¿Unión de naciones europeas?

¿Puede mantenerse en el tiempo una unión de naciones europeas que sólo beneficia a una de ellas?

Es un hecho irrebatible que después del tiempo transcurrido desde la constitución de la actual UE y la creación del Euro, se puede concluir de forma demasiado clara que la única nación beneficiada ha sido Alemania.

Las razones para ello son muy sencillas, y las vamos a explicar teniendo en cuenta sólo tres HECHOS, de los que luego extraeremos las conclusiones.

1.- PRIMER HECHO: Alemania tiene una industria con un alto valor añadido, tremendamente competitiva y que vende en todo el mundo. Este es el primero de los hechos. No hay más que ver el mercado automovilístico. Todas las marcas alemanas son de prestigio. Otro tanto ocurre con los electrodomésticos, o cualquier otro producto, incluyendo la química, o la farmacéutica, con la Bayer a la cabeza. En conclusión, digamos que los alemanes son los primeros de la clase en productos industriales que se comercializan a nivel mundial.

2.- SEGUNDO HECHO: En un sentido contrario, las economías del sur de Europa, tradicionalmente ricas, pero que basan gran parte de su economía y producción en artículos agrícolas, no tienen una venta global tan fácil. Estos productos fácilmente pueden ser elaborados en países terceros mediante mano de obra semiesclava y utilizando fitosanitarios prohibidos por la UE. Teniendo este hecho en cuenta, se estableció, ya desde un principio una preferencia que había que respetar en cuanto a su comercialización y consumo en Europa, precisamente para evitar que la rica Alemanía o cualquier otra nación del norte, se abasteciera, a precio de coste, de éstos, en el mercado mundial, traicionando la Unión Europea, sus principios constituyentes, y destrozando por el camino la economía de estos países comunitarios.

3.- TERCER HECHO: La imposición de un globalismo a ultranza por las políticas de Bruselas, y la desaparición, de hecho, en consecuencia, del mercado común europeo y su sustitución por otro mundial, lleva a la situación de que Alemania puede vender a todo el mundo, con una moneda relativamente asequible, impidiendo, sin embargo, que los países del sur de Europa puedan hacer otro tanto.

Traiciones a los principios europeos al margen, esta es la realidad hoy día. El resto son consecuencias. Que tanto España, como Italia, como Grecia, como Francia, estén en situación de precariedad económica por esta situación, dado que no son Alemania, es la más evidente.

Es otro hecho demasiado claro que si desde el principio se nos hubiera explicado que la UE iba a consistir en lo que se ha convertido, en una especie de Club con premios, dinero, gloria y prestigio para el primero de la clase y burlas, humillaciones y pescozones para todos los demás alumnos, nadie habría aceptado formar parte de este correccional para naciones en el que han convertido Europa; y no sólo por la cuestión económica en sí, sino también por lo que implica de ataque a las soberanías nacionales; de humillación del respeto que como nación merecen cada uno de los países miembros, con independencia de si sus productos son más o menos avanzados; del ataque desvergonzado a las identidades nacionales, y, ya de paso, a la pérdida de la dignidad humana, en cuanto a la supeditación que todo ello comporta, de la misma, a un mal entendido principio de eficiencia económica, al cual, supuestamente, debe de rendir pleitesía todo el mundo, como pregona la extrema izquierda.

La situación de poder y dominación en esta UE es demasiado evidente hoy día, y exponemos un solo hecho como evidencia palpable: como todos sabemos, quien manda, es decir, la actual presidenta de la Comunidad Económica Europea, es de nacionalidad alemana, cómo no.

A todo esto sumamos otra ventaja que hemos olvidado y que España tenía antes del euro: la peseta, una moneda competitiva, que le permitía vender en toda Europa, y luego, con el dinero obtenido, podía comprar bienes industriales en nuestro propio país, dado que en ese momento el marco era una moneda demasiado fuerte como para comprar productos alemanes, de forma que era la industria española la beneficiada; de manera que se hacía dinero y el mismo revertía dentro de la nación. Justo lo contrario de lo que ocurre ahora, en que se compran sólo productos alemanes dado que tenemos la misma moneda y no hay por qué comprar españoles, lo que también ha llevado a la ruina a la industria española.

Analizada sintéticamente esta situación, la pregunta, por tanto, surge sola: ¿puede una unión europea existir cuando su beneficiario es uno sólo de sus países?. Bien, con el Brexit y ahora con el resultado de las últimas elecciones, parece que los ingleses tienen claro que NO es posible tal milagro, por muy comprados que se tengan los medios de comunicación, que los tienen; la existencia misma de Lourdes; y por muy marionetas que sean sus gobernantes, que de hecho, lo son; la realidad es que hay cosas que no se sostienen en el tiempo y que caen por su propio peso.

Y la siguiente pregunta es: ¿Cuánto tiempo va a pasar hasta que igual de claro que Inglaterra tiene esta cuestión, lo tenga España, Francia e Italia?.

Porque las pérdidas para Italia han sido abrumadoras, de lejos, la gran perdedora con la creación del euro es sin duda Italia, con una reducción del PIB por valor de 4.325.000 millones de euros, lo que supone 73.605 euros menos para cada italiano.

Y no sólo Italia, los franceses han perdido 55.990 euros menos; los portugueses (-40.604) y los belgas (-6.370).

Todo ello en cifras “oficiales”, cuando la realidad, mucho nos tememos, es mucho más cruda de lo que puedan mostrar éstas, que se utilizan para “maquillar” la situación, con negocios, en la realidad, absolutamente arruinados, empresas cerradas, concursos de acreedores en máximos históricos…..y multitud de pequeños empresarios suicidados, enfermos o demenciados.

Con todo ello, ha llegado el momento de, por primera vez, pensar. Reflexionar. Razonar en qué nos beneficia esta moneda única. Si es falsa la idea de que el Euro es riqueza y si más bien lo cierto es lo contrario, que en realidad nos ha empobrecido. Y si finalmente la conclusión es que no nos beneficia EN NADA, y que al contrario NOS PERJUDICA, seamos valientes, volvamos a nuestra peseta. Dejémonos de complejos, de estupideces y de tanto Erasmus. Reclamemos lo que nos corresponde sin ningún tipo de vergüenza. Total, no vamos a ser ni más ni menos europeos por ello.

  • José Manuel Millet Frasquet es abogado.