La OTAN nació en un tiempo en que su necesidad resultaba incuestionable, tanto para una Europa que acababa de salir de dos terribles guerras y en que la Unión Soviética no cesaba de expandirse hacia el Oeste, como lo era también para los Estados Unidos, convencido del peligro del comunismo y dispuesto a afrontar cualquier esfuerzo económico necesario para mantener la supremacía del mundo libre, que sería liderado por Washington.
Paralelamente a la OTAN nacieron también la SEATO, que buscaba la contención del comunismo en Extremo Oriente, desde Corea, China e Indochina y la CENTO, que buscaba parecidos objetivos en Oriente Medio.
Estas dos últimas organizaciones, nacidas en 1954-55, fueron clausuradas dos décadas más tarde por haber variado las condiciones que las originaron. La OTAN, por el contrario, se mantiene en pie 76 años después de su creación, sobreviviendo momentos tan delicados como fue la desaparición del Pacto de Varsovia e incluso la disolución de la URSS.
Las circunstancias sin embargo, se han modificado y si el factor del predominio del imperialismo norteamericano había predominado durante décadas, hoy Washington -en especial desde las dos presidencias de Trump- ve la organización como un mecanismo de protección de Europa y en tal sentido, los socios europeos deben aumentar su contribución al mantenimiento de su seguridad que no puede limitarse a aportar el 25% del presupuesto - los EEUU harían frente al 75% restante-, sino que cada uno de los 31 estados miembros debería aportar el 5% de su PIB.
El razonamiento de los Estados Unidos tiene su lógica: si Europa quiere tener seguridad, debe pagarla. Era muy cómodo para nuestro continente tener un PIB saneado, dejando el importante y costoso capítulo del gasto defensivo en manos de los EEUU.
No vamos a decir que la OTAN es hoy más necesaria que nunca, pero vistos los movimientos de Moscú en Ucrania, en otros países de Europa Oriental y también en África y Sudamérica contando con el apoyo de los BRICS, una fuerte defensa europea ya sea dentro de la OTAN o fuera de ella, sigue siendo indispensable.
España se está convirtiendo en un caso muy especial en esta materia. Hasta fecha muy reciente la contribución de nuestro país a la Alianza, representaba el porcentaje más bajo de toda la Organización, el 1,2% de nuestro Producto Interior Bruto. Acabamos de aceptar la subida al 2% lo que representaría abonar una contribución anual de 33.000 millones de euros. La nueva exigencia de Washington es de alcanzar el 5% que en el caso de España supondría 80.000 millones de euros, una cifra que España no va a asumir en la cumbre de la OTAN que se celebrará en La Haya los próximos días 24 y 25 de este mes de junio, quedándose en solitario frente a los restantes aliados que si parecen estar dispuestos a hacer ese esfuerzo defensivo.
Está por ver cuál será la reacción de la Alianza y de su principal miembro. Las imposiciones de Trump señalando muy individualmente a nuestro país, facilitará sin duda las cosas a Sánchez que, apoyado por sus socios de extrema izquierda, se enfrentará al populismo trumpiano.
Debemos estar atentos al desarrollo de la próxima cumbre de la OTAN; será de vital importancia para España y para Occidente en su conjunto.
Imágenes: La Moncloa, Banca y Negocios
Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga es Master en Ciencias Políticas y Económicas y Derecho.
Diploma de Altos Estudios Internacionales. Embajador de España en Bulgaria en 1993.
Primer Embajador de España en Macedonia en 1995.
Embajador de España en Bruselas WEU en 1997, entre otros cargos.