A las 12,30 de anteayer día 28 y en cuestión de segundos, se produjo en la península ibérica -España, Portugal, Andorra, Gibraltar e incluso algunas zonas del sur de Francia- el apagón de mayores dimensiones que se ha conocido en nuestro país, al menos desde el fin de la Guerra Civil.
Como es normal, cada ciudadano, cada familia, se preguntó desde el primer momento si se trataba de un simple corte eléctrico en nuestra vivienda, si afectaba a nuestra calle, a nuestro barrio o algo más.
Esta vez, desgraciadamente, se trataba de algo mucho más, un apagón que afectó a España entera -excepto a las Islas Canarias y Baleares que poseen regímenes eléctricos independientes- y que suspendió el funcionamiento de la luz, del agua corriente con las consecuencias que ello tuvo sobre la televisión, las neveras y frigoríficos aparte de todos los instrumentos eléctricos propios de la cocina y el office, con lo que solo las clásicas radios a pilas nos tuvo en contacto con el desarrollo de la realidad. Una realidad en que los ferrocarriles, los autobuses y el tráfico aéreo quedaron bloqueados, entre otras razones por la dificultad para llegar hasta los aeropuertos del país.
Uno de los problemas mayores de una situación de esta envergadura es la falta de comunicación y el bloqueo informativo en que nos vimos sumidos, un bloqueo del que esperábamos salir con algún mensaje oficial emitido desde el gobierno, único que dispondría, supuestamente de información fidedigna que despejara cualquier especulación que arriesgábamos con ver aparecer desde hora temprana. El Presidente Sánchez se hizo de rogar y solo compareció seis horas después del apagón, para decir que aún no se sabía a ciencia cierta la causa exacta del corte eléctrico pero que no se excluía ninguna hipótesis, añadiendo que se confiaba en poder superar la avería con prontitud. Es decir, poco más que nada, lo que ni tranquilizó ni aclaró las dudas a la sociedad.
Nos dijeron que la situación empezó a normalizarse en el norte del país gracias al apoyo de Francia -que también estaba parcialmente afectada- y en el sur gracias a la ayuda de Marruecos lo que ya suena surrealista: que un país empobrecido y que está llenando España de emigrantes se encuentre en condiciones de ayudarnos tecnológicamente suena poco creíble.
La ciudadanía se comportó con calma y serenidad tanto en las estaciones de ferrocarril en muchas de las cuales tuvieron que pernoctar, como en los vagones de tren o del metro que quedaron parados en medio de sus trayectos.
Respecto a la situación en su conjunto, hay dos escuelas de pensamiento: una abunda en la fortaleza de un país que en cuestión de horas fue capaz de recuperar los 15 gigavatios perdidos en cinco segundos lo que señala el gran nivel técnico del país.
La segunda visión es mucho menos optimista, cómo es posible que bien entrados en el siglo XXI, todo un país, el cuarto más potente de la UE pueda sufrir una avería que dejó a 50 millones de habitantes a oscuras y con la duda de si volverá a producirse otro percance parecido y que en esa próxima ocasión nos pille en una situación más comprometida ya sea en un ascensor o en una mesa de operaciones sin generador autónomo.
Aun antes que esta duda, habrá que desvelar si el gran apagón se debió a una avería de nuestro sistema, lo que sería preocupante, o si se trató de un ciberataque probablemente con el mismo origen que otros muchos conocidos hasta ahora, lo que sería aún más preocupante.
Por mi parte, me consuela y no poco, que nuestra ciudad, Benicasim, fuera capaz de recuperar su energía antes que muchas otras localidades de la Comunidad y antes que más de la mitad de España. Está claro que nuestro Ayuntamiento es de los más sólidos del país.
Imágenes: El Periodico, OKDiario, 20minutos
Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga es Master en Ciencias Políticas y Económicas y Derecho.
Diploma de Altos Estudios Internacionales. Embajador de España en Bulgaria en 1993.
Primer Embajador de España en Macedonia en 1995.
Embajador de España en Bruselas WEU en 1997, entre otros cargos.