En algunos foros he vuelto a encontrar voces que niegan el carácter de ciencia a la heráldica, por basarse en el axioma que a la Heráldica “no se le puede aplicar con éxito el método científico -algo imprescindible para una ciencia-, entre otras cosas porque cualquier experimento que se quiera hacer con respecto a la Heráldica nunca dará los mismos resultados si los efectúan distintas personas en distintos lugares, es decir, no es exacto y no se puede repetir hasta el infinito dando el mismo resultado cada vez con certeza”.
A estos efectos quiero traer a colación que se trata ya de una vieja cuestión académica basada en el menosprecio de las denominadas Ciencias Humanas o Humanidades, polémica en la que ya hace más de un siglo el filósofo e historiador alemán Wilhelm Dilthey (1833/1911) se pronunció estableciendo la dicotomía existente entre las Ciencias de la Naturaleza (Matemáticas, Física, Química, Biología…) y las Ciencias del Espíritu (Historia, Derecho, Filosofía, Sicología, Economía..). Las primeras siguen el método empírico, basado en la experimentación y la lógica inductiva. Mientras que las segundas siguen la hermenéutica basada en la compresión e interpretación de la huella objetiva que el espíritu humano ha dejado a su paso por la historia, a través del análisis y examen de los signos externos que lo manifiestan.
Ambas disciplinas son igualmente científicas y ambas tienen su propia metodología, por lo que sería absurdo en estos momentos el pretender cuestionar el carácter científico de las Humanidades. La Heráldica, perteneciente a la familia de las Ciencias Historiográficas, se puede considerar también una disciplina académica, como lo demuestra el hecho que existen varios países europeos en que la Heráldica se estudia en la Universidad, dentro de las Ciencias Auxiliares de la Historia. Aunque la Heráldica, no es que sea en si una simple ciencia auxiliar, sino que al igual que otras disciplinas, puede ayudar al estudio de la Historia, de la Psicología Social, de la Sociología y de la Arqueología. Herramienta muy válida también para las investigaciones genealógicas.
Al mismo tiempo que la Heráldica en si es una Ciencia y un Arte. Tiene unas normas en cuanto al diseño, cromatismo y ubicación que se han ido formando en la práctica como una reflexión científica, realizada mediante un método deductivo a partir de la observación de decenas de millares de escudos. Se deduce que en ellos se repiten unas mismas constantes, impuestas por la costumbre y el buen gusto, de forma que si un escudo no las cumpliera resultaría anómalo. Hoy en día siguen vigentes aún estas reglas sin perjuicio de su renovación por las modas heráldicas, aunque conservando su esencia y vocabulario clásico, respetando las normas que cumplir respecto a los Esmaltes, Diseño y Ubicación. Pero su aplicación requieren también un Arte del diseño que ha de buscar el equilibrio y la armonía, en la composición de los blasones. Por ello entendemos que el blasonar es una ciencia y un arte.
El problema estriba en que hasta hace pocas décadas la Heráldica en España fue considerada un saber prácticamente arcano reservado a unos cuantos iniciados (Reyes de Armas, Persevantes, Heraldos, Eruditos..), que con finalidades áulicas se valían de un lenguaje hermético y desconocido para la mayoría. Sin embargo durante las últimas décadas se ha impulsado extender el interés por el conocimiento de la heráldica, lo que ha generado una serie de trabajos monográficos en los que con mayor o menor éxito se describían y catalogaban los blasones de una cierta localidad o región.
Hace unos años en el I Congreso Internacional de Emblemática General, organizado por la Institución “Fernando El Católico” en Zaragoza, durante el mes de diciembre de 1999, al que tuve ocasión de asistir como ponente 1 , se debatió la situación en que actualmente se encontraba la Heráldica en España. Destacándose el creciente interés por ella que de un arte áulico se había transformado en una disciplina académica, y la cantidad de nuevos estudios e investigaciones heráldicas que habían aparecido en los últimos veinte años. Si bien era preciso terminar con los prejuicios que en nuestro país aún existían sobre los estudios heráldicos e introducir la renovación de métodos de estudio y objetivos que poco a poco se iba abriendo paso en otros países como Francia y Gran Bretaña. Se puso como referencia los estudios de Michel Pastoureau, pudiéndose calibrar a través de ellos cual era el sentido y el propio alcance de esa renovación. Este heraldista francés ensaya por primera vez el tratamiento estadístico de los testimonios heráldicos, considerando los índices de frecuencia de determinadas formas en distintos territorios históricos, así como una exposición diacrónica del fenómeno heráldico.
Preconizaba así una nueva forma de estudiar la heráldica dirigida a investigar los motivos que presidieron el escoger los motivos o figuras que componen el blasón de una familia o de un individuo, basada en métodos cuantitativos y estadísticos encaminados a establecer los índices de frecuencia o de rareza de las figuras de los armoriales de una determinada región. Interpretando los resultados obtenidos y comparándolos con aquellos procedentes de otras disciplinas, a fin de conocer los sistemas de valores, modas o sensibilidad existentes en una determinada región o clase social; lo que facilitará al historiador él conocer el simbolismo heráldico. Si bien, precisa el mismo autor, a nivel individual la mitad de las armerías medievales escapan a toda interpretación, paliada en parte por la aparición de numerosas leyendas medievales sobre el pretendido origen de un determinado blasón, centrado en un hecho histórico. Aunque el nexo existente entre el origen un blasón y un determinado hecho histórico, pudiera ser más o menos cuestionable, lo que sí es cierto es que responde a una determinada mentalidad basada en el sistema de valores y creencias existente en una comunidad o región durante la época medieval 2.
En dichas sesiones se insistió en la importancia de lo que ha venido en llamarse Heráldica Comparada, con la elaboración de los índices de frecuencia de figuras y colores de las armerías de una concreta zona geográfica. Si bien se lamentó que el citado heraldista francés insistía en ignorar la realidad heráldica española y seguía sin prestarla la consideración que su riqueza e interés merece. Se incitó en la realización de tesis doctórales que trataran de remediar este vacío existente en el conocimiento de nuestra heráldica.
En el caso de España nos encontramos con que posee una de más ricas heráldicas de Europa. Hoy en día todavía es posible ver labras heráldicas en las fachadas de edificios públicos y privados en ciudades y pueblos de toda nuestra orografía, se encuentran también en monumentos, templos y sepulcros. Nuestros archivos y bibliotecas están llenos de armoriales y otros documentos en los que se recogen multitud de emblemas heráldicos. Incluso, en las últimas décadas diversos eruditos están tratando de inventariar el rico patrimonio heráldico existente en las diversas comunidades españolas. Si bien, ocurría que los árboles no nos permitían ver el bosque, pues faltaba un estudio general que relacionara las diferentes pautas heráldicas seguidas por las distintas regiones españolas.
Por lo que creí conveniente realizar en España una investigación al estilo de las efectuadas en Francia por Michel de Pastoureau, sobre dos regiones concretas. Fruto de este esfuerzo fue la publicación de dos detallados estudios sobre la heráldica gentilicia de Aragón 3 y de Galicia 4 que me sirvieron para adentrarme en el mundo de la heráldica, así como de otros muchos trabajos monográficos sobre diversos aspectos de la heráldica española. Sin embargo faltaba una investigación general sobre las singularidades de la heráldica gentilicia española en la que localicé y analicé unos 55.000 escudos gentilicios. El resultado de la investigación fue una tesis doctoral sobre las características de las diferentes heráldicas regionales españolas 5, en la que se incidía sobre la repercusión de las circunstancias, socio-económicas y culturales de los diferentes territorios históricos españoles sobre su propia heráldica.
No debemos olvidar que la adopción de un determinado blasón antaño era algo que debía efectuarse con sumo cuidado, pues a través de su visión sé identificada y consideraba la calidad e importancia del propio linaje. Es por ello que la Sociedad Medieval inmersa en un profundo simbolismo iconográfico fue escogiendo una serie de figuras tomadas tanto de la vida cotidiana que rodeaba al caballero, como de la naturaleza, tanto animada como inanimada, a las que concedía un simbolismo que rebasaba su propia concepción natural, utilizando un dibujo esquematizado de éstas para dibujarlo como signo identificador del portador de los blasones. Esta elección no fue algo casual o arbitraria, si no que se correspondía con la forma de pensar de un cierto segmento de la sociedad estamental del Antiguo Régimen, creador de un código de señales plásticas por el que se transmitía a la sociedad en general el conocimiento de la importancia de los poseedores de los Blasones 6.
Debemos reiterar que los heraldistas siempre han considerado que un escudo de armas es una representación pictórica o jeroglífico que encierra una determinada simbología. Todo ello nos lleva a recordar las palabras de Huizinga sobre el profundo simbolismo en que vivía inmerso el hombre medieval 7. En el que toda cosa, objeto o ser viviente, puede ser con sus diversas propiedades símbolo simultáneo de valores éticos. El mundo entero medieval se encontraba preso en un sistema universal de símbolos y alegorías que trascendían de su propia realidad.
Un blasón es un emblema y como tal es un signo de identificación preciso como puede ser una bandera, una enseña, un sello o un logotipo. Por lo que en una sociedad mayoritariamente analfabeta como era la medieval, el uso de un determinado blasón era el mejor procedimiento para identificar un linaje, mucho más firme y determinante aún que el propio apellido de éste. Antaño, los individuos que por su sangre pertenecían a un linaje ilustre hacían ostensible a los demás dicha pertenencia, a fin de gozar del acervo común de prestigio y notoriedad acumulado por dicho linaje de generación en generación, mediante la adopción de su blasón; pues la mayoría de la gente, incluso los más humildes, sabían identificar los blasones de las principales familias y con ello distinguir sus casas, enterramientos y pertenencias, al igual que hoy en día los Bancos y otras firmas comerciales se hacen identificar por sus respectivos logotipos. Tanto es así que incluso los que servían a un linaje tenían a gala el poder utilizar también de alguna forma los signos distintivos de éste. Las labras heráldicas, tan abundantes en nuestras tierras tienen una virtualidad que excede y trasciende de su propia realidad, no debemos verlas como una simple muestra de arte o de la vanidad de las gentes, sino como un testimonio vivo de la presencia en aquel lugar de un determinado linaje. Entendido éste no como una simple serie de filiaciones, sino como una comunidad de ideales, anhelos y realizaciones, con sus gozos y sus sombras, en la que los honores y yerros de todos los que formaron parte de dicho linaje alcanzan y recaen sobre cada uno de sus miembros 8.
Teorías que hemos seguido en los diversos libros y artículos que hemos publicado sobre Heráldica y que han recibido alguna crítica adversa por parte de algunos, que llevados de un cierto purismo iconoclasta rechazan toda interpretación simbólica de la heráldica, creyéndola propia de teorías del pasado. Según ellos, los blasones fueron una simple marca identificadora de una familia, al igual que los actuales logotipos comerciales. Descontextualizan la heráldica y la convierten en un puro motivo arqueológico, carente de toda historia y simbolismo producto de la simple vanidad de tiempos pasados. Ignoran incluso que según las leyes del marketing los mismos logotipos comerciales, usados hoy por las principales empresas, encierran una indudable motivación psicológica. Si bien un blasón puede considerarse un emblema, es mucho más que ello pues su finalidad trasciende del simple pragmatismo publicitario propio de éstos. Sin simbolismo alguno, nunca hubiera existido la heráldica, ya que éste es la música que complementa al diseño propio de la heráldica. Así pues en nuestro libro trataremos de recoger la diversa simbología que el hombre medieval atribuía a las figuras que encontramos representadas en los blasones, aunque evitando caer en los excesos hiperbólicos propios de los reyes de armas de la época moderna que con un lenguaje a veces esotérico trataban de interpretar los blasones mediante una rebuscada simbología que nos recuerda en ocasiones a la quiromancia.
Si bien su uso inicialmente se circunscribió al estamento caballeresco y nobiliario, después se fue extendiendo primero a los clérigos, luego a las damas y por último a los burgueses. La heráldica ha ido evolucionando hasta perder su primitivo carácter feudal y convertirse en una simple distinción honorífica, con la importante salvedad que hoy en día su uso no se encuentra reservado a un pequeño grupo de privilegiados, como antaño, sino que es accesible a toda persona, cualquiera que sea su origen social. Más es un error muy extendido el pensar que todo apellido tiene su escudo, los escudos son un bien privativo de su propietario y de su familia, es decir de aquellos que sean de su misma sangre. No basta con tener el mismo apellido para ser aceptado por un familiar y lo mismo ocurre con los escudos. Quien no ha heredado un escudo de sus padres puede lograr que un rey de armas le haga uno propio, pero nunca copiar el que pertenezca otra familia solo por tener apellidos comunes. Es por ello loable el esfuerzo realizado por multitud de estudiosos y heraldistas en darnos a conocer el rico patrimonio heráldico español, si bien es de rechazar los intentos de aplicar en la elaboración de estos nuevos escudos los fantasiosos diseños tomados de otras heráldicas respecto de figuras, cimeras y tenantes, así como la utilización indebida de coronas de rango.
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1 VALERO DE BERNABÉ, Luis: Los Motivos Vegetales en la Heráldica de la Península Ibérica, Actas del I Congreso Internacional de Emblemática General, Institución Fernando El Católico, Zaragoza 2004, Tomo II, pp. 877/957
2 PASTOUREAU, Michel: L’Art Héraldique au Moyen Âge, París 2009, Editions du Seuil, pp. 171/219
3 VALERO DE BERNABÉ MARTÍN DE EUGENIO, Luis: Heráldica Gentilicia Aragonesa. Institución Fernando “El Católico”, Zaragoza, 2002
4 VALERO DE BERNABÉ MARTIN DE EUGENIO, Luis: Simbología y Diseño de la Heráldica Gentilicia Galaica, Hidalguía, Madrid, 2003
5 Presentada en la Facultad de Historia de la Universidad Complutense de Madrid, bajo el título Análisis de las características generales de la Heráldica Gentilicia Española y de las singularidades heráldicas existentes entre los diversos territorios históricos hispanos. Defendida en el 17 de octubre de 2007 con la calificación de sobresaliente cum laude, otorgada por unanimidad por el tribunal calificador. La Tesis se puede encontrar en la red a través de Google
6 VALERO DE BERNABÉ MARTÍN DE EUGENIO, Luis: Las Armas del Caballero y la Heráldica, Logroño 2009, Ediciones San Martín
7 HUIZINGA, Johan: El Otoño de la Edad Media, Madrid 1978, Alianza Editorial, p. 292 y ss.
8 VALERO DE BERNABÉ MARTIN DE EUGENIO, Luis: Las Figuras de la Naturaleza en la Heráldica Española, Logroño 2009, Ediciones San Martín
Dr. Luis Valero de Bernabé y Martín de Eugenio, Marqués de Casa Real. Director del Colegio Heráldico de España y de las Indias. Doctor en Historia, abogado, Ldo. en Ciencias Políticas y Sociales y Ldo. en Dirección de Empresas.