En la Historia Contemporánea no ha habido crimen de mayor magnitud que el holocausto contra el pueblo judío promovido por el nazismo hitleriano. La teoría de la superioridad de una raza, la aria, y la inferioridad de las restantes -la eslava, la latina, la gitana y en especial la judía, con todas las derivaciones que ello conllevó, hay que decir que desde el punto de vista científico no levantaba un palmo del suelo. No es de sorprender que el nazismo y sus derivaciones fascistas, hayan sido condenadas por la historia.
El comunismo, una teoría con derivaciones igualmente criminales ya que causó cien millones de víctimas en el mundo, al menos tenía una apoyatura intelectual más sólida, que aunque probó ser utópica en su puesta en práctica, le ha permitido sobrevivir mal que bien hasta el siglo XXI.
El pueblo judío, masacrado durante la Segunda Guerra Mundial ha sobrevivido con una población de alrededor de 14 millones de habitantes, la mitad de ellos asentados en Israel y el resto distribuidos entre Europa y América, principalmente. Una cifra muy escasa si se compara con la población árabe que alcanza cerca de 500 millones de habitantes contando solo los 22 países asentados en Oriente Medio y en el Magreb.
Es admirable lo que esa pequeña población judía, el 0,02% de la mundial, ha conseguido alcanzar en terreno cultural, científico y económico. El 24% de los laureados con el premio Nobel son judíos. Hay mucho que admirar y poco que objetar a ese gran pueblo. Si acaso cabría dudar que si el lugar escogido tras la guerra para que se convirtiera en el hogar judío fue o no el mejor. Los judíos alegaban haber vivido en ese punto veinte siglos antes pero aquel era un mundo completamente diferente al actual, poblado por los árabes que desde el minuto uno del nacimiento de Israel en 1948 se convirtió en un enemigo irreductible.
No es el propósito de estas líneas reflexionar sobre si hubiera sido posible encontrar para el pueblo judío un lugar menos contestado ya fuera en Europa o en cualquier otro continente.
Lo que sorprende en estos días en que ha empezado el canje de rehenes/prisioneros y sorprendía siempre desde el principio de las contiendas mantenidas hasta el presente es la diferente valoración que siempre ha existido entre la vida de la población de los judíos y la de los árabes.
Cuando Hamas invadió Israel el 7 de octubre de 2023, el número de víctimas causadas fue de 1.200 personas a las que habría que sumar 240 rehenes. La reacción israelí a aquella terrible e injusta agresión, alcanzó la escalofriante cifra de 49.000 víctimas. Cerca de 50 muertes árabes por cada una de las judías.
Con el intercambio de rehenes iniciado tras el alto el fuego, los contendientes se basan en proporciones semejantes: Israel entrega 50 prisioneros árabes por cada rehén que le es devuelto por Hamas. En rigor es como si el mundo árabe asumiera que sus vidas valen menos que las de sus vecinos. Las víctimas no son voluntarias en ninguno de los casos pero negociar el canje de rehenes o prisioneros sí que es el resultado de una operación en que ambas partes deben poner sobre la mesa unas cifras y es evidente que Israel está dispuesto a pagar 50 por 1. O dicho en otros términos, Palestina reclama 50 prisioneros por cada rehén. En términos puramente comerciales ello conlleva una clara revalorización de la vida de un hebreo que valdría cincuenta veces más que la de un palestino.
Hay algo horrible detrás de todos estos cálculos y estimaciones. La vida humana no tiene precio pero durante las guerras se pierde todo razonamiento moral con el resultado de alcanzar las espantosas conclusiones que acabamos de apuntar.
Imagen: Instagram Fuentelatina y lauramedinaruiz
Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga es Master en Ciencias Políticas y Económicas y Derecho.
Diploma de Altos Estudios Internacionales. Embajador de España en Bulgaria en 1993.
Primer Embajador de España en Macedonia en 1995.
Embajador de España en Bruselas WEU en 1997, entre otros cargos.