir de esto. También he de decirle que no va a ser el mejor año de su vida”. Me pareció un planteamiento realista, optimista y clarificador.

A raíz de la operación a mi hermana, he ido conociendo a este ginecólogo, como médico y como persona, si es que es posible o separar ambos términos. Gran profesional, prestigio reconocido. 

Está visitando a mi hermana, ingresada todavía unos días más, cada día dos o tres veces, incluido el sábado y el domingo. El sábado, por ejemplo, me comentó: “Haré deporte a primera hora de mañana, y a las 12 vendrá a verla”. Y allí vino el domingo después de jugar al tenis. 

A la familia nos dice cuándo la va a ver la próxima vez y que podemos estar presentes o nos puede telefonear para informar. Ante esa calidad asistencial, la familia procuramos estar siempre después de cada visita, y eso que está evolucionando muy bien.

Informa con detalle, prudentemente, sin esquivar ninguna pregunta, sonriente y con aspecto de no tener prisa. Se interesa por lo que la paciente le relata de su vida, familia, trabajo, y también con otros de la familia con quienes coincide. Pregunta, se interesa: no se limita a cumplir. Y también cuenta pequeños detalles de su vida u opiniones de lo que se está comentando, por ejemplo bajando en el ascensor. Es abierto con los pacientes y sus familias. Muy humano, con sentido del humor.

El trato humano de los médicos es esencial para la calidad de la atención médica y la experiencia del paciente. Implica un enfoque que valora la dignidad, el respeto, la empatía y la comunicación efectiva en la relación médico-paciente, y la familia del paciente.

Nunca había conocido un especialista con este nivel de atención médica y humana. He de reconocer que la médica de atención primaria que tengo en mi Centro de Salud, en Castellón, desde hace décadas, también atiende así. No deben ser oasis o ejemplos aislados en la sanidad, en que cuerpo y alma están tan relacionados, pues no somos robots. 

Insistir en las carencias sanitarias de España, los retrasos en las citas, la falta de seguimiento, puede desalentar. Muchos médicos con los que he hablado coinciden en que no hay que fiarlo todo a soluciones estructurales, sino que cada médico puede crear a su alrededor una atención sanitaria –que incluye toda dimensión humana– con profesionalidad, abnegación, previsión y delicadeza. Escuchar, ¡sonreír!

Del Hospital El Pilar –como aragonés, he de reconocer que con ese nombre ya estoy predispuesto a ver solo lo positivo– destaca el trato humano de sus trabajadores. Y no es accesorio que haya unas religiosas y una pequeña capilla con el Santísimo nada más entrar, aparte de una iglesia que hay en el exterior.

Algunos se empeñan en quitar capillas o imágenes religiosas en los hospitales, bajo el argumento del respeto al pluralismo. Es una de las trampas dialécticas actuales. La religión es una dimensión muy importante que da fuerzas al hombre, seguridad, certeza, y eso en un hospital es más necesario todavía.

 La “nada” angustia; la fe y la oración, dan paz. Ofrecer una pequeña capilla como “servicio” hospitalario alienta la esperanza, y no sé de ningún hospital que se haya preguntado a los pacientes si se desea quitar o poner una capilla.

Un médico, el Doctor Torrent, y un Hospital El Pilar que nos transmiten algunas vías hacia la calidad sanitaria. También he mencionado a mi médica de atención primaria. 

No caigamos en la trampa de que la sanidad privada es la solución para lo que subrayo, pues soy muy partidario de la sanidad pública, y nunca he necesitado ir a un hospital privado. La calidad, en definitiva, no depende de las estructuras, sino de las personas, también de la calidad de los pacientes, pero sería algo para tratar en otra ocasión.

  • Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
    Escribe, también, en su web personal.