Un puñado de valientes

En cierta ocasión le preguntaron a Winston Churchill cual era, a su entender, la mejor virtud en un hombre, “el valor”, respondió, “porque le permite levantarse y decir lo que sea necesario decirse”.

El pasado día 19 de septiembre, en Valencia, en la Plaza de la Virgen, un puñado de valientes se manifestaron en defensa de nuestro sector primario, como todo el mundo sabe, en peligro debido a nuestro ingreso en la Unión Europea, las políticas de Bruselas y sus intentos desesperados por destruirlo; pues ya sabemos que en el juego de poder al que nos someten, la agricultura es un sector estratégico de primer orden, quien controla la alimentación controla el mundo.

Semanas atrás, durante los preparativos de la manifestación, sus organizadores intentaron recabar apoyos de los que supuestamente debían ampararlos en sus legítimas reivindicaciones, sin embargo, nadie les ayudó. AVA/ASAJA no quiso saber nada. UPA tampoco, ni COAG, ni la "Unió de Llauradors i ramaders", ni la "Plataforma per la dignitat del llaurador"; hipócritamente, todos se escudaron en que no eran las formas, cuando en realidad, maquillajes aparte, aunque lo oculten, la triste realidad es que nunca han ayudado en serio a los agricultores ni nunca han dado la verdadera batalla en su nombre.

De la misma manera, vergonzosamente, ningún partido político quiso comprometerse con los agricultores. Respecto de los medios de comunicación, sólo algún medio local y alguno digital se hizo eco de esa huelga; los demás, aun siendo conocedores, por las notas de prensa que previamente se les había remitido, lo silenciaron, lo ocultaron, lo omitieron, consiguiendo con ello lo que pretendían: la manifestación no existió a ojos del gran público.

En una palabra, se les trató como apestados, nadie quiso saber nada de ellos. Ellos, que solo reclamaban sus derechos, los derechos de todos los valencianos, nada menos que la supervivencia de nuestro campo, se tuvieron que manifestar solos, con sus propios medios; acosados además por un cinturón policial, con multitud de dispositivos y furgonetas de las fuerzas del orden que les rodeaban, tratándoles como si fueran vulgares delincuentes.

Sin embargo, a pesar de los intentos de marginación, lo hicieron, salieron a la calle y gritaron sus consignas; no eran muchos, unos trescientos, como Leónidas y sus espartanos en la batalla de las Termopilas. Pero sólo estos trescientos concentraban todo el valor que Valencia necesita en estos momentos de angustia previa a la gran debacle que se avecina. El que ningún medio de información recogiera esta gesta, en una opacidad informativa sin precedentes, no resta ni un ápice de importancia ni valor a la misma.

Los valencianos tenemos mucho que reflexionar sobre estos valientes. ¿Por qué sólo trescientos cuando se nos va nuestro sector primario y con él nuestra región por el desagüe?. O lo más clamoroso, ¿cómo es que asociaciones como AVA , UPA, COAG o la Unió, creadas para la defensa del agricultor, ni siquiera se molestaran en apoyar manifestaciones que les defienden?. ¿De qué sirve seguir pagando cuotas a unas asociaciones que no están cuando se las necesita? ¿Por qué tienen que recibir subvenciones de la administración, de Europa, si no atienden sus primigenios deberes?.

O que decir de los partidos políticos, todos ellos ridículamente serviles con Bruselas, el principal enemigo actualmente de nuestro campo, al que arruina con la firma de todo tipo de acuerdos comerciales, a cual más desastroso, con países terceros, como el de Sudáfrica, firmado por el PP, o el actual de Mercosur, firmado por el Psoe, o los de Marruecos y Egipto.

Quizá son demasiadas preguntas para tan pocas respuestas.

Lo cierto es que este puñado de valientes, el día 19 concentró todo lo que todavía queda en Valencia de dignidad, respeto y señorío, reivindicó su economía, su cultura, sus tradiciones, sus raíces; por un instante fue la Valencia de todos, la Valencia que siempre hemos conocido, la gran Valencia. Fueron un ejemplo en el que todos debiéramos mirarnos y…. por qué no, hacer un examen de conciencia y preguntarnos por qué puñetera razón no estábamos allí con estos valientes, ¿porqué?. ¿Acaso cada uno de nosotros está defendiendo nuestra patria como es debido, o, al contrario, dejamos que la televisión y sus estupideces nos lleven de la mano? Porque lo que es evidente es que, mientras estúpidamente permitimos que las grandes multinacionales se queden con nuestros negocios, con nuestro dinero, con el sudor y sacrificio de nuestros antepasados, desahuciándonos económicamente; mientras esto pasa delante de nuestras narices, sin que hagamos nada por evitarlo, lo evidente es que no nos queda nada que ofrecer a nuestra juventud, que desnortada, sin empleo, y sin expectativas, se pasea por la calle en patinete (como si fueran escolares de otros tiempos), con los brazos repletos de tatuajes, pantalón corto, y un anillo en la oreja, o en el peor de los casos en la nariz, como vulgares gamberretes sin oficio ni beneficio, mientras hablan de la suerte de algún amigo que ha conseguido un minijob para trabajar cuatro horas el “finde” en un burguer.

Puede que algunos quieran pensar que esto sea el final. Pero también puede que sea el principio.

  • José Manuel Millet Frasquet es abogado.