Acaba de fallecer el Papa Francisco -nacido en Buenos Aires Jorge Bergoglio- después de doce años de novedoso, casi revolucionario, papado. Lo fue al elegir su nombre papal, Francisco, inspirado por el de Asís, volcado en la protección de los pobres. Fue renovador al abandonar la pompa del Vaticano y trasladar su residencia a la mucho más modesta de Santa Marta. También lo fue por su vestuario reduciendo al máximo las galas resumiéndolas al hábito y solideo blancos, la cruz de madera y sustituyendo el calzado rojo por unos zapatos negros ordinarios.
En su estilo puede considerarse sucesor de Juan XXIII y Juan Pablo II a quienes canonizó en 2014, unas formas abiertas y populistas, de gran viajero, inclinado a los contactos con las multitudes, muy diferente al teólogo y persona de profundos rasgos intelectuales que fue Benedicto XVI.
Fue el primer Papa jesuita, no europeo y, por tanto, el primero americano, de ideas modernas y que, sin embargo se estrenó en sus contactos políticos recibiendo a la discutida presidenta de su país, Cristina Kirchner, con quien intercambió obsequios y abrazos lo que sorprendió a muchos creyentes.
Con Milei sin embargo, la relación fue tensa -Milei le insultó gravemente- aunque después las relaciones se enderezaron y hoy el Presidente argentino ha dictado siete días de duelo en su memoria.
Francisco fue un gran viajero y una personalidad próxima a los más desposeídos de la tierra: los pobres, los sin techo, los encarcelados, los señalados bajo las siglas LGTBIQ. Como Juan Pablo II participó activamente en la vida política de su tiempo. Durante sus doce años en Roma se pronunció siempre en contra de las guerras -la de Ucrania, la de Gaza y contra todos los conflictos menos notorios como los de Sudan, Libia, Yemen y Afganistán aunque lamentablemente sus ruegos no alcanzaron la efectividad de Juan Pablo II quien contribuyó grandemente a la caída del comunismo en Europa Central y Oriental y la ruptura del Pacto de Varsovia.
El legado político de Francisco en Iberoamérica ha decantado al continente más bien hacia la izquierda, excepto principalmente en su propio país, Argentina, donde el conservadurismo de Milei sigue implantado.
Con el fallecimiento de Francisco se abre todo un cúmulo de dudas. Duda sobre cuál será su destino histórico, sobre quien será su heredero y si el colegio cardenalicio ampliamente escogido por él mismo, elegirá un sucesor de su misma corriente, si elegirá su mismo nombre, si será un jesuita, si será o no europeo.
No cabe duda que el catolicismo se ha extendido mayoritariamente por continentes extra europeos, Asia, América, África, lo que a corto o medio plazo nos hará conocer a Papas procedentes de esos lugares. Quizá ello no ocurra en un primer momento en que se puede buscar un paso conservador antes de avanzar en la línea progresista de Bergoglio.
Francisco nunca visitó España en sus doce años de mandato. Orientó sus viajes a países más lejanos y exóticos. Expresó sin embargo su deseo de seguir el Camino De Santiago o visitar las Islas Canarias con el propósito de contribuir a la solución del problema de los migrantes. En alguna ocasión manifestó que visitaría España cuando en nuestro país alcanzáramos la paz.
Su último gran viaje por Asia y el Pacífico -recorriendo Indonesia, Timor, Papúa y Singapur- buscando llegar hasta los últimos remotos católicos, debilitó su salud ya muy minada; sus meses en el hospital y su esfuerzo final por participar en la Pascua impartiendo la bendición urbi et orbi y recibiendo visitantes como el vicepresidente norteamericano James Vance, fueron demasiado para su pobre organismo. Descanse en paz Papa Francisco.
Los católicos del mundo nos hemos quedado huérfanos. Puede consolarnos el hecho de que tal orfandad será breve: en escasos días tendremos cónclave y en pocas semanas nos llegará un nuevo Santo Padre.
Imagen: El Mundo
Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga es Master en Ciencias Políticas y Económicas y Derecho.
Diploma de Altos Estudios Internacionales. Embajador de España en Bulgaria en 1993.
Primer Embajador de España en Macedonia en 1995.
Embajador de España en Bruselas WEU en 1997, entre otros cargos.