GLOBALISMO y DESINFORMACIÓN (I)

Resulta curioso pensar en temas como el globalismo. La mayor parte de la sociedad desconoce qué significa este término, o bien no tiene ningún interés en saberlo, ignora cómo le afecta a su vida diaria y no se plantea tampoco investigar sobre su significado, simplemente se limita a poner el telediario de las tres y a ingerir, deglutir y aceptar sin ningún tipo de sentido crítico, en masa, todas las ocurrencias que se le suministran gratis a través de la televisión. ¿Gratis?.

No hay nada gratis. Para que nadie tenga que molestarse en buscar nada, sintetizamos que, básicamente, el globalismo es la desaparición del estado nación, la eliminación de las fronteras y la imposición de un libre mercado que establece el marco perfecto para el funcionamiento sin ningún tipo de trabas de las multinacionales, fondos de inversión y grandes corporaciones, excluyendo al mismo tiempo de la vida económica a las pequeñas empresas, beneficiando de forma exponencial al 1% de la población en detrimento del 99% restante al que se le impone un marco de competencia ilícita y desleal imposible de salvar.

Guillermo Cortázar, en un artículo para “El Español”, expresa que:

“El globalismo es un concepto acuñado por el politólogo norteamericano, Joseph Nye, colaborador de la Administración Clinton y Obama, con el que describe un proceso cuyo objetivo es acabar con los históricos Estados-Nación europeos.” 

Esto es lo que se sabe de dicho concepto: su finalidad de acabar con los estados nación, con las consecuencias que apuntamos. 

¿De qué forma se consigue esto?, mediante la eliminación de las fronteras, entre otras cosas, pues un estado sin fronteras no es tal, evidentemente, como puede comprender cualquiera.

Es un sistema económico que se nos ha ido imponiendo de forma tan gradual y sibilina que se ha conseguido que la gente lo haya aceptado de forma natural, sin enterarse, convencida de que no existe otro. En ningún momento se ha planteado como opción, de manera que pudiera discutirse sobre su idoneidad. Al contrario, es una cuestión que se sustrae del debate público de forma sistemática, aprovechando la evidente ignorancia generalizada del gran público, la inexistencia de sentido crítico alguno. 

Hagamos la prueba, preguntemos a algún conocido o vecino qué opina del globalismo. Lo más normal es que nos mire como si estuviéramos afirmando que existe vida en marte y no tenga ni idea de lo que le preguntamos.  

Por otra parte, en España, salvo una fuerza política, el resto de ellas aceptan este sistema económico sin plantear problema alguno, sencillamente como inevitable, como si de una ley natural se tratase, por descontado; recordemos a Rajoy, declarando que no creía en las fronteras; al PP, firmando todos los Tratados de Libre Comercio que les han puesto por delante; y lo mismo al Psoe…

En Europa, el globalismo consiste básicamente en que Alemania vende sus productos industriales de alto valor añadido a todo el mundo, al mismo tiempo que sufrimos la invasión de productos de todo tipo de países terceros producidos a precios irrisorios y que tienen como consecuencia cercenar nuestra capacidad productiva llevando a la quiebra a todo pequeño productor del sur de Europa.

Por tanto, es tan evidente que este sistema es un foco de ruina y miseria que es muy difícil ocultarlo. SE DESATIENDEN SISTEMATICAMENTE LOS INTERESES DE NUESTROS CIUDADANOS en favor de empresas internacionales foráneas. Hay demasiada gente en nuestro país que sufre este globalismo impuesto, así, solo por citar algunos ejemplos:

1.- Podemos preguntar a los valencianos que opinan del acuerdo de Sudáfrica y de la ruina de su agricultura a consecuencia de la importación de los cítricos sudafricanos.

2.- Podemos preguntar a nuestra industria textil, arruinada por las importaciones desde Pakistan e India.

3.- Podemos preguntar a los andaluces lo mismo respecto de las importaciones desmedidas de aceite de oliva africano.

4.- O lo mismo respecto del aceite de girasol, de países terceros, no miembros de la unión europea.

5.- Podemos preguntar también a los productores de miel, arruinados por la miel artificial que se trae de china y que les impide seguir en el mercado.

6.- O qué decir de los productores de legumbres…

Como decimos… solo por citar algunos ejemplos. Sin embargo, ¿por qué no hay una respuesta ciudadana a este problema?. Seguramente por que no forma parte de las cuestiones que diariamente se suscitan en los medios de comunicación. Esto evita que el tema pueda discutirse, que se pueda debatir y que se pueda reflexionar sobre la cuestión, tomando después la decisión que evidentemente consideremos nos conviene. 

Nada de esto ocurre, al contrario, el globalismo se nos ha impuesto a hurtadillas, con guante de acero recubierto de terciopelo hasta llevarnos a la sociedad plutocrática que hoy en día nos gobierna. 

Todos sabemos que solo existe lo que aparece en los medios de comunicación, que más que informar, nos aleccionan, y los grandes poderes de este mundo tienen mucho cuidado en que esto no salte al debate público. En ello juega un papel clave la teatralización de la división de la sociedad (¿real o ficticia?) entre las tradicionales y gastadas izquierda y derecha. Dividet et vincit. Mientras existan conflictos radicales entre dos bandos, es muy difícil que se aborden problemas de carácter general que nos afectan a todos. Me temo que ahora mismo, en las alturas del poder, hay mucha gente divertida con nosotros.

 

Composición de la imagen: Verónica Rosique
  • José Manuel Millet Frasquet es abogado.