En el Apocalipsis (13, 16-17), se nos dice que “todos los hombres pequeños, y grandes, ricos, y pobres, libres, y esclavos tengan una marca o sello en su mano derecha, o en sus frentes: Y que ninguno de ellos pueda comprar, o vender, sino aquel que tiene la marca, o nombre de la bestia, o el número de su nombre.”
¿Alguna relación entre este versículo y la supresión del dinero en efectivo? Opiniones hay para todos los gustos. Pero está claro que resulta muy preocupante.
Imaginémonos ya en esa situación. Por una parte, es el fin de la privacidad. Todo lo que hagamos, pasa a ser público, dado que es conocido por el estado. Un desliz en un club de alterne. Unas copas de más en un Pub. Un regalo inapropiado en una tienda del centro. Un gasto en tabaco. Un gasto en alcohol. En alimentos que se consideren poco saludables. A la mínima nos pueden montar un expediente con cualquier desacierto a juicio del psicópata que nos gobierne en cada momento sustentándose en el pensamiento único que nos imponen.
Este fin de la privacidad conlleva la supresión de la libertad entendida como la capacidad para poder actuar según nuestro libre albedrío. Es como si estuviéramos en un correccional en el que un carcelero sabe, en todo momento, qué estamos haciendo, dado que sabe dónde va a parar cada euro que tenemos en nuestra cuenta.
Esto supone que no podemos equivocarnos en nada, hay que evitar cualquier actividad inapropiada; por que el estado sabe inmediatamente todo. Con esta información, en cualquier momento será muy fácil destruir nuestra credibilidad, nuestra reputación, nuestra vida. De forma inmediata será muy fácil podernos achacar toda clase de conductas poco convenientes: ¿cómo vamos a confiar en alguien que gasta dinero en alcohol?, se nos puede argüir, ¿en alguien que frecuenta pubs y bares de madrugada?, imposible; ¿en un fumador? ¿en alguien que pone en peligro su salud y la de los demás?; ¿nos vamos a fiar de alguien que come carne?.
Estaremos totalmente en manos del estado. Y por lo que estamos viendo, no son unas manos especialmente confiables, me temo. Actualmente, como todos sabemos, hacienda tiene la facultad de poder llevarse el dinero de nuestro banco, sin necesidad de ningún tipo de procedimiento judicial, en la cuantía que considere, y sin necesidad de ningún desplazamiento, simplemente, pulsando una tecla. Y si posteriormente el estado se atribuye más facultades, no solo la recaudatoria. Pongamos que penalizan conductas poco adecuadas, ya se encargarán ellos de decidir cuáles sean estas conductas. En ese caso, con la excusa de perseguir algún tipo de desviación de conducta, sustentándose en este pensamiento único que se nos pretende imponer a la fuerza, nos podrían bloquear la tarjeta, dejarnos sin poder adquirir los productos más básicos, cortarnos el teléfono, impedirnos que paguemos la hipoteca…
Así que no es aventurado afirmar que en cualquier momento nos puede desaparecer el dinero dado que está en manos del banco y este está controlado por el Estado, esta es la pura realidad.
¿Y si no tenemos cuenta corriente? En ese caso, la supresión del dinero en efectivo nos lleva directamente a la mendicidad. Nos quedamos sin medios para vivir. Sin dinero, imposible. Imaginemos la exclusión que supone esto para personas ancianas, que no manejan y nunca lo han hecho, tarjetas de crédito ni cuentas bancarias.
Tal y como expresa Joaquín Galván en “Madridiario”, en un artículo del pasado año: “La desaparición del dinero efectivo será un paso decisivo en la esclavización de los ciudadanos por parte del sistema, empezando por las pérdidas de confidencialidad y de intimidad: al ser registradas y rastreables todas las transacciones económicas de los individuos, no sólo se monitorizan sus actuaciones en el ámbito de la economía, sino de todas las facetas de su vida.”
Es decir, de esta forma, pasamos a ser transparentes para el poder. Se sabe todo de nosotros. Y el poder podrá hacer con esta información lo que considere. ¿O acaso tenemos duda de ello?
Como excusa para la supresión del efectivo se nos aduce que de este modo desaparece el dinero “negro”. Pero, curiosamente, de lo que no se habla es de la GRAN DEFRAUDACION a la que asistimos actualmente, perpetrada por las grandes multinacionales, corporaciones y fondos de inversión, con su nula contribución a las arcas públicas, sus paraísos fiscales y su elusión fiscal. De esto nada se comenta, ni siquiera, aparece en los medios de comunicación. No solo se quedan con todo el mercado, si no que, además, tampoco pagan impuestos.
Luxemburgo, por ejemplo, vive de dar pie a que esta elusión fiscal se produzca. Todas las multinacionales que operan en Europa tienen sede allí. Los impuestos que se pagan solo alcanzan al 1% de su facturación. Se da el caso de que cuanto más factura una empresa, cuanto más grande es, menos paga. Al parecer esto no es ningún problema. Luxemburgo, está plagado de calles enteras en las que están domiciliadas, ficticiamente, todas estas grandes empresas; y gracias a esta defraudación consigue generar tanto dinero que los transporte públicos son gratuitos, y la renta per cápita es nada menos que cuatro veces la española, es decir, más de cien mil euros por persona y año.
Al contrario, en el resto de Europa, y sobre todo en España, el ciudadano queda sometido a un infierno fiscal. De lo que se trata es de perseguir a las personas de a pie y de esclavizarlas, atormentándoles con todo tipo de impuestos, fustigándoles y no dejándoles escapatoria alguna. No les importan los mega beneficios de los grandes, que gozan de una casi total exención.
Puede que no sea el apocalipsis o puede que sí, pero lo que es innegable es que nos encontramos ante una reedición moderna de la edad media, especialmente cruel y desalmada para con la gente, gracias a las nuevas tecnologías manejadas por la élite.
Imagen 1: La Verdad Noticias/Manu Mitru