SI BEBES, NO CONDUZCAS

¿Es posible que los cerdos vuelen?, se preguntaban unos periodistas ingleses a principios de siglo, cuando España nadaba en la abundancia. Bien, nosotros nos podemos preguntar, con razón, qué hace un actor barato de telenovela como Sánchez metido a político. Demasiado guapo para ser un gobernante y demasiado corto para ser Presidente del Gobierno, podría ser la conclusión. ¿De verdad que él es consciente, es decir, sabe él lo que se trae entre manos, y las consecuencias que de ello se derivan?. O sólo su ego y afán de poder es lo suficientemente grande como para salvar los obstáculos que sean y tragar (¿exactamente qué traga, nos podemos preguntar?) con lo que haga falta…, con tal de ser el Presidente, una palabra mágica para él, y utilizar el avión, y el barco, y el palacio, y hacerse fotos y ser Presidente… Más bien esta última. Con tesis doctorales plagiadas, títulos universitarios dudosos… ¿alguien se ha preocupado de testearle intelectualmente con seriedad?. Lo cierto es que tenerle de presidente se ha convertido en una pesadilla para todos los españoles; es como si alguien que viajara en barco, asustado de los bandazos y saltos del navío, subiera en plena noche al puesto de mando y descubriera, anonadado, que el timón lo maneja un crio.

Sin embargo, Sánchez, cuyo alias podría ser “el guapo”, quizás su única virtud, pues todo lo demás son pecados y defectos demasiado evidentes, se ha desmarcado ya, proponiendo modernas traiciones a su patria; como todos sabemos, una triste tradición en muchos gobernantes que como nación hemos tenido que padecer y sufrir a lo largo de nuestra historia, y en este caso, “el guapo”, como ese niño al timón del barco, insiste en innovar y destruir, convertir nuestra patria en un estado federal, fragmentándola y dividiéndola, rompiéndola. Y esto lo deja claro. No está ahí por méritos propios, si no que no es más que el esbirro de Bruselas, otra marioneta, intentando destruir España y convertir nuestra nación en un puñado de regioncillas asustadas, sin peso político alguno, federadas, eso sí, y dejándonos de esta forma, a los pies de los caballos con Bruselas. De forma que la capital más famosa del mundo de las multinacionales y grandes corporaciones tome, por fin, todo el poder y decida todo, quien vive y quien muere. Lo que sea, piensa Sánchez, con tal de poder ser Presidente e ir en avión, y hacerse fotos chulas con gafas de sol mientras algún periodista tiralevitas va recogiendo, entre sonrisas y halagos babosos a la marioneta, sus típicos comentarios infantiles, egocéntricos, oportunistas, insulsos y estúpidos… en fin… repugnante.

Ya sabemos mucho de la connivencia entre las grandes corporaciones y multinacionales que dominan en estos momentos Europa y sus cómplices de la izquierda española (en Francia ya no existe la izquierda, señores, vayan tomando nota, las felonías se pagan y nada es para siempre). De la pasmosa permisividad de esta izquierda española con el capitalismo ultra-salvaje que domina hoy el escenario europeo que devasta a las clases medias y destroza a las demás, primando sólo al 1% de la población. De la asombrosa aceptación de la izquierda en el proceso de la eliminación de la dignidad humana, de su aprobación a la supeditación de la persona a principios de eficiencia económica sin ningún tipo de trabas, de su beneplácito a una esclavitud moderna generalizada, impuesta para todos. 

Sin embargo, en Francia, como decimos, ya no existe partido socialista, ya no existe partido comunista. Simplemente, la gente consciente y despierta, no vota ya a quien no la defiende. La izquierda española ha de saber, que antes o después, esta traición al ser humano y a su libertad les pasará factura, y mejor antes que después.

Pero mientras eso ocurre, tenemos que saber que un estado federal sería nuestro fin como nación, como pueblo, que no sólo acabaría por arruinarnos económicamente para siempre, sin ninguna esperanza de futuro, sino que también nos dejaría a merced de lo que se decidiera en una capital política en la que se nos desprecia, y en la que nos odian y nos humillan a diario, constantemente; en la que se decide acabar con nuestra agricultura, con nuestra industria, con nuestros trabajos, en la que se nos trata de vagos, incompetentes, improductivos e ignorantes; y que por tanto, nos imponen la hostelería como única salida profesional, la única a la que al parecer tenemos derecho, como una especie de último recurso para torpes; en la que nos aplican una moneda que nos inhabilita y nos imposibilita poder funcionar económicamente; en la que se intenta eliminar nuestra fiesta nacional, en la que se glorifica a los españoles que quieren destruir España… ¿hace falta seguir?.

Por todo ello, hoy, más que nunca, necesitamos a nuestra nación, España, con mayúsculas, y la necesitamos con urgencia, porque sólo ella y quienes la defienden, son capaces de protegernos de los abusos que venimos sufriendo como ciudadanos europeos y liberarnos como personas del futuro de esclavitud al que Sánchez, alias “el guapo”, pretende arrastrarnos mientras él se hace fotos en el avión, con las gafas de sol puestas.

  • José Manuel Millet Frasquet es abogado.