¿Por qué Cervantes, en sus obras, respetó siempre a los valencianos? Y el novelista, como es sabido, fue sarcástico con todos los pueblos de España (los vascos y catalanes, sin ir más lejos, fueron simbolizados respectivamente por el vizcaíno ignorante y por el bandolero Guinart, generoso con lo robado previamente) ¿A qué se debió, por tanto, el aprecio cervantino a los valencianos? La respuesta sería obvia si algunos biógrafos (Andrés Trapiello, Martí de Riques, Jean Canavaggio…) no hubieran soslayado la relación del escritor con nuestros antepasados.
Así, pocos recuerdan que Cervantes estuvo enrolado en la compañía de Diego de Urbina, formada en la ciudad de Valencia en 1571 con soldados valencianos como Melchior, vellutero de Valencia; Martín Cubells, vecino de Valencia; Joan Guerola, Joan Bautista Vilanova, etc. El contingente, con efectivos que superaban el centenar de hombres “se embarcó en Vinaroz del dicho Reyno de Valencia”, iniciando la aventura que acabaría en Lepanto. En teoría, Cervantes se encontraba en Roma sirviendo al cardenal Aquaviva, pero sabemos que la compañía desembarca en Italia en julio de 1571 y, entre sus soldados se encuentra Rodrigo, hermano del escritor (quizá Miguel de Cervantes regresó a Valencia con el séquito del duque de Atri, y aquí se enroló con Urbina).
Lo cierto es que el 7 de octubre de 1571, en aguas de Lepanto, Cervantes se encuentra con sus compañeros valencianos ante la poderosa flota turca a bordo de la galera “Marquesa”, navío rápido de 40 metros de largo por unos 5 de ancho. La galera triunfó del abordaje de los jenízaros; aunque, según el alférez Castañeda, “mataron los turcos más de 40 soldados y 120 fueron heridos. La compañía de Urbina fue la que llevó el peso de la lucha” y, como advierte otro historiador: “Los camaradas que tuvieron los hermanos Cervantes en todo momento, lo mismo en los rastos de bienandanza por las ciudades, que en las galeras, como en las batallas y en el hospital de Mesina fueron valencianos”.
Precisamente es la narración del valenciano Vilanova (“que se asentó por soldado en 1571, en la ciudad de Valencia con Diego de Urbina”), quien describe la estancia de los heridos en Mesina. Respecto a la dramática vivencia de Cervantes -y que le valió el sobrenombre de “Manco de Lepanto”- también la compartió luchando en la popa de la “Marquesa”, en compañía de doce valencianos que le proporcionó el capitán Urbina. Cervante jamás olvidaría aquel “tropel de gallardos valencianos”, héroes contra el turco, así como a los escritores-soldados del Reino; los capitanes Cristóbal de Virués, herido en la batalla, y Andrés de Artieda. A Cervantes tampoco le pasaría desapercibida la contundente actuación de la poderosa galera “Rocafulla”, del noble valenciano Rocafull.
En Lepanto hubo más protagonismo del Reino. La compañía de Cervantes pertenecía al gran tercio de Miquel de Moncada, valenciano de Villamarchant que “a vista de la armada enemiga, hizo memoria a Juan de Austria cómo aquel día era fiesta de la Virgen del Remedio en Valencia y don Juan hizo voto y encomendó a ella la armada y la batalla” (Alós, M. Antonio. Sacro par. Valencia, 1647). Otro soldado de Lepanto, Juan Bautista Despuig, cuenta que: “Fue Juan de Austria en su fragata, acompañado por Miguel de Moncada, por todas las galeras animando a los soldados con la invocación de la Virgen del Remedio”.
El papa Gregorio XIII dictó un breve “datum Romae die 3 septembris 1575”, recordando cómo se encomendó toda la armada a la Virgen del Remedio “extramuros civitatis Valentinae”. Tras la victoria, la “Armada fue a la isla de Corfú y se hizo una gran fiesta a la Virgen del Remedio, disparando las galeras la Artillería”. El general de los venecianos “prometía que en llegando a Venezia había de instituir fiesta todos los años, en 7 de octubre, de Nuestra Señora del Remedio”. Y cuando Cervantes, herido, llegó al puerto de Mesina, la galera “Marquesa” y “nuestra armada entró disparando y dando voces, victoria, victoria, en nombre de Nuestra Señora del Remedio”.
Es evidente que los militares valencianos impresionaron a Cervantes. Cuando en el Quijote cita las cuatro galeras que defendían Cataluña hacia 1600, el “general es un principal caballero valenciano” que vence a los piratas argelianos. Y no es casualidad esta asociación al mando, pues en “Las dos doncellas” también es un marino valenciano quien gobierna las naves. Pero no creamos que la relación del escritor terminó en Lepanto; precisamente fue a partir de su cautiverio en Argel, cuando Cervantes comenzó a beneficiarse de la amistad de los cultos valencianos de aquella época.
Respecto a la victoria de Lepanto, Juan de Austria donó cien doblas de oro al convento del Remedio de Valencia. También entregó Miquel de Moncada la “aljubla de tela de oro de Alí Baxa, general de la armada del Turco y un estandarte de seda de una galera de la naval” como trofeos de la batalla.
Por último, como es habitual, la ratería chauvinista también ha intentado saquear la gloria de nuestros héroes de Lepanto. En 1919, el historiado Francisco Martínez denunciaba que: “Miguel de Moncada no era catalán, como algunos han afirmado, sino valenciano, hijo del señor de Villamarchant” (Martínez, F.: San Francisco y Cervantes. Valencia, 1919, p.22). Igual sucede con el soldado Vilanova, compañero de Cervantes en Lepanto y Mesina (y cuyas noticias han servido a más de un biógrafo, como Cotarelo o Canavaggio) cuyo apellido es transformado por los castellanos en Villanueva. Por cierto, la actuación valenciana en Lepanto podría exponerse en pedagógicos gráficos, maquetal y dioramas en las Atarazanas.
Ricart Garcia Moya es Llicenciat en Belles Arts, historiador i Catedràtic d'Institut de Bachillerat en Alacant.