El reciente Pacto firmado entre Francia e Italia hace pensar que tras la jubilación de Merkel y la victoria del socialdemócrata Olof Scholz, el clásico Eje franco-alemán va a verse sustituido por otro entre París y Roma que se basaría en la proximidad ideológica entre Macron y Draghi.
El Pacto del Quirinal parece tener profundidad suficiente para cubrir desde aspectos estratégicos y defensivos, hasta facilitar la cooperación política con el intercambio de ministros de ambos países, policial, transfronteriza y de modernización del ya vetusto Pacto de Estabilidad.
Y sin embargo cuesta imaginar que el mero cambio de gobierno en un país -Alemania- y de un líder -Merkel- por significativos que ambos sean, va a cambiar las bases sobre las que se construyó la Unión Europea que, querámoslo o no, tenía el Eje franco-alemán y el entendimiento entre ambos países, rivales clásicos en el continente y protagonistas de no pocos enfrentamientos militares, como base y origen de la firma de la CECA, la CEE y ulteriormente de la UE.
Tal Eje franco-alemán ha sido capaz de sobrevivir durante más de medio siglo por encima de los cambios de gobierno más o menos coyunturales que han conocido ambos países.
Y en todo caso, el reciente acuerdo firmado entre Italia y Francia o al menos muchos de sus mecanismos, difícilmente podrían mantenerse si hubiera un cambio drástico de gobierno tras las próximas elecciones francesas. Imaginemos un intercambio de ministros entre el gobierno moderado de Draghi con un gabinete francés mandado por una alianza entre Marine le Pen y Eric Zemmour. Imposible.
Puesto que en la UE después de la salida del Reino Unido, solo quedamos cinco grandes países -Francia, Italia, Alemania, España y Polonia- cada uno de ellos con una población aproximada superior a los 40 millones de habitantes, unos gobiernos moderados de derechas o izquierdas hubieran podido intentar diferentes alianzas una de las cuales hubiera podido incluir a España, Alemania y Polonia. Cubriría este toda Europa territorial, de Este a Oeste, incluiría una población de 160 millones de habitantes con un potencial político, económico y defensivo considerable.
Cualquiera de nuestros dirigentes anteriores -González, Aznar, Rajoy o incluso Zapatero, recuerden que ZP ya se veía “sorpasando” no sólo a Italia sino también a Francia en el ranking europeo- hubiera intentado construir un Eje de semejantes características. Pues bien, semejante idea sería totalmente impensable en la actualidad.
Los socialdemócratas alemanes nunca pactaron para alcanzar el poder, ni con los comunistas ni, por supuestísimo con separatistas o filo-terroristas que son partidos proscritos en el sistema germano. No cabe ni imaginar que la RFA estaría dispuesta a formar un Eje, un Pacto de las características del que acaba de firmarse en el Quirinal. ¿Imaginan un intercambio de ministros en que Irene Montero fuera a sentarse en un gabinete de Olaf Scholz?
Del mismo modo resultaría impensable que una Polonia regida por el equipo de Jaroslaw Kaszynski pudiera amalgamarse con el alemán y todavía menos con el español.
Será bueno para Europa que el Pacto Franco-italiano tenga una larga vida. Draghi es el dirigente más fiable que existe hoy en la UE y Macron no puede más que beneficiarse, incluso electoralmente, de esa alianza.
No parece imaginable, sin embargo, que tal Pacto pueda florecer en detrimento del que París tiene con Berlin. Apuesto a que alrededor de las próximas elecciones presidenciales francesas, en abril de 2022, se producen novedades en este sentido.
Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga es Master en Ciencias Políticas y Económicas y Derecho.
Diploma de Altos Estudios Internacionales. Embajador de España en Bulgaria en 1993.
Primer Embajador de España en Macedonia en 1995.
Embajador de España en Bruselas WEU en 1997, entre otros cargos.