DESIERTO DEMOGRÁFICO III

En estas condiciones, se evidencia que existe una correlación muy clara entre la economía, el mercado de trabajo, la precariedad y la fecundidad. Son cuestiones íntimamente relacionadas: los jóvenes españoles no tienen futuro, no tienen dinero, no tienen piso en propiedad, no tienen ningún tipo de proyecto de vida y, lógicamente, no tienen hijos.

El economista Gonzalo Bernardos, coincide en considerar que tener, con la situación económica española, un hijo, es una aventura increíble, con una multiplicidad de riesgos que debieran de evitarse, a fin de fomentar la natalidad, algo ineludible si queremos seguir siendo un país o una nación. Propone que la educación sea gratuita hasta los 18 años y que las familias tengan una paga de 300 euros por hijo, además de tener un año de dedicación exclusiva retribuída, para su crianza.

El Instituto de Demografía de Austria, (quizá resulte un tanto humillante que tengan que venir algún experto de Austria a explicarnos lo que aquí vemos todos los días…) en un trabajo de campo realizado en toda Europa, llega a la conclusión de que “la falta de hijos está llegando ya a un punto máximo en Europa”. Y más concretamente, de nuestro país manifiesta que: “La tendencia a no tener hijos en España depende de su economía y de su mercado de trabajo, si hay trabajo estable, habrá hijos, si no, no”.

A estas alturas podemos ya constatar que la situación de los jóvenes españoles es una historia de un fracaso que abarca ya a varias generaciones: embarazos interrumpidos por la precariedad, carreras truncadas por los despidos, hombres asustados y ausentes de forma forzada, divorcios como solución fácil, una administración siempre hostil a las familias, normalización de las situaciones de desestructuración familiar, un gobierno enemigo de la natalidad, y todo ello bien recubierto con la capa de frívola mantequilla tramposa publicitaria del “vosotras podéis elegir”.

Una sociedad que obliga a nuestros jóvenes a ser una especie de adolescentes perpetuos, subidos a sus patinetes con sus mochilitas, enganchados a sus chismes electrónicos y a una tecnología que se desarrolla al mismo ritmo infernal con el que se les deja a ellos sin oportunidades; mientras la publicidad engañosa les pretende vender la historia de que “viven tiempos pasmosos”, en los que pueden viajar a cualquier parte del mundo, escuchar la música que quieran, enamorarse de quien quieran, hacerse tatuajes, piercings, saltar desde montañas, desde puentes, hacer surf, kitesurf, escalar el Everest…pero eso sí, con la velada prohibición de tener una vida madura, en serio, cercenándoles cualquier posibilidad de proyecto de vida adulta, condenándoles a una vida Peter pan por los siglos de los siglos. 

Concretando, no vamos a tener relevo generacional y nuestro país se va a despoblar dado que:

1.- Los jóvenes no tienen trabajo.
2.- Al no tener trabajo no tienen independencia económica.
3.- Si no pueden independizarse, no pueden tener casa propia.
4.- Sin casa propia es difícil que tengan alguna relación estable.
5.- Finalmente, sin trabajo, sin pareja, sin casa, sin estabilidad, sin seguridad, sin futuro, sin todo esto, es imposible que tengan hijos.
6.- Por otra parte, aunque se superen todos los obstáculos anteriores, tenemos una administración y unos medios de comunicación que transmiten la fobia medioambiental, las ideas maltusianas, aterrorizan a los jóvenes por que según ellos somos muchos en el planeta, que los recursos son limitados, que lo mejor que podemos hacer es extinguirnos y dejar en paz el planeta. No descartemos la influencia de estas ideas en los jóvenes, por absurdas que puedan parecernos.

En consecuencia, volvemos a la edad media, y nuestros jóvenes son la mejor muestra de ello. No van a tener hijos. Nos encontramos, por tanto, en pleno desierto demográfico, en un auténtico suicidio poblacional que nadie quiere ver.

Imagen: rtve y MisDisfraces.es

 

  • José Manuel Millet Frasquet es abogado.