Siguen aumentando los sectores en que hay puestos de trabajo sin cubrir, pese a los millones de parados que hay en España. El sector hotelero y turístico dio la alarma, antes lo habían dado bares y empresas constructoras, para ahora alzar la voz el transporte desde hace unas semanas. Las razones que se esgrimen, probablemente, dan con la diana sumando todas ellas. Sin embargo, el contraste entre millones de parados, dificultades económicas y puestos de trabajo que se desechan por ser duros o escasamente retribuidos, deja una sensación de que falla algo muy esencial en nuestra sociedad, que son las ganas de trabajar, aceptar trabajos duros cuando no hay otros y luchar por mejorar razonablemente la remuneración de ciertos trabajos. Si a eso le sumamos que pocos españoles aceptar ser cuidadores de ancianos o limpieza de casas, el panorama es más preocupante, y no digamos “internas” en las casas.
En bares, hoteles, construcción y cuidadoras de enfermos y ancianos aumentan los extranjeros. Como me decía un amigo, los extranjeros –o la mayoría– que vienen a España lo hacen “con el cuchillo en los dientes”, no reparan en cómo salir adelante, porque muchas veces vienen para sacar adelante a sus familias de Honduras, Colombia, Rumanía. Es cierto que esas situaciones propician injusticias que entre todos hemos de intentar eliminar o aliviar, porque se abusa laboralmente de quien se esfuerza por sacar adelante a su familia, que sigue en su país. He de reconocer que he conocido algunos casos que me admiran: tienen como prioridad la familia, labrarse una profesión mejor en España con el paso de los años, traerse a la familia, darles escolarización a sus hijos y que hasta los abuelos disfruten del bienestar de nuestra sociedad.
Gran paro juvenil y gente joven muy preparada: son nuestros jóvenes menores de 35 años. Muchos han emigrado en busca de un trabajo mejor, como es el caso de enfermeros que perciben un sueldo en los países nórdicos o Gran Bretaña impensable en España. Algunos vuelven: no todo es tan idílico, y la familia se echa en falta, un proyecto familiar, unas raíces.
Se sigue despreciando la FP, por parte de los jóvenes y de sus padres, porque aspiran a más. La FP tiene más garantías de empleo que las carreras universitarias, pero se sigue relegando. Lo que estamos viviendo, y siento decirlo, es producto de querer vivir bien sin excesivo esfuerzo, a costa de los abuelos, de los padres… y con subvenciones o subsidios a granel. Son los padres los responsables, mucho más que los jóvenes.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.