FRANCOMODÍN

Me apropio del título de esta columna que, como ustedes saben, ha ideado algún periodista ingenioso. La expresión es tan lógica que no encuentro ninguna alternativa que pueda describir mejor el momento que vivimos y la idea que pretendo expresar.

En los cuarenta años que Franco condujo los destinos de España, hay que reconocer que su imagen estaba muy presente en la vida cotidiana de los españoles de entonces. Aunque probablemente no tanto como lo está en los españoles de ahora.

Los Beatles se atrevieron a decir en una ocasión que ellos eran más famosos que lo había sido Jesucristo en su tiempo y aquello que tenía tintes blasfemos, tenía mucho de verdad por la sencilla razón de que hace veintiún siglos las posibilidades de divulgación de las noticias eran muy escasas y la buena nueva del nacimiento, vida y muerte de Jesús de Nazaret solo pudo expandirse dentro de los lindes del Imperio Romano y poco más. La fama de cualquier cantante o estrella del cine de hoy se expande a los cinco continentes gracias al cine, la televisión, la radio o internet.

Algo así ocurre con Franco. Hace un siglo solo existía como medio de comunicación la radio, la prensa escrita y el cine. Asumiendo que pocos leían la prensa, no muchos podíamos ir al cine y procurábamos entrar en la sala una vez hubiera pasado el NO-DO, la imagen de Franco era menos presente que hoy en que el sanchismo nos sirve a Franco hasta en la sopa. Por el contrario hoy las posibilidades de divulgación de las noticias son muy superiores a las de antaño.

Tan pronto los cálculos de Tezanos empiezan a dar resultados dudosos, se echa mano de Franco, de sus restos mortales, de El Escorial o de Mingorrubio. La ley de memoria histórica o de memoria democrática prohíbe cualquier referencia elogiosa del General. Por supuesto, estimulan todo tipo de críticas o insultos que puedan proferirse contra él ya sean verdaderos o inventados.

Permítanme una referencia personal. Yo nací en la inmediata postguerra civil. Pasé mi infancia, juventud y entrada en madurez antes de que Franco falleciera en 1975. Hasta ese año yo había completado mi bachiller y servicio militar en Valencia; los estudios universitarios en Madrid, Salamanca, Londres y Paris. Había ingresado en la carrera Diplomática, me había casado y tenía dos de mis tres hijos.

Perteneciendo a una familia conservadora y acomodada -mi padre era ingeniero y director de la Hidroeléctrica de Valencia- no tuvimos dificultades durante el franquismo. Es más, yo no las tuve cuando- como era reglamentario por entonces en la carrera diplomática- pedí autorización para contraer matrimonio con mi prometida, ciudadana y residente en la Polonia comunista.

Coincidí con el General en varias ocasiones cuando, como joven secretario de Embajada, acompañaba a los nuevos Embajadores en su majestuosa presentación de Cartas Credenciales en el Palacio Real. El mismo solemne acto que mañana presidirá Felipe VI y que le impedirá acudir al primer acto antifranquista, lo que la izquierda aprovechara para tildar al Rey de simpatizar con Franco.

Anoto cuanto antecede para que recuerden, quienes tengan edad para hacerlo, que la vida de entonces no era tan dura como nos quieren hacer creer y que la gran mayoría de españoles vivía decentemente. La guerra tuvo que ser terrible para los dos bandos y mis padres la pasaron con dificultades -cárcel, tiempo ocultos- pero lograron sobrevivir con sus cuatro hijos.

Por todo ello, cuando ahora nos anuncian que el gobierno ha preparado cien actos a celebrar durante 2025 para festejar el cincuentenario de la muerte de Franco, me parece que algo no funciona bien en España. En lugar de estar pensando en cómo mejorar la condición de un tercio de nuestra población que vive en la pobreza, o intentar reducir la deuda externa que supera con creces nuestro PIB o de limpiar los graves casos de corrupción que asolan el país, el único recurso del que el gobierno sabe echar mano es el de un general que murió de viejo, en su cama, hace medio siglo. 

Imagen: Actuall

  • Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga es Master en Ciencias Políticas y Económicas y Derecho. 
    Diploma de Altos Estudios Internacionales. Embajador de España en Bulgaria en 1993. 
    Primer Embajador de España en Macedonia en 1995. 
    Embajador de España en Bruselas WEU en 1997, entre otros cargos.