El turismo es la primera industria nacional y se merece un cuidado y esmero equivalentes. Muchos puestos de trabajo dependen de este sector, y los ingresos que genera en comercios, bares, restaurantes, grandes superficies y parques temáticos no pueden ponerse en riesgo y, mucho menos, demonizar la actividad turística. Arran dice que no está contra el turismo, sino contra un turismo capitalista: ellos mismos reconocen que son turistas, y por lo que parece adinerados, por lo que hay que cuestionar no pocos factores en los ataques que Arran, con el apoyo expreso de la CUP, y uno de ellos es la proximidad del ilegal referéndum del 1-O. Quien crea en las casualidades, que siga creyéndolo, yo más bien afirmo que es una campaña orquestada en estos momentos tan graves en Cataluña. Lógicamente, arremeten contra todo tipo de turistas, también los españoles.
Arran ya ha actuado en Barcelona, en Peñíscola y Palma de Mallorca. Estos jóvenes amenazan con continuar con diversos ataques. Dicen que son unos 500, casualmente en los pretendidos Països Catalans. También Cristina Narbona, presidenta del PSOE, se ha sumado a la polémica, afirmando que hay que caminar a otro turismo. No dice cuál: como siempre, demonizar o descalificar es relativamente fácil, construir y fortalecer requiere cabeza, esfuerzo, dedicación y visión de conjunto.
Las autoridades deben actuar contra las acciones violentas contra el turismo. Me sorprende que la empresa privada que gestiona las bicicletas turísticas en Barcelona acabe de afirmar que sufren esos ataques a las bicicletas desde hace meses. Debían haberlo denunciado hace meses, al menor brote de violencia intolerable, aunque Arran se parapeta en que sufren la violencia del turismo, que degrada barrios. De culpables pasan a posicionarse como víctimas que actúan en legítima defensa: es el colmo.
El turismo debe seguir creciendo, potenciando sus múltiples variedades: el de playa, el de monte, el cultural, el medioambiental. Nuestra oferta es múltiple, y el aumento del turismo internacional es una alegría, no una violencia como defiende Arran. Se erigen en portavoces de los vecinos de Barcelona, Peñíscola o Palma de Mallorca, exigiendo la privatización de Port Aventura, puertos deportivos y ciertos hoteles: ¿por qué no hablan con los vecinos de Peñíscola, por ejemplo, felices por el turismo creciente y variado que tiene, en vez de efectuar pintadas contra el turismo? Rechazan el diálogo, sólo admiten sus imposiciones.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.