Pablo Casado ha cometido varios errores políticos con la díscola Cayetana Álvarez de Toledo. El acierto de Casado, en beneficio del PP, ha sido cesarla como portavoz del PP en el Congreso de los Diputados.
El principal error de Casado fue nombrarla portavoz en el Congreso. Muchos en el PP se extrañaron y, en privado, criticaron ese nombramiento.
Otros errores de Casado fueron designarla cabeza de lista por el PP en las dos elecciones generales de 2019 ¡por Barcelona! Salió elegida, con unos resultados desastrosos para el PP. Ni sintonizaba con el electorado catalán ni era la persona para captar votos: y se produjo lo previsible, que con ella el PP en Barcelona se hundió más.
Me asombra que se califique a Cayetana como defensora de los “valores” y de una regeneración ideológica del PP, frente a los partidarios de situar a “gestores” en los puestos principales. Era la única diputada del PP que iba a votar a favor de la eutanasia en el Congreso; si su ideología era atizar los nacionalismos con dureza, lo hacía con gran desacierto, desautorizando a líderes del PP en algunas comunidades autónomas.
La exportavoz del PP se ha ido como ha vivido este año largo como portavoz. También en política se suele morir como se vive. Se olvidó de que quien nombra puede cesarle, que los cargos en los partidos se ganan por la confianza de compartir el núcleo y, si se discrepa, se hace en privado, no en una entrevista en “El País”.
Es aplicable a todos los ámbitos de dirección, ya sea política, empresarial, deportiva o institucional: se opina y discrepa en privado, pero se actúa y se lanza un mensaje de unidad hacia fuera, o se dimite. Basta recordar cómo Vicente del Bosque, exseleccionador nacional, defiende este principio básico, que logró que se viviera en nuestra selección: toda crítica o visión personal se aporta, y es parte de una lealtad que no todos viven, pero puertas afuera ha haber unidad de mensaje y de acción.
Cayetana siempre ha ido por libre. Su verbo afilado y con frecuencia brillante parece que le hace subirse a un pedestal en el que pierde la sensatez política. La fuerza de un partido político es que tenga un equipo sólido y que conecte con el electorado: Cayetana es todo menos una política de equipo.
Se ha permitido criticar a Núñez Feijóo, cuando precisamente ha logrado en Galicia una mayoría absoluta muy meritoria para el PP en una época de recuperación. Y Núñez Feijóo atizó a Cayetana, al hablar de la necesidad de un PP moderado con diversos destinatarios: Casado replicó que siempre había sido moderado el PP, pero sabía que era un clamor creciente la necesidad de que Cayetana dejara su puesto.
Sobre la inteligencia de Cayetana, no tengo dudas. Pero cuando la inteligencia no sabe apoyarse en las limitaciones, la oportunidad, saberse parte de un equipo, y ni siquiera parecer altanera, es menos inteligente. Si Cayetana no se da cuenta de que está subida en un pedestal con una actitud que a mí me parece infantil, su inteligencia baja muchos enteros. Confunde la visión crítica con la lealtad, la personalidad con la prudencia, y allí donde esté generará rechazo, más temprano que tarde.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.