Sé que algunos lectores, al leer el título de esta columna, esbozarán una sonrisa o un gesto de desdén: no piensan que el paro en España sea una tragedia. Sin embargo, yo sí lo pienso: toda persona ha de trabajar, tiene derecho a un trabajo digno y con cierta estabilidad. De lo contrario, surgen tensiones personales, familiares, sociales, que son consecuencia del desempleo, aunque algunos estén felices cobrando casi permanentemente un subsidio de desempleo. Una felicidad hueca, vacía, superficial.
Algunas cifras revelan lo que vivimos: en España hay 3 millones de parados (el 13,65%) y sólo Grecia tiene una tasa más elevada, siendo la media en la Unión Europea del 6,2%; la provincia con más paro es Cádiz (26,30%). Muchos menores de 30 años no saben todavía lo que es trabajar, y siguen cursando estudios o másters, viajando, asistiendo a conciertos veraniegos y viviendo con sus padres: honradamente, preocupa ese panorama juvenil, que a mí me parece trágico especialmente. Si a eso sumamos que hay un abandono escolar que solo Malta supera, hay que mirar a familias, profesores y jóvenes: casi nada es casual, y sí hay unas causas, que casi nadie quiere ni mencionar, entre ellas la actitud de los jóvenes.
Los milagros existen, pero en el ámbito de la vida ordinaria lo que saca adelante a una persona y a una familia es el trabajo diario, el esfuerzo, el sacrificio. Y también a una sociedad: por tanto, no se entiende que el Gobierno actual siga aumentando el gasto público y aumentando los impuestos, pues es seguir caminando hacia el hoyo.
No hay recetas mágicas, el problema es complejo. El simplismo es muy peligroso, y en esta materia abundan los ‘gurús’, los téoricos que se presentan con las soluciones debajo del brazo, cuando en su currículum se comprueba que esos téoricos tienen poca garantía por su itinerario profesional gaseoso.
Por tanto, pienso que es muy útil escuchar a personas que, con su trabajo, son un ejemplo de crear y mantener puestos de trabajo, de ejemplo concreto de hablar con claridad con una experiencia contrastada, guste o no guste a los oídos de los políticos, de los ciudadanos, de las familias y de los jóvenes.
Juan Roig, presidente de Mercadona, es un claro ejemplo de creación de empleo, buena remuneración, conciliación familiar y proyectos viables, a la vez que ha reconocido algún error considerable, como cuando reconoció que había entrado demasiado tarde en el negocio por internet. Su planteamiento de comercio de cercanía no es incompatible con la compra ‘on line’. Le honra también, al presentar los resultados anuales, mencionar proyectos –siempre está innovando –y reconocer errores o deficiencias.
Sugiero prestar atención a Iñigo Parra (Zaragoza, 1964), presidente de Stadler España, la compañía suiza de locomoción, con una sede en Albuixech, Valencia. Este ingeniero industrial es, desde hace años, un auténtico oráculo para empresarios, universidades y gobernantes, y de hecho cada vez se le escucha con más interés, y no precisamente porque diga lo que los oyentes quieren oír, sino porque aporta soluciones y critica planteamientos actuales.
Iñigo Parra ha dicho que “tenemos que ser conscientes de la obesidad de los estados”. No lo somos. También ha puesto en tela de juicio la educación y las ayudas públicas. Ha subrayado que el sistema no nos provee del talento adecuado y que, para ello, las empresas han de ayudar a formar desde el principio de los estudios, contratándoles desde el inicio de la carrera.
Iñigo Parra no habla para quien quiere que le deleiten los oídos, sino para quien de verdad quiera aportar soluciones al paro, formando a los jóvenes desde el comienzo con obligaciones laborales y remuneración, de manera que las empresas puedan también intervenir en su formación.
Desde luego, suena novedoso lo que Parra apunta, especialmente en España. Pienso que se puede aplicar a los estudios universitarios, y también a la FP, que ha de estar mucho más ligada a las necesidades laborales del país. Las familias han de dejar de menospreciar la FP, como si fuera para los menos listos o con menor capacidad económica.
Un país subsidiado y con un constante aumento de empleados públicos lleva a la parálisis, y a tener unos gobernantes que evitan el espíritu crítico ciudadano, porque el ‘pesebre’ contenta a un sector considerable de la sociedad. Quien tiene la llave del empleo son los empresarios, los emprendedores, los autónomos, la sociedad: otros enfoques conducen a lo que observamos.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.