Locura mortal

El pasado jueves, en la sede del Gobierno de Aragón de Teruel, los educadores sociales se concentraron por el asesinato de Belén Cortés, 35 años, su compañera asesinada por tres menores en un piso tutelado de Badajoz. 

Urgen medidas a corto y medio plazo, y también un análisis valiente y ponderado de las causas. Por desgracia, estos pisos tutelados son conocidos hace tiempo en España por ser muy conflictivos y violentos, con fugas frecuentes y maltrato a los cuidadores: no basta su profesionalidad. Hace años que conozco casos llamativos.

Los educadores sociales expresaron el jueves pasado en Teruel que los niños y adolescentes son “cada vez más conflictivos a edades más tempranas”. Trabajan con miedo, mucho miedo. Reclamaron mejor salario, más medios materiales y mayor seguridad, poniendo el foco en el Gobierno de Aragón. Evidente, urgente.

Me resisto a quedarme en un análisis de lo urgente o inmediato. Hay que profundizar en las causas. Y articular remedios, que tal vez nos cueste admitir. Pero Belén lo merece: es una víctima de tres menores, y de una sociedad que se tapa los ojos, no queriendo reconocer una parte de la culpa. La policía pide rebajar la edad penal.

El psicólogo Javier Urra, primer Defensor del menor de la Comunidad de Madrid, ha dado en el clavo, con una simple pregunta: “¿Por qué tenemos tantos chicos problemáticos?”, y ha afirmado que “hay una patología social que golpea a muchos jóvenes por circunstancias y por entornos”. Propone una solución, que no es etérea, sino que conduce a muchas concreciones, que nos cuesta reconocer: la educación.

Antonio Granero, padre de uno de esos menores, ha criticado que su hijo y otros similares estuvieran en libertad, una “locura” estar en un piso tutelado. Y también ha reconocido que vivió una separación traumática con su exmujer, con denuncias de violencia de género y problemas con las drogas. Un matrimonio roto, una familia rota. 

En familias estables y equilibradas, con paz y cariño, crecen mejor los menores normalmente. ¿Seremos capaces de reconocerlo, de pensar más en los hijos cuando los matrimonios pasan dificultades, y ver en las fracturas matrimoniales un habitual foco originario de quiebras psicológicas y morales en los hijos, o preferimos cerrar los ojos? En este caso, dos divorcios traumáticos en su historial. Psicólogos y psiquiatras lo palpan. Mientras, en Teruel siguen aumentando los divorcios, más en 2024 que en 2023.

¿Por qué aumenta la violencia en los jóvenes? Porque la familia no educa bien, accediendo a peticiones y caprichos materiales –móvil, salidas nocturnas, posturas, vocabulario, dinero fácil– que convierten a los menores en peleles sin voluntad ni fuerzas. La violencia se abre paso ante tanto descontrol, como satisfacción primaria de insatisfacciones mucho más profundas. El “no” a un joven puede educar mucho, en un clima de afecto y autoridad razonables. Y luego los padres culpan ¡a los profesores!

Desde luego, menores de este tipo deben tener libertad restringida, no deben vivir en pisos tutelados. Régimen cerrado, sin cantos utópicos e ingenuos a la libertad. 

  • Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
    Escribe, también, en su web personal.