Es sabido que Jaime I hizo su entrada en la recién conquistada ciudad de Valencia el 9 de octubre de 1238, tras un asedio que duraba desde la Pascua, cuando los nobles convocados habían de presentarse en el lugar de El Puig de Enesa o de “Cebolla” (etimología popular del árabe Yuballa “montículo”), que desde aquellas fechas recibirá el nombre más entrañable de Puig de Santa María.
La capitulación de la ciudad de Valencia se firmó poco antes en Ruzafa, el día 28 de septiembre de 1238. Zayyan, último gobernador musulmán y nieto del legendario Ben Mardanis, llamado también rey Llop o Lobo por los cronistas cristianos, abandonó con sus incondicionales el alcázar de Valencia el 8 de octubre, según acredita el historiador de origen ondense Ibn al-Abbar, secretario o katib del propio Zayyan y presente en la rendición.
DIÓCESIS DE VALENCIA
Pero antes de que el rey pusiera el pie en Valencia ya habían sucedido muchas cosas. Me refiero, entre otras, a los actos de posesión que el obispo Jimeno de Albarracín (que actuaba en nombre del arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada) y Pere d´Albalat arzobispo de Tarragona, habían realizado en fechas anteriores para dejar constancia de sus derechos sobre las diócesis de Valencia.
En mayo de 1238 Jimeno había celebrado misa y bautizado en la iglesia de San Vicente Mártir, en el arrabal de Rayosa; él mismo celebró el viernes 1 de octubre la primera misa intramuros de la ciudad, en la iglesia de San Miguel, cantando vísperas, al día siguiente, en la recién cristianizada mezquita mayor o catedral de Santa María.
Las Actas del Proceso entre ambas archidiócesis (1239-46), ofrecen a los historiadores un apasionante acervo de datos, de capital interés para el conocimiento del proceso de la conquista. Es más, abundan noticias sobre las iglesias mozárabes valencianas (San Vicente Mártir o Santa María, por ejemplo), abiertas aún al culto en vísperas de la conquista de 1238; sobre la conciencia de una diócesis y un obispo valenciano en los reinos limítrofes y sobre los valencianos mismos (“valentini” “illi de Valentía”) como expresión de una entidad distinta y anterior a la llegada de las tropas conquistadoras.
PREEXISTENCIA
Lamentablemente, estas cuestiones, que en un contexto aceptablemente culto, se considerarían esenciales para la recta comprensión de la historia, no forman parte de lo que se discute, se integra y por tanto existe, en el currículo académico de la Enseñanza Secundaria o Universitaria de la Comunidad Valenciana.
Sin embargo, fechas como la del 9 de octubre, por su brillo conmemorativo, se prestan a simplificar la verdadera historia de la cultura que representan.
CREACIÓN DEL REINO
Vayamos por partes. Jaime I creaba un Reino jurídicamente nuevo, pero sobre una entidad territorial preexistente y definida. Cuando, estando en Alcañiz, los caballeros Hugo de Fullalquer y Blasco de Alagón sugieren a don Jaime la conquista valenciana, don Blasco caracteriza a Valencia como “la millor terra e la pus bella del mon.. e no ha vui dejus Deu tan delitós llogar com es la ciutat de Valencia “e tot aquell Regne””. Es más, la propia crónica de Jaime I reitera el concepto Regne para referirse a la Valencia no conquistada todavía y Regnum Valentiae llama el tratado de Cazorla en 1179 a nuestro histórico territorio. Algo había pues, y así se percibía antes de la emblemática fecha del 9 de octubre de 1238.
Y entre lo que había, es decir, lo que existía y no fue traído, hay que citar tres hechos fundamentales: un “perfil histórico propio”, bien captado en los reinos cristianos hispánicos; un “cristianismo autóctono” que, además de sostener el culto en distintos templos (de “cristianos que desde siempre allí acudían” y “cristianos allí residentes”, “christianis qui pro tempore ibi aderant”, “christianis ibidem commorantibus”, etc. hablan los códices vaticano, oscense y toledano en 1239), es el único elemento que explica la transmisión de ciertas instituciones propias del derecho valenciano (el “escreix”, el “eixovar”, o el “any de plor”, por ejemplo), desconocidos por el derecho aragonés y catalán; y por último, “un habla románica nativa”, en competencia con el árabe dialectal valenciano, pero activa e innovadora a la hora de la conquista.
Es sorprendente además que la extensión de ese romance nativo coincidiera con los límites territoriales señalados por el propio Jaime I en los Fueros: “Llamamos y queremos que se llame Reino de Valencia lo que comprende desde el río de Ulldecona hasta el término de Biar y desde al mar hasta Albentosa y Santa Cruz (de Moya); y hasta la frontera del término de Requena, que divide el término hasta Castilla”.
NOMBRES ROMANOS
No es extraño, pues, que, a la llegada de don Jaime, multitud de nombres geográficos del Reino musulmán, de la huerta o de la Ciudad de Valencia fueran, como los de sus pobladores, nombres románicos; que los musulmanes censados en el “Repartiment” valenciano tuvieran nombres tan poco árabes como “Fortuny”, “Crespí”, “Moreno”, Paixarell” o “Abril”; que determinadas puertas de la muralla de Valencia se denominaran, ya antes de la entrada del rey, “de Borrell, de Boatella o de Taulat”; que las alquerías recibieran de labios de la población autóctona los nombres de “Paterna, Materna, Pedralba, Trullar, Serra o Figueroles”. O que la nómina de los husun o castillos que vertebraban el reino musulmán en 1238 tuviera denominaciones tan ranciamente románicas como “Montornés, Uxó, Corbera, Carbonera, Rugat, Torres Torres, Morvedre, Monserrat, Cullera o Gallinera”.
Evidentemente, esta lengua no era catalán (anacrónico en una Valencia sin catalanes), sino romance vernacular de la Valencia musulmana; única explicación, en principio, de la emergencia de una lengua valenciana medieval sin conciencias dialectales e individualizada como sistema.
ENTRAMADO ANTERIOR
El nuevo Reino de Valencia se construía, pues, sobre un entramado de aportaciones ajustadas a un nuevo proyecto, y en el seno de la unión real conocida como Corona de Aragón: los cristianos mozárabes, integrados por convergencia entre los conquistadores; las minorías judías que, como los anteriores, habían resistido bajo estatuto de tributarios o “dimmiyun” al dominio musulmán; los propios musulmanes vencidos, en su mayoría no emigrados; y la minoría cristiana venida desde otros reinos hispánicos o extrahispánicos.
Significativamente, cuando en 1239-40 se proclame “la costum” no pesarán en ella ni el derecho aragonés ni el catalán, sino los elementos valencianos autóctonos y el Derecho Romano Justinianeo.
FECHA DE NACIMIENTO
Valencia no nacía en 1238. La fecha es importante; y fundamentales alguna de sus consecuencias. Pero Jaime I no encontró sólo arqueología. Sin el conjunto de formas vitales y culturales comentadas, la historia y la lengua de Valencia no serían lo que son.
Leopoldo Peñarroja Torrejón es licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Valencia,
doctor en Historia por la Universidad de Zaragoza y Académico de la RACV.
Es miembro de la Sociedad Española de Lingüística.